18/04/2016, 23:46
La joven Hyuga miraba frente a frente a aquel muchacho de cabello azabache, era un chico bastante extraño y no precisamente por su forma de vestir. Mitsuki le miraba fijamente, clavando sus blanquecinos ojos en los azules orbes de su interlocutor mientras esperaba una respusta que parecía no llegar nunca.
—¿Te...— estaba apunto de preguntarle si se encontraba bien cuando el chico cogío carrerilla, como si de un juguete de cuerda al que tensas demasiado y se atasca un poco justo antes de arrancar y salir disparado. No se le ocurría mejor comparación a la peliblanca para definir el arranque de su interlocutor que a pesar de todo, se trababa un poco al hablar. ¿Sería tartamudo? Mejor quedarse con la duda que incomodar al recién presentado Rico, no era de buena educación lanzar ese tipo de cuestiones a personas que se acabasen de conocer ——Encantada Haiso Riko— la joven hizo una pequeña reverencia en señal de saludo. Al recuperar la verticalidad pudo ver como el chico se estaba poniendo totalmente rojo
——¿Te encuentras bien? Parece que tienes un poco de fiebre— la peliblanca se adelantó un poco elevando su mano hasta ponerla en la frente del chico para comprobar si este se encontraba enfermo —Parece que no— señaló la joven retirando la mano suavemente
——Disculpad el retraso— el anciano señor Cheng apareció con una pequeña bandaje con tres tazas de cerámica, llenas hasta el borde con té verde —He hecho té para todos— indicó el anciano mientras se sentaba al borde la tarima que se lazaba apenas unos palmos sobre el suelo del jardín. Colocó la bandeja a su lado y se acomodó mientras indicaba a los dos que se acercasen —Vamos, vamos, so sean tímidos ahora. Sirvanse por favor— pidió el anciano
Mitsuki que se había volteado al escuchar la voz del anciano se acercó hasta éste para tomar asiento al lado del mismo, justo al otro lado de la bandeja mientras agarraba una de las tazas ——Le agradezco el detalle, Señor Cheng— hizo una pequeña inclinación de la cabeza sobre la taza en señal de agradecimiento antes de llevársela a los labios y dar un buen sorbo ——Está delicioso—
—Me alegro de que te guste, es mi té especial. Lo cultivo yo mismo— dijo mientras señalaba a una pequeña extensión del jardín donde tenía unos pequeños árboles de té —¡Vamos muchacho, que no te de verguenza!— animo el anciano al chico de rastas azabache —Por cierto chico, te veo un poco colorado... ¿te encuentras bien?—
—A mí también me lo pareció, pero le tomé la temperatura y parece que no tiene fiebre— señaló la joven
—Vaya, que chica tan atenta. ¡Qué bien os tienen que cuidar en Uzu si son todas así! JAJAJA— bromeo el anciano
—¿Te...— estaba apunto de preguntarle si se encontraba bien cuando el chico cogío carrerilla, como si de un juguete de cuerda al que tensas demasiado y se atasca un poco justo antes de arrancar y salir disparado. No se le ocurría mejor comparación a la peliblanca para definir el arranque de su interlocutor que a pesar de todo, se trababa un poco al hablar. ¿Sería tartamudo? Mejor quedarse con la duda que incomodar al recién presentado Rico, no era de buena educación lanzar ese tipo de cuestiones a personas que se acabasen de conocer ——Encantada Haiso Riko— la joven hizo una pequeña reverencia en señal de saludo. Al recuperar la verticalidad pudo ver como el chico se estaba poniendo totalmente rojo
——¿Te encuentras bien? Parece que tienes un poco de fiebre— la peliblanca se adelantó un poco elevando su mano hasta ponerla en la frente del chico para comprobar si este se encontraba enfermo —Parece que no— señaló la joven retirando la mano suavemente
——Disculpad el retraso— el anciano señor Cheng apareció con una pequeña bandaje con tres tazas de cerámica, llenas hasta el borde con té verde —He hecho té para todos— indicó el anciano mientras se sentaba al borde la tarima que se lazaba apenas unos palmos sobre el suelo del jardín. Colocó la bandeja a su lado y se acomodó mientras indicaba a los dos que se acercasen —Vamos, vamos, so sean tímidos ahora. Sirvanse por favor— pidió el anciano
Mitsuki que se había volteado al escuchar la voz del anciano se acercó hasta éste para tomar asiento al lado del mismo, justo al otro lado de la bandeja mientras agarraba una de las tazas ——Le agradezco el detalle, Señor Cheng— hizo una pequeña inclinación de la cabeza sobre la taza en señal de agradecimiento antes de llevársela a los labios y dar un buen sorbo ——Está delicioso—
—Me alegro de que te guste, es mi té especial. Lo cultivo yo mismo— dijo mientras señalaba a una pequeña extensión del jardín donde tenía unos pequeños árboles de té —¡Vamos muchacho, que no te de verguenza!— animo el anciano al chico de rastas azabache —Por cierto chico, te veo un poco colorado... ¿te encuentras bien?—
—A mí también me lo pareció, pero le tomé la temperatura y parece que no tiene fiebre— señaló la joven
—Vaya, que chica tan atenta. ¡Qué bien os tienen que cuidar en Uzu si son todas así! JAJAJA— bromeo el anciano