18/04/2016, 16:03
Otro gran aplauso enmudeció la sala. Ahí estaba, su contrincante, otro participante que había sido derrocado en la semifinal - aun querido por el público, claro, al igual que él - quien no tardó tiempo en salir y acercares.
Juro se fijó bien en quien iba a ser su contrincante. Lucía una piel bronceada, que contrastaba bastante con la tez pálida de Juro. Cabellera pelirroja, hecha en una especie de coleta que no pudo ver bien, y unos imponentes ojos rojos, que daban una sensación extraña a su mirada.
Era como alguien que le sonaba, aunque no lo hubiese visto en su vida, que recordase él mismo.
Yota se acercó al cuadrado, junto con Juro. Ambos quedaron a tres metros de distancia, la distancia con la que se apañarian en la pelea.
Juro se preparó para hacer lo que él conocía como el saludo cortes, los preámbulos de la batalla sangrienta que iban a tener. Un método para mostrar su honor como contrincantes y como compañeros de aldea. Se preparó mentalmente, y comenzó a hablar...
- Hola, Yota-san... - comenzó a decir, con los nervios a flor de piel. Ahora le tocaba hablar de lo tanto que lamentaba tener que pelear con un compañero, de que tendrían que dejar bien a la aldea...
Pero Yota, para su sorpresa, interrumpió la fase imaginaria que había creado Juro y habló a destiempo, cortando su frase por la mitad.
-Antes de empezar... ¿Puedo pedirte un favor, Juro?-
Juro se incomodó. Lo primero que le vino a la cabeza fue los rumores que había escuchado, de que dos participantes habían sido expulsados por intentar amañar el torneo. Trató de alejar esos pensamientos de su cabeza. Si había aguantado tanto, Yota debía de ser alguien legal... ¿No?
- ¿Un favor? - ladeó un poco la cabeza, inconscientemente - ¿Cuál es?
A pesar de la duda, era consciente de todo lo que pasaba a su alrededor. La gente, impactada, esperando probablemente pensando que estaban en mitad del saludo que precedería al espectáculo. Los kages, en la tribuna, con el mismo pensamiento. Los guardias, al tanto de todo lo que pasaba en el torneo - incluidos ellos mismos - y principalmente, tenía la mirada inmersa en los movimientos de su contrincante, quien no parecía hacer nada sospechoso poro el momento.
Porque nunca se sabía lo que podía pasar.
Juro se fijó bien en quien iba a ser su contrincante. Lucía una piel bronceada, que contrastaba bastante con la tez pálida de Juro. Cabellera pelirroja, hecha en una especie de coleta que no pudo ver bien, y unos imponentes ojos rojos, que daban una sensación extraña a su mirada.
Era como alguien que le sonaba, aunque no lo hubiese visto en su vida, que recordase él mismo.
Yota se acercó al cuadrado, junto con Juro. Ambos quedaron a tres metros de distancia, la distancia con la que se apañarian en la pelea.
Juro se preparó para hacer lo que él conocía como el saludo cortes, los preámbulos de la batalla sangrienta que iban a tener. Un método para mostrar su honor como contrincantes y como compañeros de aldea. Se preparó mentalmente, y comenzó a hablar...
- Hola, Yota-san... - comenzó a decir, con los nervios a flor de piel. Ahora le tocaba hablar de lo tanto que lamentaba tener que pelear con un compañero, de que tendrían que dejar bien a la aldea...
Pero Yota, para su sorpresa, interrumpió la fase imaginaria que había creado Juro y habló a destiempo, cortando su frase por la mitad.
-Antes de empezar... ¿Puedo pedirte un favor, Juro?-
Juro se incomodó. Lo primero que le vino a la cabeza fue los rumores que había escuchado, de que dos participantes habían sido expulsados por intentar amañar el torneo. Trató de alejar esos pensamientos de su cabeza. Si había aguantado tanto, Yota debía de ser alguien legal... ¿No?
- ¿Un favor? - ladeó un poco la cabeza, inconscientemente - ¿Cuál es?
A pesar de la duda, era consciente de todo lo que pasaba a su alrededor. La gente, impactada, esperando probablemente pensando que estaban en mitad del saludo que precedería al espectáculo. Los kages, en la tribuna, con el mismo pensamiento. Los guardias, al tanto de todo lo que pasaba en el torneo - incluidos ellos mismos - y principalmente, tenía la mirada inmersa en los movimientos de su contrincante, quien no parecía hacer nada sospechoso poro el momento.
Porque nunca se sabía lo que podía pasar.