18/04/2016, 22:13
Juro notó que algo iba mal en cuanto pronunció sus palabras, aunque no logró entender el que. ¿Le había llamado mal? ¿Había sido poco respetuoso? Naomi le contestó con la misma amabilidad que siempre, aunque seguía notando algo raro en esos dos... Kazuma parecía excesivamente callado.
—Efectivamente —dijo Naomi—. Soy la responsable de que se desarrolle como una persona de bien y de evitar que se meta en problemas innecesarios ¿Cierto, Kazuma-sama?
—Esto… Sí, algo así. — contestó Kazuma, dando largas evidentes.
— Entiendo... — a Juro le pareció similar a su hermana, pero esos dos no parecían compartir lazos de sangre.
Se preguntó durante unos momentos como se habrían conocido, o como es que Naomi tenía tanta dedicación hacia Kazuma. Podría haber preguntado algo así sin fallar otra vez, pero Kazuma decidió que ya era hora de firmar su sentencia de muerte.
De todas formas, a pesar de las circunstancias es un gusto el conocerte Katsue-san. Si mi memoria no falla, mi compañero jamás dio indicios o pistas de poseer una hermana. Es una lástima, ya que de haberme hablado de ti hubiese reconocido tan agraciados rasgos al instante de verte.
"¿No lo hice?" — se preguntó Juro, confuso. Juraría haberlo hecho. ¿Pero por qué Kazuma iba a mentir?
— Bueno, yo... — empezó a decir, con cara de carnero degollado.
El gesto de Katsue se torció durante unos segundos, hasta volverse una gran sonrisa. Hasta una risiilla se escapó por su joven y bello rostro, quien sabe si fue por lo dicho por Kazuma.
— Juro suele hacerlo todo el tiempo. Por alguna razón, tiene miedo de que espante a sus amigos... — dijo dulcemente, asustando a Juro. El tono dulce que utilizó para decirlo no era algo que Katsue usara muy a menudo... — Creo que tiene de decirles acerca de las palizas que le doy cuando intenta desafiarme, mi habilidad superior con el látigo a la suya, las broncas que le echaba por mearse en la cama hace uno o dos años, como llora cuando le quito su bufanda...
— ¡Katsue!
Pero no tuvo tiempo de hablar. El látigo dorado restalló violentamente sobre el brazo derecho de Juro, que estaba colgando fuera de la cama por su vagueza. Juro aguantó como pudo las ganas de gritar, enterrando la cabeza en la almohada.
— ¿Veis? ¿Lo habéis visto con el látigo? Se me da mucho mejor... — explicó, con un tono mordaz. Luego, se acercó a la camilla de Juro.
— Necesito una guardiana... — murmuró Juro, aun sin recuperarse del golpe.
— Ya me tienes a mi, hermanito — Katsue le dio un abrazo, un abrazo con la fuerza suficiente como para estrangularlo durante uno segundos. Después, volvió a su tono respetuoso de siempre y se dirigió hacia los invitados — Hay que ver como son estos chicos, Naomi-san... ¿Te gustaría probar? Te puedo enseñar, es muy sencillo.
Lo peor de todo es que el látigo dorado aun seguía en las manos de Katsue.
—Efectivamente —dijo Naomi—. Soy la responsable de que se desarrolle como una persona de bien y de evitar que se meta en problemas innecesarios ¿Cierto, Kazuma-sama?
—Esto… Sí, algo así. — contestó Kazuma, dando largas evidentes.
— Entiendo... — a Juro le pareció similar a su hermana, pero esos dos no parecían compartir lazos de sangre.
Se preguntó durante unos momentos como se habrían conocido, o como es que Naomi tenía tanta dedicación hacia Kazuma. Podría haber preguntado algo así sin fallar otra vez, pero Kazuma decidió que ya era hora de firmar su sentencia de muerte.
De todas formas, a pesar de las circunstancias es un gusto el conocerte Katsue-san. Si mi memoria no falla, mi compañero jamás dio indicios o pistas de poseer una hermana. Es una lástima, ya que de haberme hablado de ti hubiese reconocido tan agraciados rasgos al instante de verte.
"¿No lo hice?" — se preguntó Juro, confuso. Juraría haberlo hecho. ¿Pero por qué Kazuma iba a mentir?
— Bueno, yo... — empezó a decir, con cara de carnero degollado.
El gesto de Katsue se torció durante unos segundos, hasta volverse una gran sonrisa. Hasta una risiilla se escapó por su joven y bello rostro, quien sabe si fue por lo dicho por Kazuma.
— Juro suele hacerlo todo el tiempo. Por alguna razón, tiene miedo de que espante a sus amigos... — dijo dulcemente, asustando a Juro. El tono dulce que utilizó para decirlo no era algo que Katsue usara muy a menudo... — Creo que tiene de decirles acerca de las palizas que le doy cuando intenta desafiarme, mi habilidad superior con el látigo a la suya, las broncas que le echaba por mearse en la cama hace uno o dos años, como llora cuando le quito su bufanda...
— ¡Katsue!
Pero no tuvo tiempo de hablar. El látigo dorado restalló violentamente sobre el brazo derecho de Juro, que estaba colgando fuera de la cama por su vagueza. Juro aguantó como pudo las ganas de gritar, enterrando la cabeza en la almohada.
— ¿Veis? ¿Lo habéis visto con el látigo? Se me da mucho mejor... — explicó, con un tono mordaz. Luego, se acercó a la camilla de Juro.
— Necesito una guardiana... — murmuró Juro, aun sin recuperarse del golpe.
— Ya me tienes a mi, hermanito — Katsue le dio un abrazo, un abrazo con la fuerza suficiente como para estrangularlo durante uno segundos. Después, volvió a su tono respetuoso de siempre y se dirigió hacia los invitados — Hay que ver como son estos chicos, Naomi-san... ¿Te gustaría probar? Te puedo enseñar, es muy sencillo.
Lo peor de todo es que el látigo dorado aun seguía en las manos de Katsue.