29/04/2016, 15:53
"Fama y dinero" replicó su compañero comensal, con un desdén que apenas podía ocultar. La manera en que lo dijo casi parecía delatar una mala imagen de la chica, quizás por lo que dijo en un principio. Pero esa imagen pareció cambiar drásticamente cuando ésta empezó a explicarse. Era obvio, no puedes tachar de nada un libro tan solo por ver la portada. Sus ojos se abrieron como platos al escuchar sus motivos, quizás le sonó algo grave, o meramente no lo esperaba. Entre palabras, hasta mencionó que sus propósitos si que tenían parte heroica. Razón no le faltaba, aunque esa acción heroica era en pos de salvar su mas preciado tesoro, por tanto también era un sentimiento egoísta.
—Así es, es la mejor manera de avanzar hacia ese objetivo.— Afirmó a lo dicho acerca de las misiones y entrenamientos.
La verdad, poco tardó el joven en preguntar cuál era el problema con su familiar. No era de extrañar, si una persona dejaba caer un problema familiar que la había llevado incluso a ser shinobi, qué mínimo que un poco de modestia y formalismo, y preguntarle qué había pasado. Sin embargo, la chica tampoco era de soltar cosas como esas a casi un desconocido, esas cosas son personales e intransferibles, por dañinas que sean.
Dejó caer un suspiro profundo, y hasta demasiado exagerado. —Mogu, no es algo de lo que me apetezca hablar ahora mismo... Si no estoy entrenando o de misión, es porque necesito también un poco de relajación de vez en cuando. No me agradaría nada estropear un rato de tranquilidad rememorando eso...
Dejó caer su codo, hincandolo en la mesa en un leve golpe casi insonoro, y sobre su mano reposó parte de la mejilla. Su mirada se desvió, y buscó refugio en los paisajes que decoraban las paredes del recinto. Sus ojos no reflejaban mas que tristeza, en un matiz seco del color de la sangre. Difícil, pero no imposible.
—A veces pienso que no existe ningún tipo de Dios...— Escupió con el corazón en la mano. —O si de verdad existe... Esa deidad es auténticamente sádica. Le encanta joder a las personas... Reírse de sus males, mofarse de sus miserias, regodearse en su sufrimiento...
De nuevo dejó escapar todo su aliento en un suspiro.
—Así es, es la mejor manera de avanzar hacia ese objetivo.— Afirmó a lo dicho acerca de las misiones y entrenamientos.
La verdad, poco tardó el joven en preguntar cuál era el problema con su familiar. No era de extrañar, si una persona dejaba caer un problema familiar que la había llevado incluso a ser shinobi, qué mínimo que un poco de modestia y formalismo, y preguntarle qué había pasado. Sin embargo, la chica tampoco era de soltar cosas como esas a casi un desconocido, esas cosas son personales e intransferibles, por dañinas que sean.
Dejó caer un suspiro profundo, y hasta demasiado exagerado. —Mogu, no es algo de lo que me apetezca hablar ahora mismo... Si no estoy entrenando o de misión, es porque necesito también un poco de relajación de vez en cuando. No me agradaría nada estropear un rato de tranquilidad rememorando eso...
Dejó caer su codo, hincandolo en la mesa en un leve golpe casi insonoro, y sobre su mano reposó parte de la mejilla. Su mirada se desvió, y buscó refugio en los paisajes que decoraban las paredes del recinto. Sus ojos no reflejaban mas que tristeza, en un matiz seco del color de la sangre. Difícil, pero no imposible.
—A veces pienso que no existe ningún tipo de Dios...— Escupió con el corazón en la mano. —O si de verdad existe... Esa deidad es auténticamente sádica. Le encanta joder a las personas... Reírse de sus males, mofarse de sus miserias, regodearse en su sufrimiento...
De nuevo dejó escapar todo su aliento en un suspiro.