15/05/2016, 18:02
La Sarutobi cometió un gran error dándole la mano guía al joven rubio. Error que poco después de caminar un buen rato comprendería. El chico no había hecho mas que llevarla a una serie de callejones oscuros, sacados de película de terror, donde gente de aspecto bastante rudo acompañaban al ambiente en su máximo esplendor. Pese a los ánimos del rubio, la chica lo miraba con algo de indignación.
¿Por qué había decidido ir a un lugar así?
La chica dejó caer un suspiro, y aguantó el tirón. Ya no iba a echarse atrás, iba a aprovechar y cenar fuera de casa, casi le daba pereza el simple hecho de pensar en qué cocinar. Sin duda, si en algún momento tuviese la oportunidad de montar su propio negocio, jamás de los jamases sería uno de alimentación o gastronomía.
A grito pelado, Len llamó la atención de la peliblanco. Junto a él, unos cuantos individuos que le sacaban a la chica 3 cabezas y al menos 80 kilos de ventaja, miraban al joven de mala manera. Pero él parecía inmune a esas miradas, vivía o parecía vivir en su mundo de fantasía y felicidad.
—Ya voy... ya voy... pero deja de molestar a esta gente, por favor...— Contestó al chico mientras una gota de frío sudor recorría su sien.
Con un paso mas ligero, la chica se acercó hasta encontrarse a la altura del joven. Le posó la diestra sobre el hombro, y acercó su rostro al del chico. Concretamente lo hizo hacia su oreja, buscando decirle algo sin que el resto pudiese darse por aludido.
—¿Estas seguro de que es aquí donde quieres comer? No parecen muy amigables por aquí... ¿la comida es buena?
Katomi se llevó la mano tras ello al mentón, y dubitativa observó el puesto donde Len decía de comer. Ante todo, lo importante no era el resto de gente, si no el sabor y quien la acompañaba, lo demás sobraba.
¿Por qué había decidido ir a un lugar así?
La chica dejó caer un suspiro, y aguantó el tirón. Ya no iba a echarse atrás, iba a aprovechar y cenar fuera de casa, casi le daba pereza el simple hecho de pensar en qué cocinar. Sin duda, si en algún momento tuviese la oportunidad de montar su propio negocio, jamás de los jamases sería uno de alimentación o gastronomía.
A grito pelado, Len llamó la atención de la peliblanco. Junto a él, unos cuantos individuos que le sacaban a la chica 3 cabezas y al menos 80 kilos de ventaja, miraban al joven de mala manera. Pero él parecía inmune a esas miradas, vivía o parecía vivir en su mundo de fantasía y felicidad.
—Ya voy... ya voy... pero deja de molestar a esta gente, por favor...— Contestó al chico mientras una gota de frío sudor recorría su sien.
Con un paso mas ligero, la chica se acercó hasta encontrarse a la altura del joven. Le posó la diestra sobre el hombro, y acercó su rostro al del chico. Concretamente lo hizo hacia su oreja, buscando decirle algo sin que el resto pudiese darse por aludido.
—¿Estas seguro de que es aquí donde quieres comer? No parecen muy amigables por aquí... ¿la comida es buena?
Katomi se llevó la mano tras ello al mentón, y dubitativa observó el puesto donde Len decía de comer. Ante todo, lo importante no era el resto de gente, si no el sabor y quien la acompañaba, lo demás sobraba.