19/05/2016, 15:37
El plan estaba claro, y los chicos sabían lo que tenían que hacer. Jin se había mantenido en una posición discreta todo el tiempo, dejando que los dos gennin lanzaran una idea tras otra primero, para luego confeccionar una táctica que casi parecía factible. Manteniendo su mutis, el fornido mercenario se descalzó y luego subió a la improvisada balsa que Daruu había creado.
Anzu le imitó. «Espero que sepas lo que haces, Daruu-san, por que si este cacharro se hunde y acabo bañándome en mierda, literalmente, voy a pegarte hasta que hables Hachijō-ben.» Sin mucha confianza subió al trozo de madera, que por el momento parecía estable.
Empezaron su travesía río —de mierda— abajo, muy callados, quietos, sin querer hacer ni el más mínimo ruido. La Yotsuki estaba en cuclillas en la parte delantera de la plataforma, con los ojos cerrados y el oído fino. Al principio sólo pudo captar el rumor del agua a su alrededor, pero después de unos minutos...
—¡Por allí! —exclamó la chica, decidida, señalando un desvío en el canal que se abría, oscuro, como una boca gigantesca—. Estoy segura de que he oído algo en esa dirección.
Si los dos hombretones le hacían caso —debían—, acabarían desviándose del caudal principal para dar a parar a otra galería mucho más modesta en espacio y olores. Parecía un callejón sin salida, pues entre las sombras no se podía ver que tuviera continuación, ni escalerilla o modo alguno para salir a la superficie.
Lo que sí pudieron ver todos fue una figura encogida y temblorosa al fondo del túnel. Un tímido jadeo rompía el silencio de la galería, más parecido a un llanto sordo. Jin bajó de la plataforma en cuanto tocaron piedra firme, con gesto duro sin rastro de consternación.
—Satoru-sama.
El aludido soltó un gemido aún más lastimero.
Anzu le imitó. «Espero que sepas lo que haces, Daruu-san, por que si este cacharro se hunde y acabo bañándome en mierda, literalmente, voy a pegarte hasta que hables Hachijō-ben.» Sin mucha confianza subió al trozo de madera, que por el momento parecía estable.
Empezaron su travesía río —de mierda— abajo, muy callados, quietos, sin querer hacer ni el más mínimo ruido. La Yotsuki estaba en cuclillas en la parte delantera de la plataforma, con los ojos cerrados y el oído fino. Al principio sólo pudo captar el rumor del agua a su alrededor, pero después de unos minutos...
—¡Por allí! —exclamó la chica, decidida, señalando un desvío en el canal que se abría, oscuro, como una boca gigantesca—. Estoy segura de que he oído algo en esa dirección.
Si los dos hombretones le hacían caso —debían—, acabarían desviándose del caudal principal para dar a parar a otra galería mucho más modesta en espacio y olores. Parecía un callejón sin salida, pues entre las sombras no se podía ver que tuviera continuación, ni escalerilla o modo alguno para salir a la superficie.
Lo que sí pudieron ver todos fue una figura encogida y temblorosa al fondo del túnel. Un tímido jadeo rompía el silencio de la galería, más parecido a un llanto sordo. Jin bajó de la plataforma en cuanto tocaron piedra firme, con gesto duro sin rastro de consternación.
—Satoru-sama.
El aludido soltó un gemido aún más lastimero.