18/04/2016, 22:08
—No...
El bajito pelirrojo que se había acercado a ellos con total naturalidad respondió sin arrugarse a la feroz interrogante de Katame.
—... puede...
Replicó, guasón, y Anzu pudo ver cómo las cicatrices en el rostro del jefazo tuerto se tensaban de ira. Probablemente, aguantar una broma así y que dos críos intentasen tomarle el pelo en la misma noche, era demasiado para él.
—... ser.
Con un sello, el extraño deshizo su Henge; y Anzu se quedó sin aliento. De no ser porque tenía unos músculos fuertes, se habría meado encima allí mismo. El extraño era, en realidad, aquel tío del que Datsue se había disfrazado —solo que en versión original da mucho más miedo—. Su compañero Uchiha ni siquiera había sabido imitar el rostro de aquel hombre, que en carne y hueso parecía cansado y temible al mismo tiempo. Era como un guerrero caído en desgracia que se hubiera pateado todas las tabernas de la ciudad. Herido, apenas una sombra de lo que un día pudo ser, pero todavía peligroso.
Katame abrió tanto la boca que la kunoichi no pudo evitar soltar una carcajada. Fue involuntaria, y al momento se arrepintió, pero la imagen de aquel guerrero fiero y sádico desencajándose la mandíbula era del todo cómica.
El famoso Haskoz la examinó de arriba a abajo brevemente, y luego sus ojos se posaron en Datsue, a quien Katame todavía mantenía alzado, sujeto por la camisa.
—Esta noche no ha empezado muy bien. Si esto es otra burla, te juro que... —se interrumpió de repente, como si acabara de ver un detalle que debía haber obviado—. Claro que eres tú. Ni siquiera el mejor Henge del mundo podría pintarte tan feo como eres en realidad.
Por momentos el ambiente pareció relajarse, y Anzu, una mera espectadora en aquella tragedia griega —que quizás acabara bien para ellos— no pudo sino clavar la vista en Haskoz con nerviosismo. 'Yo me ocuparé de ellos', puede ser bueno y malo. A juzgar por cómo respetan a este tío, no creo que sea una hermanita de la caridad. Pero claro, Datsue debe haber tenido algún motivo de peso para transformarse en él como primera opción. ¿Y si es un amigo? ¿Un antiguo sensei? ¿Un pariente lejano? ¿Un...?
De repente, el joven Uchiha convulsionó violentamente, y de su boca salió un chorro apestoso de sopa a medio digerir y bocados de pescado sin masticar.
Adiós, mundo cruel.
Anzu cerró los ojos y sólo se atrevió a abrirlos segundos después, al escuchar un golpe fortísimo al lado suya. Katame estaba cubierto de vómito y había lanzado con fuerza al gennin contra el suelo; su ojo sano lo examinó con una furia demoníaca.
—Este no. Este es mío. Por Amaterasu la furcia y Susanoo el putero que este es mío —cerró el ojo, inspirando con fuerza—. ¡FUERA! —los clientes del establecimiento, que habían observado con curiosidad la escena, tardaron en darse cuenta de que se refería a ellos—. He... dicho... ¡QUE TODOS FUERA!
La Yotsuki nunca creyó que tanta gente pudiera desaparecer tan rápido. Antes de que Katame abriese su ojo, estaban solos. Aquel psicópata, el tal Haskoz, Datsue medio inconsciente, y ella. La kunoichi más estúpida de Takigakure. ¡Qué digo, de todo Oonindo! Interrumpió sus pensamientos cuando vio a Katame avanzar un paso. Un único paso, firme, decidido, mortal. Con una calma aterradora, se agachó para acercar su rostro al del joven Uchiha.
—¡Colega!... Estás muerto.
El bajito pelirrojo que se había acercado a ellos con total naturalidad respondió sin arrugarse a la feroz interrogante de Katame.
—... puede...
Replicó, guasón, y Anzu pudo ver cómo las cicatrices en el rostro del jefazo tuerto se tensaban de ira. Probablemente, aguantar una broma así y que dos críos intentasen tomarle el pelo en la misma noche, era demasiado para él.
—... ser.
Con un sello, el extraño deshizo su Henge; y Anzu se quedó sin aliento. De no ser porque tenía unos músculos fuertes, se habría meado encima allí mismo. El extraño era, en realidad, aquel tío del que Datsue se había disfrazado —solo que en versión original da mucho más miedo—. Su compañero Uchiha ni siquiera había sabido imitar el rostro de aquel hombre, que en carne y hueso parecía cansado y temible al mismo tiempo. Era como un guerrero caído en desgracia que se hubiera pateado todas las tabernas de la ciudad. Herido, apenas una sombra de lo que un día pudo ser, pero todavía peligroso.
Katame abrió tanto la boca que la kunoichi no pudo evitar soltar una carcajada. Fue involuntaria, y al momento se arrepintió, pero la imagen de aquel guerrero fiero y sádico desencajándose la mandíbula era del todo cómica.
El famoso Haskoz la examinó de arriba a abajo brevemente, y luego sus ojos se posaron en Datsue, a quien Katame todavía mantenía alzado, sujeto por la camisa.
—Esta noche no ha empezado muy bien. Si esto es otra burla, te juro que... —se interrumpió de repente, como si acabara de ver un detalle que debía haber obviado—. Claro que eres tú. Ni siquiera el mejor Henge del mundo podría pintarte tan feo como eres en realidad.
Por momentos el ambiente pareció relajarse, y Anzu, una mera espectadora en aquella tragedia griega —que quizás acabara bien para ellos— no pudo sino clavar la vista en Haskoz con nerviosismo. 'Yo me ocuparé de ellos', puede ser bueno y malo. A juzgar por cómo respetan a este tío, no creo que sea una hermanita de la caridad. Pero claro, Datsue debe haber tenido algún motivo de peso para transformarse en él como primera opción. ¿Y si es un amigo? ¿Un antiguo sensei? ¿Un pariente lejano? ¿Un...?
De repente, el joven Uchiha convulsionó violentamente, y de su boca salió un chorro apestoso de sopa a medio digerir y bocados de pescado sin masticar.
Adiós, mundo cruel.
Anzu cerró los ojos y sólo se atrevió a abrirlos segundos después, al escuchar un golpe fortísimo al lado suya. Katame estaba cubierto de vómito y había lanzado con fuerza al gennin contra el suelo; su ojo sano lo examinó con una furia demoníaca.
—Este no. Este es mío. Por Amaterasu la furcia y Susanoo el putero que este es mío —cerró el ojo, inspirando con fuerza—. ¡FUERA! —los clientes del establecimiento, que habían observado con curiosidad la escena, tardaron en darse cuenta de que se refería a ellos—. He... dicho... ¡QUE TODOS FUERA!
La Yotsuki nunca creyó que tanta gente pudiera desaparecer tan rápido. Antes de que Katame abriese su ojo, estaban solos. Aquel psicópata, el tal Haskoz, Datsue medio inconsciente, y ella. La kunoichi más estúpida de Takigakure. ¡Qué digo, de todo Oonindo! Interrumpió sus pensamientos cuando vio a Katame avanzar un paso. Un único paso, firme, decidido, mortal. Con una calma aterradora, se agachó para acercar su rostro al del joven Uchiha.
—¡Colega!... Estás muerto.