4/05/2016, 23:57
El gesto de reprobación hacía las palabras de la empleada por parte de Katomi se hacía bastante claro. Sin siquiera mediar palabras la muchacha se había dado a entender y Karamaru lo había captado sin problemas y solamente pudo soltar una sonrisa de gracia. No sabía que decir en ese momento, solamente había que esperar a que su pedido estuviese listo y ya. Probablemente sería un momento un poco incómodo pero la peliblanca lo impidió y rompió el corto silencio.
Es irónico. El cliente siempre tiene la razón, pero si no escuchan a la clientela, son ellos los que la llevan... ¿no? Quizás ni sea la comida mas picante de la aldea, no creo que hayan escuchado la opinión de los comensales...
Parecía mentira pero Karamaru estaba de acuerdo. Tal vez por primera vez concordaba completamente con lo dicho por la kunoichi, suficientemente de acuerdo como para sentirse orgulloso de responder a tal comentario.
Sin lugar a dudas. Dudo que en un lugar tan atareado como lo es esta ciudad les importe mucho lo que opinen los compradores. Después de todo, con la cantidad de gente que vive aquí no creo que les duela mucho perder a un cliente más que casual.
Pero también hay que mirar un poco sus intenciones, ¿No? Seguramente no es la comida más picante pero con algo deben de hacer publicidad. Viven a sus clientes y su dinero, de alguna manera los tienen que atraer.
Karamaru dejaba el momento para que Katomi respondiese pero justo después de terminar sus palabras la morocha se hizo presente con un palito en cada mano y tres bolas de color caramelo incrustados en ellos.
He aquí las delicias de la casa. Son tan solo unos dos ryos cada uno.
El monje, lejos de acordarse en que Katomi era la que iba a invitar, metió la mano en su bolsillo y si nada se lo impedía dejaría dos monedas sobre el mostrador y tomaría el alimento para dirigirse a la salida del lugar.
Es irónico. El cliente siempre tiene la razón, pero si no escuchan a la clientela, son ellos los que la llevan... ¿no? Quizás ni sea la comida mas picante de la aldea, no creo que hayan escuchado la opinión de los comensales...
Parecía mentira pero Karamaru estaba de acuerdo. Tal vez por primera vez concordaba completamente con lo dicho por la kunoichi, suficientemente de acuerdo como para sentirse orgulloso de responder a tal comentario.
Sin lugar a dudas. Dudo que en un lugar tan atareado como lo es esta ciudad les importe mucho lo que opinen los compradores. Después de todo, con la cantidad de gente que vive aquí no creo que les duela mucho perder a un cliente más que casual.
Pero también hay que mirar un poco sus intenciones, ¿No? Seguramente no es la comida más picante pero con algo deben de hacer publicidad. Viven a sus clientes y su dinero, de alguna manera los tienen que atraer.
Karamaru dejaba el momento para que Katomi respondiese pero justo después de terminar sus palabras la morocha se hizo presente con un palito en cada mano y tres bolas de color caramelo incrustados en ellos.
He aquí las delicias de la casa. Son tan solo unos dos ryos cada uno.
El monje, lejos de acordarse en que Katomi era la que iba a invitar, metió la mano en su bolsillo y si nada se lo impedía dejaría dos monedas sobre el mostrador y tomaría el alimento para dirigirse a la salida del lugar.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘