27/05/2016, 00:00
—No tienes que disculparte muchacho, es la edad que no perdona— respondío el anciano con una sonrisa —Una victoria es una victoria chico, no debes despreciar ninguna. A veces ganarás por habilidad, otras por suerte, pero lo importante es volver vivo... no importa como, no importa como lo consigas— el Sr Cheng trató de moverse pero su espalda volvío a crujir a pesar de estar sentado.
Mitsuki reapareció en el umbral de la puerta sosteniendo un pequeño barreño con un par de toallas en su borde, por suerte aún quedaba agua calentada para el té por lo que había podido obtener todo lo necesario sin mucho esfuerzo.
—No sé mueva o se hará más daño— casi ordenó la joven, aunque lo disfrazo de recomendación mientras se arrodillaba junto al anciano dejando la palangana en el suelo
—Soy un viejo inquieto— bromeo el anciano luchador, mientras ayudaba a la Hyuga a levantarle el keikogi por la espalda para dejar la zona lesionada a la vista
—Pues deberá de dejar de serlo un tiempo— replicó la joven con una sonrisa mientras introducía las toallas en el agua caliente para después escurrirlas con cuidado antes de aplicarlas sobre la espalda del anciano —Sostengala— solicitó la joven
—Oh dioses, mucho mejor— el calor alivió un poco el dolor, lo suficiente como para que fuese soportable —Gracias, señorita—
—No tiene que darlas—
—Siempre se deben agradecer los buenos gestos— el anciano se puso de pie con cuidado, a pesar de que la peliblanca trató de impedirlo —No te preocupes, estoy mejor. Iré a acostarme un rato, podeís usar mi dojo si gustaís— dijo mientras echaba a andar hacia las escaleras que daban acceso al mismo —Ha sido un placer jovencitos, espero volver a verlos en mejores condiciones— subió las escaleras un poco renquetante ante la mirada de la joven
—Tenga cuidado, volveré más tarde a ver que tal se encuentra— ofreció la chica
—En ese caso tendrás que acompañarme a la mesa, hasta más tarde— se fue diciendo el anciano mientras cruzaba el umbral de la puerta — quién me diría que a mi edad cenaría con una chica tan guapa...—
—Si llego a su edad me gustaría tener su energía— bromeo Mitsuki volviendo la mirada hasta el chico de las rastas —Sin duda es un buen hombre— dijo mientras se secaba las manos con la toalla restante, antes de doblarla cuidadosamente y dejarla junto a la palanga —Bueno, ahora que nos ha dejado el Sr Cheng. ¿Qué harás Riko?—
Mitsuki reapareció en el umbral de la puerta sosteniendo un pequeño barreño con un par de toallas en su borde, por suerte aún quedaba agua calentada para el té por lo que había podido obtener todo lo necesario sin mucho esfuerzo.
—No sé mueva o se hará más daño— casi ordenó la joven, aunque lo disfrazo de recomendación mientras se arrodillaba junto al anciano dejando la palangana en el suelo
—Soy un viejo inquieto— bromeo el anciano luchador, mientras ayudaba a la Hyuga a levantarle el keikogi por la espalda para dejar la zona lesionada a la vista
—Pues deberá de dejar de serlo un tiempo— replicó la joven con una sonrisa mientras introducía las toallas en el agua caliente para después escurrirlas con cuidado antes de aplicarlas sobre la espalda del anciano —Sostengala— solicitó la joven
—Oh dioses, mucho mejor— el calor alivió un poco el dolor, lo suficiente como para que fuese soportable —Gracias, señorita—
—No tiene que darlas—
—Siempre se deben agradecer los buenos gestos— el anciano se puso de pie con cuidado, a pesar de que la peliblanca trató de impedirlo —No te preocupes, estoy mejor. Iré a acostarme un rato, podeís usar mi dojo si gustaís— dijo mientras echaba a andar hacia las escaleras que daban acceso al mismo —Ha sido un placer jovencitos, espero volver a verlos en mejores condiciones— subió las escaleras un poco renquetante ante la mirada de la joven
—Tenga cuidado, volveré más tarde a ver que tal se encuentra— ofreció la chica
—En ese caso tendrás que acompañarme a la mesa, hasta más tarde— se fue diciendo el anciano mientras cruzaba el umbral de la puerta — quién me diría que a mi edad cenaría con una chica tan guapa...—
—Si llego a su edad me gustaría tener su energía— bromeo Mitsuki volviendo la mirada hasta el chico de las rastas —Sin duda es un buen hombre— dijo mientras se secaba las manos con la toalla restante, antes de doblarla cuidadosamente y dejarla junto a la palanga —Bueno, ahora que nos ha dejado el Sr Cheng. ¿Qué harás Riko?—