20/04/2016, 15:08
—Eso es, ahí está. Ahí está. Estaba empezando a creer que no lo sacarías, maldito bastardo.
Haskoz se mantuvo impertérrito, observando cada movimiento de su contrincante, cada músculo, cada nervio... Nada escapaba a su Mangekyō Sharingan.
—Siempre te creíste mejor. Nos mirabas por encima del hombro... ¡A todos! ¿Y por qué? Ah, yo sé por qué... —Katame paladeó cada sílaba, con rabia y gozo al mismo tiempo—. Porque tú tenías esos ojos.
De pronto, captó un destello del acero de Katame, y automáticamente la diestra de Haskoz voló a su encuentro, entrechocando el canto del hacha con la wakizashi. Sin embargo, la muñeca de Haskoz se dobló, floja, y el acero sobrepasó el nage ono obligando al Uchiha a doblar la espalda hacia atrás para ver como la punta de la espada trazaba un arco a escasos milímetros de su rostro, escurriéndose de la estocada como un pez en el agua.
Al mismo tiempo, sin embargo, su nage ono, que había dado una vuelta de 360 grados alrededor de su mano, se colocó a espaldas de la wakizashi y enganchó su acero entre la hoja y el mango del hacha, para acto seguido realizar un inteligente giro de muñeca potenciado por chakra para desarmar a Katame en una bonita floritura.
No, su muñeca no había flojeado. Nunca lo hacía.
Haskoz dio un pequeño paso atrás. Quizá ahora era el momento ideal para destrozar a Katame, pero había sido su camarada, su compañero de armas, y la palabra paciencia todavía estaba grabada en la retina de sus ojos…
—¡Uchiha Haskoz! ¡El cabronazo más temible de este rincón de Oonindo! Los demás estábamos acostumbrados a ser poco más que tu sombra, pero para tí.... Para tí debió ser muy duro fracasar.
Paciencia, paciencia. Eso se repetía una y otra vez. ¿Pero a quién quería engañar? Era demasiado viejo para cambiar.
Dejó caer el hacha, que emitió un sonido metálico al chocar contra el suelo. Entonces, pese a que Haskoz todavía se mantenía en una aparente calma, Katame pudo captar algo distinto en sus ojos: le miraba con impaciencia, como si estuviese ansioso por comer y él fuese su comida.
—¿Qué es lo que pretendes, Katame? —preguntó, mientras una capa de color púrpura empezaba a envolverle. Poco a poco, la capa fue ganando en consistencia, hasta que todos pudieron ver como una especie de costillas de considerable tamaño se materializaban alrededor de su cuerpo, envolviéndolo en su manto protector—. ¿Pretendes que te mate?
Datsue, por otra parte, no daba crédito a lo que veían sus ojos. Como un niño pequeño, dio un par de tirones al pantalón de Anzu para llamar su atención.
—¿Ves lo mismo que yo? —preguntó, con un hilo de voz. Esta debe ser otra de las alucinaciones del omoide. Seguro...
Haskoz se mantuvo impertérrito, observando cada movimiento de su contrincante, cada músculo, cada nervio... Nada escapaba a su Mangekyō Sharingan.
—Siempre te creíste mejor. Nos mirabas por encima del hombro... ¡A todos! ¿Y por qué? Ah, yo sé por qué... —Katame paladeó cada sílaba, con rabia y gozo al mismo tiempo—. Porque tú tenías esos ojos.
De pronto, captó un destello del acero de Katame, y automáticamente la diestra de Haskoz voló a su encuentro, entrechocando el canto del hacha con la wakizashi. Sin embargo, la muñeca de Haskoz se dobló, floja, y el acero sobrepasó el nage ono obligando al Uchiha a doblar la espalda hacia atrás para ver como la punta de la espada trazaba un arco a escasos milímetros de su rostro, escurriéndose de la estocada como un pez en el agua.
Al mismo tiempo, sin embargo, su nage ono, que había dado una vuelta de 360 grados alrededor de su mano, se colocó a espaldas de la wakizashi y enganchó su acero entre la hoja y el mango del hacha, para acto seguido realizar un inteligente giro de muñeca potenciado por chakra para desarmar a Katame en una bonita floritura.
No, su muñeca no había flojeado. Nunca lo hacía.
Haskoz dio un pequeño paso atrás. Quizá ahora era el momento ideal para destrozar a Katame, pero había sido su camarada, su compañero de armas, y la palabra paciencia todavía estaba grabada en la retina de sus ojos…
—¡Uchiha Haskoz! ¡El cabronazo más temible de este rincón de Oonindo! Los demás estábamos acostumbrados a ser poco más que tu sombra, pero para tí.... Para tí debió ser muy duro fracasar.
Paciencia, paciencia. Eso se repetía una y otra vez. ¿Pero a quién quería engañar? Era demasiado viejo para cambiar.
Dejó caer el hacha, que emitió un sonido metálico al chocar contra el suelo. Entonces, pese a que Haskoz todavía se mantenía en una aparente calma, Katame pudo captar algo distinto en sus ojos: le miraba con impaciencia, como si estuviese ansioso por comer y él fuese su comida.
—¿Qué es lo que pretendes, Katame? —preguntó, mientras una capa de color púrpura empezaba a envolverle. Poco a poco, la capa fue ganando en consistencia, hasta que todos pudieron ver como una especie de costillas de considerable tamaño se materializaban alrededor de su cuerpo, envolviéndolo en su manto protector—. ¿Pretendes que te mate?
Datsue, por otra parte, no daba crédito a lo que veían sus ojos. Como un niño pequeño, dio un par de tirones al pantalón de Anzu para llamar su atención.
—¿Ves lo mismo que yo? —preguntó, con un hilo de voz. Esta debe ser otra de las alucinaciones del omoide. Seguro...
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado