23/05/2016, 20:33
—Creo... Que deberíamos a ir a mirar, aunque no estemos de servicio... ¿No es nuestro deber?
Datsue alzó una ceja.
—De hecho creo que no —respondió el Uchiha, que sin embargo, tan bien empezaba a sufrir el famoso mal de la curiosidad—. En todo caso, sería el deber de un samurái. Pero, ¿de un shinobi? —Datsue dejó la pregunta en el aire. En realidad, no tenía clara la respuesta.
Por otro lado, ¿qué perdía con ir a ver lo que había ocurrido? Si la cosa se tornaba peligrosa, el Sunshin no Jutsu estaba a un sello de mano, y quizá se encontrase con algo interesante. Miró el camino del que había provenido el grito, pensativo.
—Está bien, vamos —dijo de pronto, adelantándose—. Pero permanece detrás de mí. No quiero que te pase nada, y menos a días de la Semifinal. —Oh, ¡qué intrépido! ¡Qué arrojo! ¡Qué caballero tan galante! ¿Me habré ganado ya un beso? Giró la cabeza y le guiñó un ojo. Jojojo. ¡Y ahí va el dardo directo al corazón! ¡Qué maestría! ¡Qué arte! ¡Ni Genji Monogatari en sus mejores tiempos!
El camino de tierra, tan estrecho que apenas podían caminar dos personas de forma paralela sin arañarse por el tojo que trepaba por los árboles y la maleza, ascendía en forma de sinuosas curvas durante un buen trecho. Luego, poco a poco, volvió a allanarse, y el camino se bifurcó. Los shinobis podían seguir en línea recta o girar en noventa grados a la izquierda.
—¡Por Amateratsu! —exclamó de pronto Datsue, echando a correr. Siguió por el camino recto, saltó por encima de una charca que se había formado en una pequeña hondonada del camino y llegó hasta lo que había visto a lo lejos. Un hombre, en apariencia de unos sesenta años de edad y sin pelo, estaba recostado contra un árbol. Más que recostado, lo que estaba era sujetado en él, como el cuadro en la pared se mantiene gracias a un clavo. El clavo, en este caso, era una lanza de casi dos metros, que le atravesaba el pecho y se incrustaba contra el tronco.
Un reguero de sangre corría por la túnica vieja del anciano, formando un charco sobre sus pies. El Uchiha se acercó más y vio que, aunque débilmente, todavía respiraba. De hecho, ahora que se fijaba mejor, la lanza no le había atravesado el pecho, sino el hombro.
—¡Por Amateratsu! —volvió a exclamar, mirando a un lado y a otro en busca de un peligro inminente. Pero aparte de los árboles, los matorrales y los tojos, no vio nada que le llamase la atención.
Datsue alzó una ceja.
—De hecho creo que no —respondió el Uchiha, que sin embargo, tan bien empezaba a sufrir el famoso mal de la curiosidad—. En todo caso, sería el deber de un samurái. Pero, ¿de un shinobi? —Datsue dejó la pregunta en el aire. En realidad, no tenía clara la respuesta.
Por otro lado, ¿qué perdía con ir a ver lo que había ocurrido? Si la cosa se tornaba peligrosa, el Sunshin no Jutsu estaba a un sello de mano, y quizá se encontrase con algo interesante. Miró el camino del que había provenido el grito, pensativo.
—Está bien, vamos —dijo de pronto, adelantándose—. Pero permanece detrás de mí. No quiero que te pase nada, y menos a días de la Semifinal. —Oh, ¡qué intrépido! ¡Qué arrojo! ¡Qué caballero tan galante! ¿Me habré ganado ya un beso? Giró la cabeza y le guiñó un ojo. Jojojo. ¡Y ahí va el dardo directo al corazón! ¡Qué maestría! ¡Qué arte! ¡Ni Genji Monogatari en sus mejores tiempos!
El camino de tierra, tan estrecho que apenas podían caminar dos personas de forma paralela sin arañarse por el tojo que trepaba por los árboles y la maleza, ascendía en forma de sinuosas curvas durante un buen trecho. Luego, poco a poco, volvió a allanarse, y el camino se bifurcó. Los shinobis podían seguir en línea recta o girar en noventa grados a la izquierda.
—¡Por Amateratsu! —exclamó de pronto Datsue, echando a correr. Siguió por el camino recto, saltó por encima de una charca que se había formado en una pequeña hondonada del camino y llegó hasta lo que había visto a lo lejos. Un hombre, en apariencia de unos sesenta años de edad y sin pelo, estaba recostado contra un árbol. Más que recostado, lo que estaba era sujetado en él, como el cuadro en la pared se mantiene gracias a un clavo. El clavo, en este caso, era una lanza de casi dos metros, que le atravesaba el pecho y se incrustaba contra el tronco.
Un reguero de sangre corría por la túnica vieja del anciano, formando un charco sobre sus pies. El Uchiha se acercó más y vio que, aunque débilmente, todavía respiraba. De hecho, ahora que se fijaba mejor, la lanza no le había atravesado el pecho, sino el hombro.
—¡Por Amateratsu! —volvió a exclamar, mirando a un lado y a otro en busca de un peligro inminente. Pero aparte de los árboles, los matorrales y los tojos, no vio nada que le llamase la atención.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado