14/05/2016, 17:19
Sin querer queriendo Mogura había llevado demasiado quizás el tema de las costumbres divinas y rituales. Parecía de todas formas, que la pregunta que había dejado sobre la mesa le dejaría tomar un respiro a Katomi.
Enfocó su mirada en los orbes rojos de la kunoichi, la misma había apoyado sobre la mesa los codos, si él hubiese hecho eso en su casa seguramente su abuela le hubiese dado un largo y para nada interesante sermón de como debe comportarse uno a la hora de la comida, pero no estaban en la casa de su abuela y aún no estaban comiendo.
La kunoichi citaría las palabras de una mujer que parecía haber sido influyente en su vida, como lo había sido la abuela Manase solo que estas no eran palabras de regaño sino todo lo contrario. No hay nada imposible, solo mentes indecisas. Si te lo propones podrás hacerlo. Esa pequeña frase junto a las propias de su compañera de mesa hicieron que una pequeña sonrisa se le dibujara en el rostro.
Digo esto sin saber pero... creo que es una muy buena filosofía de vida la que has tomado de esa persona, Kato-chan.
Exclamó haciendo un juicio sin realmente saber cual era el comportamiento de la muchacha mas allá de lo que él había podido apreciar en el tiempo que habían estado juntos ese día. La luz del lugar, no era precisamente su aliada a una distancia tan corta, Mogura podría apreciar por un corto momento el bello rostro del cual era dueña la Sarutobi, la lluvia había hecho su efecto y había pequeñas zonas donde se dejaban ver algunas de las cicatrices que marcaban la cara de Katomi. Aún así no generó mayor reacción en su persona mas que la de reforzar ese pensamiento que tenía su amiga, a fin de cuentas era una ninja con una misión que cumplir.
La puerta de la cocina se abriría y de ella saldría un pequeño carrito empujado aquella agradable fémina que los había recibido en el restaurante. En su posesión se encontraba toda la orden de los dos, los platos y la bebida, los aromas provenientes de los tazones con fideos parecían avanzar mas deprisa que el carrito ¿sería algo hecho a propósito?
¡Oh... qué bien huele!
Dijo levantando ligeramente la nariz como queriendo atrapar mas de aquel sabor que flotaba en el aire. La mesera avanzó hasta la mesa donde se encontraban y colocó cada plato frente a su respectivo dueño, también dejaría una pava con agua caliente y un pequeño tarrito con un polvo verde y una cuchara pequeña.
Un número 14 para el señor y un número 12 para la señorita, con poca sal. Les dejaré la tetera y esto es para el té, les recomiendo que le agreguen dos cucharadas. Disculpen la demora y ¡buen provecho!
Al mencionar la parte de la sal, le regaló a la peliblanco un pulgar en alto dándole a entender que había cumplido su petición. Después de dejar servida la mesa giraría el carrito y se guardaría en la cocina nuevamente, probablemente para buscar otros platos para otros clientes.
Enfocó su mirada en los orbes rojos de la kunoichi, la misma había apoyado sobre la mesa los codos, si él hubiese hecho eso en su casa seguramente su abuela le hubiese dado un largo y para nada interesante sermón de como debe comportarse uno a la hora de la comida, pero no estaban en la casa de su abuela y aún no estaban comiendo.
La kunoichi citaría las palabras de una mujer que parecía haber sido influyente en su vida, como lo había sido la abuela Manase solo que estas no eran palabras de regaño sino todo lo contrario. No hay nada imposible, solo mentes indecisas. Si te lo propones podrás hacerlo. Esa pequeña frase junto a las propias de su compañera de mesa hicieron que una pequeña sonrisa se le dibujara en el rostro.
Digo esto sin saber pero... creo que es una muy buena filosofía de vida la que has tomado de esa persona, Kato-chan.
Exclamó haciendo un juicio sin realmente saber cual era el comportamiento de la muchacha mas allá de lo que él había podido apreciar en el tiempo que habían estado juntos ese día. La luz del lugar, no era precisamente su aliada a una distancia tan corta, Mogura podría apreciar por un corto momento el bello rostro del cual era dueña la Sarutobi, la lluvia había hecho su efecto y había pequeñas zonas donde se dejaban ver algunas de las cicatrices que marcaban la cara de Katomi. Aún así no generó mayor reacción en su persona mas que la de reforzar ese pensamiento que tenía su amiga, a fin de cuentas era una ninja con una misión que cumplir.
La puerta de la cocina se abriría y de ella saldría un pequeño carrito empujado aquella agradable fémina que los había recibido en el restaurante. En su posesión se encontraba toda la orden de los dos, los platos y la bebida, los aromas provenientes de los tazones con fideos parecían avanzar mas deprisa que el carrito ¿sería algo hecho a propósito?
¡Oh... qué bien huele!
Dijo levantando ligeramente la nariz como queriendo atrapar mas de aquel sabor que flotaba en el aire. La mesera avanzó hasta la mesa donde se encontraban y colocó cada plato frente a su respectivo dueño, también dejaría una pava con agua caliente y un pequeño tarrito con un polvo verde y una cuchara pequeña.
Un número 14 para el señor y un número 12 para la señorita, con poca sal. Les dejaré la tetera y esto es para el té, les recomiendo que le agreguen dos cucharadas. Disculpen la demora y ¡buen provecho!
Al mencionar la parte de la sal, le regaló a la peliblanco un pulgar en alto dándole a entender que había cumplido su petición. Después de dejar servida la mesa giraría el carrito y se guardaría en la cocina nuevamente, probablemente para buscar otros platos para otros clientes.