15/05/2016, 17:26
Aunque de naturaleza hermosa, a la chica le asustaba un poco mostrar su piel. Era casi un acto reflejo, como una persona rica que enciende un cigarro con un billete de 50 euros, algo natural y casi instintivo. Incluso se podría decir que la chica era guapa a largas distancias, bella desde lejos... casi suena a insulto, pero no lo es. Realmente tiene un buen porte, un cuerpo estilizado, curvas poco definidas pero muy femeninas; una chica que de no ser por esas asquerosas cicatrices tendría una auténtica oportunidad como diva.
Volviendo a la realidad, el chico que tenía frente a ella confirmó que pensaba que esa filosofía de vida que había expresado era realmente buena. Sin duda alguna, lo era, no dejar de lado lo que ansias conseguir, por duro que sea el camino. La peliblanco sonrió como respuesta, respondiendo a la misma vez a la cálida sonrisa con la que el chico acompañaba cada palabra.
—Si, la verdad es que esa mujer se veía bastante inteligente... sería una pena dejar de lado las buenas cosas que aprendí de ella.
Era obvio que a cada palabra que había soltado se hacía referencia a una persona mas cercana que un mero libro. Hasta podía haberse arriesgado demasiado, seguramente esas palabras hasta podían haber hecho mella en la curiosidad de Mogura.
De pronto, el olor de la comida se hizo aún mas intenso. Hasta Mogura se dio cuenta del detalle, elevando su nariz hacia el horizonte en busca de matizar un poco mas ese intenso aroma tan agradable. El chico pensó en voz alta, dando a relucir el mismo pensamiento que inundaba en ese instante la mente de la Sarutobi. —Que bien huele!— Si señor, olía que alimentaba, como bien se solía decir.
Antes de que mediara palabra alguna, la mesera se había acercado lo suficiente como para llamar la atención de ambos. Los chicos la miraron cuando ésta comenzó a hablar, mencionando los platos de sendos jóvenes. Para la chica era el que tenía poca sal, cuya mención provocó un curioso efecto, que el chico levantase el pulgar en signo de aprobación quizás. Ésto provocó una ligera y tonta risa por parte de la chica.
—Jajajaja... Muchas gracias.— Contestó a la señorita sin poder evitar la risa.
Frente a ella, también dispuso la mesera una especie de tetera. Sin duda esa era la bebida que ambos habían pedido, el té verde. Tras ello, la muchacha se marchó a atender otras mesas.
—Bueno, que aproveche!
La chica tomó los palillos de madera, y los dividió en un rápido gesto. Con ésto daban comienzo a la degustación de los platos que habían pedido. Katomi se acercó un poco el plato hacia ella, y antes de darle un primer sorbo, acercó levemente su nariz hacia el vapor que éste desprendía. Casi no podía resistirse al aroma, olía de maravilla.
Posó al fin los palillos sobre la superficie del bol, y poco a poco los hundió en el contenido. Con parsimonia, comenzó a remover el contenido del mismo, asegurándose de que en el proceso todos los sabores se uniesen de manera armoniosa. Por fin, se decidió, y llevó tomado por los palillos una pequeña cantidad de fideos y quizás algún trozo de carne hasta su boca. Para cuando había terminado de saborear la comida, de sus ojos casi saltaban dos lágrimas.
—Ufff... ésto está delicioso!
Volviendo a la realidad, el chico que tenía frente a ella confirmó que pensaba que esa filosofía de vida que había expresado era realmente buena. Sin duda alguna, lo era, no dejar de lado lo que ansias conseguir, por duro que sea el camino. La peliblanco sonrió como respuesta, respondiendo a la misma vez a la cálida sonrisa con la que el chico acompañaba cada palabra.
—Si, la verdad es que esa mujer se veía bastante inteligente... sería una pena dejar de lado las buenas cosas que aprendí de ella.
Era obvio que a cada palabra que había soltado se hacía referencia a una persona mas cercana que un mero libro. Hasta podía haberse arriesgado demasiado, seguramente esas palabras hasta podían haber hecho mella en la curiosidad de Mogura.
De pronto, el olor de la comida se hizo aún mas intenso. Hasta Mogura se dio cuenta del detalle, elevando su nariz hacia el horizonte en busca de matizar un poco mas ese intenso aroma tan agradable. El chico pensó en voz alta, dando a relucir el mismo pensamiento que inundaba en ese instante la mente de la Sarutobi. —Que bien huele!— Si señor, olía que alimentaba, como bien se solía decir.
Antes de que mediara palabra alguna, la mesera se había acercado lo suficiente como para llamar la atención de ambos. Los chicos la miraron cuando ésta comenzó a hablar, mencionando los platos de sendos jóvenes. Para la chica era el que tenía poca sal, cuya mención provocó un curioso efecto, que el chico levantase el pulgar en signo de aprobación quizás. Ésto provocó una ligera y tonta risa por parte de la chica.
—Jajajaja... Muchas gracias.— Contestó a la señorita sin poder evitar la risa.
Frente a ella, también dispuso la mesera una especie de tetera. Sin duda esa era la bebida que ambos habían pedido, el té verde. Tras ello, la muchacha se marchó a atender otras mesas.
—Bueno, que aproveche!
La chica tomó los palillos de madera, y los dividió en un rápido gesto. Con ésto daban comienzo a la degustación de los platos que habían pedido. Katomi se acercó un poco el plato hacia ella, y antes de darle un primer sorbo, acercó levemente su nariz hacia el vapor que éste desprendía. Casi no podía resistirse al aroma, olía de maravilla.
Posó al fin los palillos sobre la superficie del bol, y poco a poco los hundió en el contenido. Con parsimonia, comenzó a remover el contenido del mismo, asegurándose de que en el proceso todos los sabores se uniesen de manera armoniosa. Por fin, se decidió, y llevó tomado por los palillos una pequeña cantidad de fideos y quizás algún trozo de carne hasta su boca. Para cuando había terminado de saborear la comida, de sus ojos casi saltaban dos lágrimas.
—Ufff... ésto está delicioso!