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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#2
- Oh, venga Katsue. Estoy perfectamente - por quinta vez, Juro trató de reincorporarse en la camilla. Por quinta vez, una fuerte mano le empujó otra vez hacia abajo, ocasionandole un gran dolor en el estomago, el lugar donde tenía la herida.

Esto provocó que un grito de dolor surgiese del pobre chico, mientras se reincorporaba en la almohada como buenamente pudo. De verdad que le iba a pasar factura el golpe...

No era consciente de cuanto tiempo había pasado, pero no mucho, desde la semifinal. Llevaba aislado bastante - según su hermana, que llevaba visitándolo diariamente, habían pasado dos días. Los médicos aseguraban que el golpe había sido fuerte, pero que se recuperaría en uno o dos días más como mucho.

- Te he dicho que descanses. Vuelve a hacerlo, y lo haré mas fuerte - le contestó su hermana, secamente.

Juro suspiró, y se relajó un poco más en la incomoda cama del hospital. Llevaba la típica ropa de hospital, con su ropa normal y su portaobjetos reposando en una esquina de la habitación. Lo increíble era que su bufanda se encontraba en una mesilla cerca suya y no en su cuello, dejando a la vista su mapa de cicatrices. Juro había notado como su hermana se incomodaba al mirarlo.

Desde los dos días que había estado ahí, había comido bastante mal, y para colmo, tenía pesadillas. En sus ojos ya se notaba alguna que otra ojera por el cansancio acumulado. El combate le había dejado débil, pero a este paso...

Su bufanda y su preciado látigo. Era lo único que le mantenía con calma. El látigo reposaba en la otra mesilla, con su brillo totalmente dorado reluciendo en la estancia. Era agradable...

- No quiero estar más aquí. Es aburrido...

- Tienes que descansar, ya te lo han dicho. En un par de días podrás ir a ver a tus "amigos". Esos que no te han visitado aun...

- Solo estarán muy ocupados, Katsue... - Juro se encogió de hombros.

Lo cierto es que habían pasado muchas cosas. Aun incomunicado, pudo enterarse de los resultados del torneo. Eri se había impuesto sobre el tal Yota, y había pasado a la final, que se disputaría entre ambas kunoichis en el mismo periodo de tiempo que siempre.

Pero aun así, no podía quedarse ahí. Después de su derrota, tenía claro que aun le faltaba entrenamiento. Mucho entrenamiento. Pero había aprendido una lección importante. Tenía que mejorar, tenía que desarrollar su técnica. Cada día en cama era tiempo perdido.

- ¡Estoy harto, tengo que salir de aquí! - se levantó como pudo, antes de que su hermana pudiese hacer nada.

En un ágil movimiento, Katsue agarró el mango del látigo dorado y lo utilizó. El látigo restalló a escasos centímetros de la cara de Juro, solo con mitad de cuerpo levantado, golpeando a la pared. Katsue volvió a alzar el látigo, totalmente fuera de si.

- ¡Te he dicho que te quedes quieto, mocoso! - exclamó, con expresión de enfado infinito - ¡Te vas a enterar!

Buenas, es Ishimura Kazuma, ¿Se puede pasar? —dijo una voz, que le recordó vagamente a la de Kazuma.

- ¡Pasa! ¡Rápido! - gritó Juro, en llamada de socorro. Con alguien más en la sala su hermana no le mataría...

Si Kazuma entraba, se encontraría una curiosa escena. El pelinegro que ya conocía, en traje de hospital, con numerosas heridas vendadas, especialmente en la zona del pecho, cubriéndose como podía del ataque de ira. Mientras, vería a una mujer más adulta, con una larga melena rubia, ojos marrones, y un parecido notable a Juro, aunque sin la palidez de su tez tan característica en él, de la que provenían los gritos. Esta alzaba el látigo dorado de Juro, en posición amenazante hacia Juro, sin darse cuenta de que nadie iba a entrar...
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RE: Las guardianas del sosiego - por Eikyuu Juro - 16/04/2016, 18:19


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