7/05/2016, 11:07
—¿Y tú crees que no habrá preferido oler a caca de vaca por un día con tal de huir de nosotros? Parecía bastante desesperado cuando nos abordó en el puesto de ramen —dijo Daruu—. Puedo crear un puente con madera o una plataforma sobre la que movernos y cruzar. No sólo nos moveremos más rápido que él si ha decidido meterse ahí, sino que además no apestaremos más todavía de lo que ya debemos apestar cuando salgamos de aquí.
Anzu abrió los ojos de tal manera que parecía que fuesen a escapar de sus órbitas.
—¿Y eso aguantará nuestro peso? —preguntó, escéptica.
Después cerró la boca, que se le había quedado muy abierta, y se obligó a sí misma a unir cabos. Ya había visto a Daruu utilizando aquella misteriosa habilidad para crear primero un muñeco de entrenamiento, y luego una columna lo bastante resistente como para elevarlos varios metros a ellos y a un pesado contenedor de basura. Evidentemente, crear una balsa improvisada podía perfectamente estar dentro de las capacidades de aquel chico... Se sintió estúpida por preguntar.
Sea como fuere, Jin asintió con gesto pensativo, e hizo un amplio gesto con el brazo, abarcando el ancho canal de aguas residuales, que parecía querer decir: 'todo tuyo'.
La Yotsuki, por su parte, pasó de la vergüenza por su tonta pregunta, a la vergüenza ante la idea de que Daruu se llevase toda la gloria en aquella 'misión'. Si, no era una misión oficial en absoluto, pero incluso en aquella situación, Anzu era una chiquilla deseosa de probarse a sí misma y ante los demás. Brazos en cruz, empezó a pensar cómo podía ella también exponer una brillante idea que solucionase alguno de los múltiples problemas a los que se estaban enfrentando. La kunoichi parecía tan concentrada que en cualquier momento le iba a estallar la cabeza...
Sandalias de madera... ¡Eso es!
—Tengo una idea para localizar a Satoru —enunció, triunfante—. Has dicho que lleva sandalias de madera, ¿no? —interpeló al grueso mercenario, que asintió con cara de no saber por dónde iban los tiros—. Pues verás, resulta que aquí la menda tiene un oído fino, fino. Un calzado como ese debe hacer mucho ruido al pisar sobre este suelo de piedra... —ilustró su teoría dando un par de zapatazos, que retumbaron en el túnel y cuyo eco se perdió en la oscuridad—. Pues bien, imagináos el alboroto que debe hacer un tipo corriendo por estos túneles.
Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Anzu, que esperó, brazos en jarra, a que los dos machos la reconociesen por su genial deducción.
Anzu abrió los ojos de tal manera que parecía que fuesen a escapar de sus órbitas.
—¿Y eso aguantará nuestro peso? —preguntó, escéptica.
Después cerró la boca, que se le había quedado muy abierta, y se obligó a sí misma a unir cabos. Ya había visto a Daruu utilizando aquella misteriosa habilidad para crear primero un muñeco de entrenamiento, y luego una columna lo bastante resistente como para elevarlos varios metros a ellos y a un pesado contenedor de basura. Evidentemente, crear una balsa improvisada podía perfectamente estar dentro de las capacidades de aquel chico... Se sintió estúpida por preguntar.
Sea como fuere, Jin asintió con gesto pensativo, e hizo un amplio gesto con el brazo, abarcando el ancho canal de aguas residuales, que parecía querer decir: 'todo tuyo'.
La Yotsuki, por su parte, pasó de la vergüenza por su tonta pregunta, a la vergüenza ante la idea de que Daruu se llevase toda la gloria en aquella 'misión'. Si, no era una misión oficial en absoluto, pero incluso en aquella situación, Anzu era una chiquilla deseosa de probarse a sí misma y ante los demás. Brazos en cruz, empezó a pensar cómo podía ella también exponer una brillante idea que solucionase alguno de los múltiples problemas a los que se estaban enfrentando. La kunoichi parecía tan concentrada que en cualquier momento le iba a estallar la cabeza...
Sandalias de madera... ¡Eso es!
—Tengo una idea para localizar a Satoru —enunció, triunfante—. Has dicho que lleva sandalias de madera, ¿no? —interpeló al grueso mercenario, que asintió con cara de no saber por dónde iban los tiros—. Pues verás, resulta que aquí la menda tiene un oído fino, fino. Un calzado como ese debe hacer mucho ruido al pisar sobre este suelo de piedra... —ilustró su teoría dando un par de zapatazos, que retumbaron en el túnel y cuyo eco se perdió en la oscuridad—. Pues bien, imagináos el alboroto que debe hacer un tipo corriendo por estos túneles.
Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Anzu, que esperó, brazos en jarra, a que los dos machos la reconociesen por su genial deducción.