11/05/2016, 22:59
Mitsuki observaba atentamente, algo le decía que aquello no podía acabar bien... quizás fuese la cara del chico de las rastas que casi parecía gritar piedad... o tal vez la inusitada fuerza de aquel anciano que parecía desatado por la emoción. Fuese por lo que fuese, la joven estaba intranquila. Aquel no iba a ser más que un día tranquilo, una buena convesación, algunos consejos sobre técnica... en definitava un día para mantener la mente quieta de sus problemas... y sin embargo, allí se encontraba, preocupada por aquel chico el cual se había dirigido el solo hacia el paredón.
La Hyuga dejó escapar un largo suspiro tras darle un pequeño sorbo a su té.
Tras la provocación del anciano, Riko parecío decidirse. Agitó la cabeza para alejar las dudas y se lanzó hacia el ataque cual kamikaze. Sin embargo, tal y como era previsible, el hombre esquivó el envite con suma facilidad. Se dejó caer hacia atrás realizando una voltereta, el brazo del joven paso por encima de su torso y la patada justo por debajo de sus pies que comenzaban a levantarse cuando estos llegaban. Apoyó las manos en el suelo y con un gesto técnico continuó el giro hasta caer de pie, recuperando la verticalidad. Sin embargo, cuando sus pies tocaron el suelo un fuerte crujido rompío el tenso ambiente de combate.
—Agghhh— gimió el anciano que se llevó la mano hasta la espalda —¡Mi pobre espalda!— el señor Cheng se encorvó a causa del dolor.
Mitsuki se levantó como un resorte dejando su té a un lado para atender al pobre hombre que parecía haberse hecho bastante daño
—¿Se encuentra bien?— preguntó la Hyuga mientras ayudaba al anciano a acercarse hasta el porche de su casa
—No te preocupes, es solo la edad. Ya no estoy para estos trotes— contestó el anciano con voz quejumbrosa —Me temo que las lecciones se han acabado por unos días— se lamento el viejo luchador mientras se sentaba ayudado por la joven
—Calentaré un poco de agua, aliviará un poco el dolor— se ofreció la peliblanca, que tras dejar al anciano se adentro en la casa del Sr Cheng en dirección a la cocina. No sabía muy bien donde se encontraba, pero por suerte no era demasiado grande y la mayor parte estaba ocupada por la zona de entrenamiento del dojo.
—Creo que esta vez ganas tú chico— bromeó el anciano
La Hyuga dejó escapar un largo suspiro tras darle un pequeño sorbo a su té.
Tras la provocación del anciano, Riko parecío decidirse. Agitó la cabeza para alejar las dudas y se lanzó hacia el ataque cual kamikaze. Sin embargo, tal y como era previsible, el hombre esquivó el envite con suma facilidad. Se dejó caer hacia atrás realizando una voltereta, el brazo del joven paso por encima de su torso y la patada justo por debajo de sus pies que comenzaban a levantarse cuando estos llegaban. Apoyó las manos en el suelo y con un gesto técnico continuó el giro hasta caer de pie, recuperando la verticalidad. Sin embargo, cuando sus pies tocaron el suelo un fuerte crujido rompío el tenso ambiente de combate.
—Agghhh— gimió el anciano que se llevó la mano hasta la espalda —¡Mi pobre espalda!— el señor Cheng se encorvó a causa del dolor.
Mitsuki se levantó como un resorte dejando su té a un lado para atender al pobre hombre que parecía haberse hecho bastante daño
—¿Se encuentra bien?— preguntó la Hyuga mientras ayudaba al anciano a acercarse hasta el porche de su casa
—No te preocupes, es solo la edad. Ya no estoy para estos trotes— contestó el anciano con voz quejumbrosa —Me temo que las lecciones se han acabado por unos días— se lamento el viejo luchador mientras se sentaba ayudado por la joven
—Calentaré un poco de agua, aliviará un poco el dolor— se ofreció la peliblanca, que tras dejar al anciano se adentro en la casa del Sr Cheng en dirección a la cocina. No sabía muy bien donde se encontraba, pero por suerte no era demasiado grande y la mayor parte estaba ocupada por la zona de entrenamiento del dojo.
—Creo que esta vez ganas tú chico— bromeó el anciano