3/05/2016, 23:24
Conforme la chica exhaló ese último suspiro, su compañero pareció decidirse en sacarle al menos una sonrisa. A lo mejor se había arrepentido de haberla hecho recordar un pasado amargo, y se tomó la libertad de endulzar ese duro recuerdo. Lejos de cantar una canción alegre, o simplemente contar un sencillo chiste, el médico se fue a sacar una especie de monologo que relataba una historia sobre un monje. El tipo de relato lo calificó como "Rakugo", y sin duda era bastante animado. Para ambientarlo bien, hasta se armó con unos palillos, servilletas, y todo tipo de voces.
Al principio la chica no entendía bien que trataba de hacer Mogura, pero tampoco quiso detenerlo. Las historias siempre enseñan algo, o al menos entretienen; justo lo que necesitaba en un momento como ese, y que le haría entrar de nuevo en un estado de ánimo mas relajado. Takuan y el monje eran unos auténticos aventureros, y ni las mayores tormentas de la historia podían hundirlos frente a un rezo... aunque todo parecía haber comenzado con una fábula hacia una Deidad. Fuese demonio o benevolente dios, los azotes cesaron, y el que una vez había sido guerrero, y tras ello monje, comentó que dejaría de rezar y se dedicaría a la ganadería.
« ¿Y ya está...? ¿Eso es el final? ¿Al final deja de rezar y se hace granjero...? ¿Por qué? No entiendo nada... »
La chica había quedado apoyada sobre sus mejillas, suspendida sobre la mesa tan solo sobre las palmas de sus manos, que tenía estratégicamente colocadas bajo el mentón. Realmente el joven había logrado llamar su atención, aunque quizás el final podía haberlo elaborado un poco mas. Justo tras acabar, preguntó si podía dedicarse a ese tipo de monólogos o debía continuar con los libros de medicina.
—Supongo que los libros de medicina no están del todo mal...— Comentó con una mueca, conteniéndose la risa. —Es broma! La verdad es que me ha gustado bastante jajaja.
Aunque la verdad, pese a que le había gustado la manera en que el chico desenvolvió la historia y sus gesticulaciones, así como sus voces, no terminaba de entender el propósito de la misma. Un guerrero que se había convertido a monje, terminaba tirando la toalla hacia su fé por haberse visto arrastrado a una tormenta a causa de sus rezos... ¿Era eso? No, la verdad es que no lo había entendido.
La chica volvió a una compostura normal, se reclinó un poco, y terminó topando con el respaldo de madera de la silla con su propia espalda. Entre tanto, terminó jugando con sus piernas, balanceándolas una a una en una lenta y calmada sucesión de vaivenes. Alzó su dedo indice, dispuesto con la mano diestra, y pareció intentar acaparar la atención de su compañero. —Así que lo único que tengo que hacer, es hacerme granjera y dejar de lado a esos estúpidos dioses. Así no habrán mas problemas. ¿Verdad?
No pudo evitar mostrar de nuevo esa mueca de risa, que terminó en una leve carcajada tras escasos segundos.
Al principio la chica no entendía bien que trataba de hacer Mogura, pero tampoco quiso detenerlo. Las historias siempre enseñan algo, o al menos entretienen; justo lo que necesitaba en un momento como ese, y que le haría entrar de nuevo en un estado de ánimo mas relajado. Takuan y el monje eran unos auténticos aventureros, y ni las mayores tormentas de la historia podían hundirlos frente a un rezo... aunque todo parecía haber comenzado con una fábula hacia una Deidad. Fuese demonio o benevolente dios, los azotes cesaron, y el que una vez había sido guerrero, y tras ello monje, comentó que dejaría de rezar y se dedicaría a la ganadería.
« ¿Y ya está...? ¿Eso es el final? ¿Al final deja de rezar y se hace granjero...? ¿Por qué? No entiendo nada... »
La chica había quedado apoyada sobre sus mejillas, suspendida sobre la mesa tan solo sobre las palmas de sus manos, que tenía estratégicamente colocadas bajo el mentón. Realmente el joven había logrado llamar su atención, aunque quizás el final podía haberlo elaborado un poco mas. Justo tras acabar, preguntó si podía dedicarse a ese tipo de monólogos o debía continuar con los libros de medicina.
—Supongo que los libros de medicina no están del todo mal...— Comentó con una mueca, conteniéndose la risa. —Es broma! La verdad es que me ha gustado bastante jajaja.
Aunque la verdad, pese a que le había gustado la manera en que el chico desenvolvió la historia y sus gesticulaciones, así como sus voces, no terminaba de entender el propósito de la misma. Un guerrero que se había convertido a monje, terminaba tirando la toalla hacia su fé por haberse visto arrastrado a una tormenta a causa de sus rezos... ¿Era eso? No, la verdad es que no lo había entendido.
La chica volvió a una compostura normal, se reclinó un poco, y terminó topando con el respaldo de madera de la silla con su propia espalda. Entre tanto, terminó jugando con sus piernas, balanceándolas una a una en una lenta y calmada sucesión de vaivenes. Alzó su dedo indice, dispuesto con la mano diestra, y pareció intentar acaparar la atención de su compañero. —Así que lo único que tengo que hacer, es hacerme granjera y dejar de lado a esos estúpidos dioses. Así no habrán mas problemas. ¿Verdad?
No pudo evitar mostrar de nuevo esa mueca de risa, que terminó en una leve carcajada tras escasos segundos.