17/04/2016, 16:26
Cual dúo de críticos gastronómicos de alto standing, el par de genin continuaba hablando de preciados placeres culinarios no demasiado fuera del alcance de cualquier persona común. Lo cual era lo mejor, que esas comidas no eran disparatadas en lo que precio se refería, y tampoco eran difíciles de encontrar. Ya solo les faltaba un buen taburete de diseño, y unas gafas de pasta o un cigarrillo con guardamano. El caché ya parecían tenerlo.
La chica se decantó por el chocolate, la nata congelada o en su defecto crema, así como la masa pastelera. Por el contrario, Mugura se vio atraído por algo menos chocolateado, algo sencillo pero no por ello menos dulce. Una base de bizcochito de frutas, con almíbar y un buen toque de merengue. Para nada era mala opción.
Katomi afirmó un par de veces mientras escuchaba la elección del chico, aunque no terminaba de estar de acuerdo. Para ella, le faltaba lo mas importante a ese postre. Levantó el dedo indice, y lo llevó a la altura de los labios para realizar una opinión personal, quizás algo desconfiada de si a su antagonista le gustase la idea.
—Psss... yo quizás cambiaba el merengue por nata montada. No sé, el merengue es mas denso, y con un postre tan ligero y tal, creo que le pega mas que sea nata... lo hace mas ligero y dulce. ¿No?—
Tras ello, ambos coincidieron en una idea. Quién pudiera tomarlos todos los días...
No tardaron en acercarse a la zona portuaria, ya casi se habían afianzado a pisar tierra firme. Entre tanto, Mogura sugirió que tras comer podían ir en busca de esos postres. La idea sedujo bastante a la chica, aunque ésta tampoco quería perder demasiado tiempo en entretenimientos... debía entrenar. Pero un día es un día. Todo el mundo necesita descansar de vez en cuando, de lo contrario no pueden dar después el 100%.
—Si, estaría bien. Hace tiempo que no tomo profiteroles.—
Con esas mismas palabras, la chica terminó elevándose en el aire, en una grácil acrobacia sencilla. Ya habían llegado a la costa, y la chica se había decantado por realizar una voltereta vertical hacia delante para pisar tierra firme. Una vez sus pies tocaron la calzada, se detuvo en espera del chico. No por que el pudiese haberlo hecho mas lento, o de distinta manera, si no porque él era quien sabía la dirección del lugar donde iban a comer.
—Bueno, tu nos guías. A ver qué tan bueno es el restaurante.— Aclaró con una sonrisa.
Ahora solo quedaba esperar las indicaciones del chico para proseguir el camino.
La chica se decantó por el chocolate, la nata congelada o en su defecto crema, así como la masa pastelera. Por el contrario, Mugura se vio atraído por algo menos chocolateado, algo sencillo pero no por ello menos dulce. Una base de bizcochito de frutas, con almíbar y un buen toque de merengue. Para nada era mala opción.
Katomi afirmó un par de veces mientras escuchaba la elección del chico, aunque no terminaba de estar de acuerdo. Para ella, le faltaba lo mas importante a ese postre. Levantó el dedo indice, y lo llevó a la altura de los labios para realizar una opinión personal, quizás algo desconfiada de si a su antagonista le gustase la idea.
—Psss... yo quizás cambiaba el merengue por nata montada. No sé, el merengue es mas denso, y con un postre tan ligero y tal, creo que le pega mas que sea nata... lo hace mas ligero y dulce. ¿No?—
Tras ello, ambos coincidieron en una idea. Quién pudiera tomarlos todos los días...
No tardaron en acercarse a la zona portuaria, ya casi se habían afianzado a pisar tierra firme. Entre tanto, Mogura sugirió que tras comer podían ir en busca de esos postres. La idea sedujo bastante a la chica, aunque ésta tampoco quería perder demasiado tiempo en entretenimientos... debía entrenar. Pero un día es un día. Todo el mundo necesita descansar de vez en cuando, de lo contrario no pueden dar después el 100%.
—Si, estaría bien. Hace tiempo que no tomo profiteroles.—
Con esas mismas palabras, la chica terminó elevándose en el aire, en una grácil acrobacia sencilla. Ya habían llegado a la costa, y la chica se había decantado por realizar una voltereta vertical hacia delante para pisar tierra firme. Una vez sus pies tocaron la calzada, se detuvo en espera del chico. No por que el pudiese haberlo hecho mas lento, o de distinta manera, si no porque él era quien sabía la dirección del lugar donde iban a comer.
—Bueno, tu nos guías. A ver qué tan bueno es el restaurante.— Aclaró con una sonrisa.
Ahora solo quedaba esperar las indicaciones del chico para proseguir el camino.