18/04/2016, 16:08
(Última modificación: 18/04/2016, 16:09 por Amedama Daruu.)
Jin arqueó la ceja y suspiró con tristeza.
—Has hecho bien, muchacho. Satoru-sama cree que los dioses le han señalado con el don de la Clarividencia... Su frágil mente no es capaz de distinguir entre la realidad y esas fantasías. Por eso es importante que lo encontremos.
»—Has hecho bien, muchacho. Satoru-sama cree que los dioses le han señalado con el don de la Clarividencia... Su frágil mente no es capaz de distinguir entre la realidad y esas fantasías. Por eso es importante que lo encontremos.
Daruu se cruzó de brazos. En un principio se había prestado a ayudar a Satoru porque creía que de verdad estaba en apuros. Jin sonaba bastante convincente, de eso no había duda. Cualquier persona suena convincente después de ahogarte con su chakra. Pero aquél asunto estaba fuera de su voluntad y de su jurisdicción.
Sin embargo, de nuevo: ¿quién iba a ser el guapo que se negase a prestar la mano para dar con Satoru después de haber sufrido el amarre de la energía de aquél mercenario?
Él, desde luego, no estaba dispuesto a pasar por ello. Tragó saliva.
—Por eso mismo, debemos asegurarnos de que lo cazamos justo cuando salga. Si le perdemos la pista y consigue internarse en el bosque, será como buscar una aguja en un pajar. O peor, podría convencer o comprar a algún transeúnte para que le ayude a huir.
Se rascó la barbilla y pensó en lo que decía Jin. Lo más razonable sería, sin duda, esperarlo a la salida de los Dojos. Llegar antes que él, quizás. Las entradas y las salidas solían estar bastante vigiladas, y la apertura del risco sólo era una. Era improbable que con aquél escuchimizado cuerpecito le diera por escalar una montaña. Y de nuevo, estaba la vigilancia.
De pronto, Anzu, que se había apoyado en el contenedor metálico resollando que apestaba a la basura que había contenido y que ahora se derramaba por el tejado, pareció caer en la cuenta de algo.
—Las alcantarillas.
—¿Cómo dices?
Oh, no. ¿Ahí dentro? Mientras Anzu completaba su frase, Daruu intentaba imaginarse allí dentro, entre la mierda y las ratas, y un escalofrío recorrió todo su cuerpo.
Y sin embargo, había algo más importante. Algo que todavía le parecía sospechoso. El agarre de chakra le había dejado la cabeza y el cuerpo entumecidos, y sin embargo... sin embargo...
—Jin-san. ¿Por qué no le contamos lo que pasa a los guardias? Ellos nos podrían ayudar, ¿no es...? ¡Eh, espera, espera! —Sin pensárselo dos veces, Jin saltó tejado abajo, levantó la pesada tapa de las alcantarillas con sólo una mano y se dejó caer por el hueco.
Daruu y Anzu se miraron durante un instante. Pero la muchacha no tardó en acompañar al mercenario.
—Demasiado sospechoso, demasiado problemático... —se dijo Daruu para sí mismo, nada convencido con todo aquello, ni siquiera con su capacidad de hacer nada en el estado que estaba—, Debería irme, debería...
Vio el cuerpecillo curtido pero delgaducho de Anzu meterse en las alcantarillas tras Jin, y desgarró la voz al cielo con fastidio.
—Me cago en todo, me voy a la mierda. Literalmente.
Bajó el pilar con cuidado gracias a su chakra, y saltó adentro de la cloaca.
—Has hecho bien, muchacho. Satoru-sama cree que los dioses le han señalado con el don de la Clarividencia... Su frágil mente no es capaz de distinguir entre la realidad y esas fantasías. Por eso es importante que lo encontremos.
»—Has hecho bien, muchacho. Satoru-sama cree que los dioses le han señalado con el don de la Clarividencia... Su frágil mente no es capaz de distinguir entre la realidad y esas fantasías. Por eso es importante que lo encontremos.
Daruu se cruzó de brazos. En un principio se había prestado a ayudar a Satoru porque creía que de verdad estaba en apuros. Jin sonaba bastante convincente, de eso no había duda. Cualquier persona suena convincente después de ahogarte con su chakra. Pero aquél asunto estaba fuera de su voluntad y de su jurisdicción.
Sin embargo, de nuevo: ¿quién iba a ser el guapo que se negase a prestar la mano para dar con Satoru después de haber sufrido el amarre de la energía de aquél mercenario?
Él, desde luego, no estaba dispuesto a pasar por ello. Tragó saliva.
—Por eso mismo, debemos asegurarnos de que lo cazamos justo cuando salga. Si le perdemos la pista y consigue internarse en el bosque, será como buscar una aguja en un pajar. O peor, podría convencer o comprar a algún transeúnte para que le ayude a huir.
Se rascó la barbilla y pensó en lo que decía Jin. Lo más razonable sería, sin duda, esperarlo a la salida de los Dojos. Llegar antes que él, quizás. Las entradas y las salidas solían estar bastante vigiladas, y la apertura del risco sólo era una. Era improbable que con aquél escuchimizado cuerpecito le diera por escalar una montaña. Y de nuevo, estaba la vigilancia.
De pronto, Anzu, que se había apoyado en el contenedor metálico resollando que apestaba a la basura que había contenido y que ahora se derramaba por el tejado, pareció caer en la cuenta de algo.
—Las alcantarillas.
—¿Cómo dices?
Oh, no. ¿Ahí dentro? Mientras Anzu completaba su frase, Daruu intentaba imaginarse allí dentro, entre la mierda y las ratas, y un escalofrío recorrió todo su cuerpo.
Y sin embargo, había algo más importante. Algo que todavía le parecía sospechoso. El agarre de chakra le había dejado la cabeza y el cuerpo entumecidos, y sin embargo... sin embargo...
—Jin-san. ¿Por qué no le contamos lo que pasa a los guardias? Ellos nos podrían ayudar, ¿no es...? ¡Eh, espera, espera! —Sin pensárselo dos veces, Jin saltó tejado abajo, levantó la pesada tapa de las alcantarillas con sólo una mano y se dejó caer por el hueco.
Daruu y Anzu se miraron durante un instante. Pero la muchacha no tardó en acompañar al mercenario.
—Demasiado sospechoso, demasiado problemático... —se dijo Daruu para sí mismo, nada convencido con todo aquello, ni siquiera con su capacidad de hacer nada en el estado que estaba—, Debería irme, debería...
Vio el cuerpecillo curtido pero delgaducho de Anzu meterse en las alcantarillas tras Jin, y desgarró la voz al cielo con fastidio.
—Me cago en todo, me voy a la mierda. Literalmente.
Bajó el pilar con cuidado gracias a su chakra, y saltó adentro de la cloaca.