28/05/2016, 11:21
Si Troya hubiese visto el sistema de combate que Len acababa de buscarse, jamás hubiesen usado un maldito caballo de madera. El chico sin venir a cuento se había montado en un coloso, un hombre que si no medía los dos metros de alto, los superaba. No solo eso, era casi tan alto como ancho, y no precisamente en materia grasa, si no mas bien todo lo contrario. Ni tan siquiera parecía conocer al hombre, pero eso le había importado dos pimientos y tres zanahorias.
La chica quedó tensa y pálida, casi tanto como el resto de maleantes que había alrededor. Solo uno de ellos se atrevió a advertir al chico, esa no había sido su mejor idea, pero éste no atendió a razones. De hecho, hasta lo echó con desprecio indicando que si al "buen hombre" no le molestaba, a él tampoco había de molestarlo. Sería lógico pensar eso si se tratase de un familiar, un amigo, o simplemente le hubiese pedido permiso... Pero no, ninguna de esas situaciones era la actual.
—Len... ¿Por qué no haces el favor de comportarte? No eres un niño pequeño ya...
Con un poco de suerte, hasta recapacitase de su acción, aunque realmente la chica no tenía todas sus esperanzas en ello. Sin embargo, por mucho que le doliese, era el chico quien estaba buscando ésta situación. En un abrir y cerrar de ojos la chica era capaz de formar una nube de humo y escaparse, lástima por lo que le pudiese pasar al joven. Pero igualmente, sería su culpa.
Pese a ello, tenía en mente intentar enderezar al chico. Casi sentía un instinto de protección algo absurdo hacia esa bala perdida, como si la peliblanco fuese su hermana mayor. Dejó caer un suspiro, mientras que su zurda se alzó un poco. Casi al instante, bajó el enfoque de la mano, y el índice quedó señalando el suelo. Claramente era una indicación para que bajase de la espalda del hombre. —Baja ahora mismo!— Imperó de forma autoritaria, casi con voz de madre.
Por el momento el hombre casi no parecía haberse ni inmutado, o al menos no se había enfadado. Suerte la de los genin, y la del resto de maleantes cercanos. Nadie de los presentes deseaba ver a ese hombre soltando tortas a diestro y siniestro. Podía ser una mala idea, por no hablar que escapar de ahi con vida podría convertirse en algo casi imposible.
«Desde luego... no entiendo cómo he llegado a ésta situación. ¿Por qué diablos le dije de ir a comer? ¿Y por qué le dije a el que me llevase a algún sitio? Desde luego... vaya tela.» Pensaba la chica mientras que esperaba respuesta o reacción por parte del rubio.
La chica quedó tensa y pálida, casi tanto como el resto de maleantes que había alrededor. Solo uno de ellos se atrevió a advertir al chico, esa no había sido su mejor idea, pero éste no atendió a razones. De hecho, hasta lo echó con desprecio indicando que si al "buen hombre" no le molestaba, a él tampoco había de molestarlo. Sería lógico pensar eso si se tratase de un familiar, un amigo, o simplemente le hubiese pedido permiso... Pero no, ninguna de esas situaciones era la actual.
—Len... ¿Por qué no haces el favor de comportarte? No eres un niño pequeño ya...
Con un poco de suerte, hasta recapacitase de su acción, aunque realmente la chica no tenía todas sus esperanzas en ello. Sin embargo, por mucho que le doliese, era el chico quien estaba buscando ésta situación. En un abrir y cerrar de ojos la chica era capaz de formar una nube de humo y escaparse, lástima por lo que le pudiese pasar al joven. Pero igualmente, sería su culpa.
Pese a ello, tenía en mente intentar enderezar al chico. Casi sentía un instinto de protección algo absurdo hacia esa bala perdida, como si la peliblanco fuese su hermana mayor. Dejó caer un suspiro, mientras que su zurda se alzó un poco. Casi al instante, bajó el enfoque de la mano, y el índice quedó señalando el suelo. Claramente era una indicación para que bajase de la espalda del hombre. —Baja ahora mismo!— Imperó de forma autoritaria, casi con voz de madre.
Por el momento el hombre casi no parecía haberse ni inmutado, o al menos no se había enfadado. Suerte la de los genin, y la del resto de maleantes cercanos. Nadie de los presentes deseaba ver a ese hombre soltando tortas a diestro y siniestro. Podía ser una mala idea, por no hablar que escapar de ahi con vida podría convertirse en algo casi imposible.
«Desde luego... no entiendo cómo he llegado a ésta situación. ¿Por qué diablos le dije de ir a comer? ¿Y por qué le dije a el que me llevase a algún sitio? Desde luego... vaya tela.» Pensaba la chica mientras que esperaba respuesta o reacción por parte del rubio.