18/04/2016, 20:32
La sugerencia de la chica no pasó por alto, incluso pareció asombrar al chico, el cual quedó algo abrumado ante esa tentadora idea. Quizás nunca se le había ocurrido sustituir el merengue por nata montada, un toque que seguramente pasó por alto por simple costumbre. Los humanos siempre hemos sido de costumbres, por mucho que tropezamos nunca intentamos evadir la piedra del camino. Por suerte, siempre hay alguien para decirte "mira, ahí hay una piedra, cuidado".
Mogura pareció estar agradado con la idea, y comentó que seguramente lo probaría. Poco mas tarde, la chica realizó la pirueta. El joven no tardó en halagarla con un comentario que al principio no supo interpretar, pero que no tardó en entender. Le había ofertado una nota, un 10, ante esa sencilla acrobacia. La chica sonrió, y alzó los dedos indice y corazón de ambas manos en forma de V, a la par que remarcaba una sonrisa en su rostro.
—Jajajaja... Gracias.—
La kunoichi no sabía bien hacia donde debían continuar andando, fue entonces que le dijo a Mogura que era el guía en esa travesía. Éste se tomó un poco de tiempo intentando ubicarse, no demasiado. Casi al instante tomó camino, y recalcó que no era el camino mas corto, pero sí el mas seguro. Seguramente se refería a que no sabía ir desde camino diferente al que recordaba.
—Oki!— Aceptó la peliblanco.
Tras un camino ameno, sendos se encontraron en un callejón que daba a un local que reseñaba un letrero bastante moderno. Pese a la antigüedad del entorno en que se encontraba, pues esa zona posiblemente era de las zonas mas antiguas de la urbe. No pudo evitar que le llamase la atención, realmente destacaba mucho ese letrero. Casa Mogamigawa decía, y Mogura no se demoró en dar conocimiento de que se trataba de ese local, ese era el sitio que tanto le había gustado.
La chica se adelantó hasta la entrada, resguardándose de la lluvia por primera vez en bastante tiempo. Observó desde la distancia el interior del local, y fue entonces que su acompañante propuso entrar. La chica le devolvió la mirada, y afirmó con un gesto de cabeza.
—Si, vamos dentro.—
Habiendo contestado a Mogura, Katomi abrió la puerta del local. Dentro, todo parecía preservar lo rústico y tradicional, casi todo estaba hecho de madera. Eso si, el sitio estaba bien cuidado pese a su antigüedad. Sin demasiada prisa, la chica buscó a la mesera, y alzó la mano con dos dedos elevados.
—Mesa para dos, por favor.—
No tardaron demasiado en verla, así como en atenderla. De inmediato, una chica pelirroja vestida con blusa y falda larga negra les señaló una mesa casi al centro del recinto. Ésta tenía 4 sillas, aunque realmente se veía pequeña para tanto comensales. Quizás era perfecta para dos críticos gastronómicos del nivel de esos genin.
La peliblanco comenzó a acercarse a la mesa, observando meticulosamente el resto del local. Numerosos cuadros relataban gran parte de la historia de Amegakure, estaba casi segura la chica, pues le sonaba haber visto algunas de esas ilustraciones en sus horas de alumna como kunoichi.
—Pues si que tiene buena pinta el sitio, Mogu.— Confirmó la chica.
Mogura pareció estar agradado con la idea, y comentó que seguramente lo probaría. Poco mas tarde, la chica realizó la pirueta. El joven no tardó en halagarla con un comentario que al principio no supo interpretar, pero que no tardó en entender. Le había ofertado una nota, un 10, ante esa sencilla acrobacia. La chica sonrió, y alzó los dedos indice y corazón de ambas manos en forma de V, a la par que remarcaba una sonrisa en su rostro.
—Jajajaja... Gracias.—
La kunoichi no sabía bien hacia donde debían continuar andando, fue entonces que le dijo a Mogura que era el guía en esa travesía. Éste se tomó un poco de tiempo intentando ubicarse, no demasiado. Casi al instante tomó camino, y recalcó que no era el camino mas corto, pero sí el mas seguro. Seguramente se refería a que no sabía ir desde camino diferente al que recordaba.
—Oki!— Aceptó la peliblanco.
Tras un camino ameno, sendos se encontraron en un callejón que daba a un local que reseñaba un letrero bastante moderno. Pese a la antigüedad del entorno en que se encontraba, pues esa zona posiblemente era de las zonas mas antiguas de la urbe. No pudo evitar que le llamase la atención, realmente destacaba mucho ese letrero. Casa Mogamigawa decía, y Mogura no se demoró en dar conocimiento de que se trataba de ese local, ese era el sitio que tanto le había gustado.
La chica se adelantó hasta la entrada, resguardándose de la lluvia por primera vez en bastante tiempo. Observó desde la distancia el interior del local, y fue entonces que su acompañante propuso entrar. La chica le devolvió la mirada, y afirmó con un gesto de cabeza.
—Si, vamos dentro.—
Habiendo contestado a Mogura, Katomi abrió la puerta del local. Dentro, todo parecía preservar lo rústico y tradicional, casi todo estaba hecho de madera. Eso si, el sitio estaba bien cuidado pese a su antigüedad. Sin demasiada prisa, la chica buscó a la mesera, y alzó la mano con dos dedos elevados.
—Mesa para dos, por favor.—
No tardaron demasiado en verla, así como en atenderla. De inmediato, una chica pelirroja vestida con blusa y falda larga negra les señaló una mesa casi al centro del recinto. Ésta tenía 4 sillas, aunque realmente se veía pequeña para tanto comensales. Quizás era perfecta para dos críticos gastronómicos del nivel de esos genin.
La peliblanco comenzó a acercarse a la mesa, observando meticulosamente el resto del local. Numerosos cuadros relataban gran parte de la historia de Amegakure, estaba casi segura la chica, pues le sonaba haber visto algunas de esas ilustraciones en sus horas de alumna como kunoichi.
—Pues si que tiene buena pinta el sitio, Mogu.— Confirmó la chica.