29/05/2016, 18:25
—Me parece, Ishimura-dono, que estás siendo demasiado humilde contigo mismo... —de pronto su tono se había tornado mucho más formal, como si hubiera captado la molestia que yacía en la guardiana del peliblanco—. Creo que me hubiese gustado poder haber estado ahí para ver este "interesante nivel de estrategia".
—Gracias, pero estoy seguro de que si observas los combates restantes quedaras satisfecho, pues con toda seguridad serán un espectaculo mucho más complejo y vistoso que los presentados en la primera ronda.
Naomi pudo percibir como una fugaz ojeada inspecciono sus facciones, pero únicamente se limitó a desviar la mirada. No es algo que pudiera saberse a ciencia cierta, pues permanecía en silencio, pero de alguna manera parecía que su malestar había disminuido, al menos un poco. «Cielos… Parece que va estar con ese humor por un largo rato, será mejor que trate de contentarla un poco, pero, ¿Como hacerlo?»
Las personas seguían yendo y viniendo en un flujo lento pero constante, como un río cuando el invierno comienza formar hielo sobre su superficie. Pero aquel sitio estaba lejos de ser un lugar frío y fresco, el calor comenzaba a agobiar de nuevo a Kazuma, y podía sentir como frías gotas de sudor emanaban de su cabeza para luego correr por sus largos mechones antes de evaporarse. Se le hacía extraño que los días de primavera fueran tan calurosos en aquella ciudad, en su país solían ser mucho más templados y ventosos, pero el inclemente cielo de aquel día se negaba incluso a proporcionar unos minutos de aquella suave brisa estacional que tanto aliviaría a las personas que caminaban bajo el esplendor de Amaterasu.
«Que calor… —no le gustaba quejarse ni consigo mismo, pero su condición, sumada al clima, le impedía relajarse o abstraerse como lo hiciera usualmente—. No me sentía tan acalorado desde que Tatsuya y yo casi nos quemamos vivos con aquel sello ardiente, si me quedo en este banco terminare derritiéndome…»
De pronto algo llamó su atención; Un sonido metálico y tintineante, una campana para atraer a la gente, perteneciente a un pequeño puesto rodante que vendía raspados. Levantó la vista y entonces lo vio, aquel trozo de hielo translúcido y goteante, con aquella corriente helada y fresca a su alrededor. Más allá de que la mera imagen le pareciera idílica, despertó en él un recuerdo que le llevaría a lo que podría ser su mejor idea en todo el día.
—Quisiera seguir conversando contigo… Manase-dono —aseguro mientras se quitaba la gorra para sacudir el exceso de sudor—, pero mi salud actual no me permite estar tanto tiempo bajo un sol tan poco amigable. Además, parece que nos golpea a ambos con igual fuerza.
Por supuesto que quería largarse de aquel sitio antes que su cuerpo se “soldara” al banco debido al calor, pero con Naomi cerca no podría proceder con semejante descortesía. Sin embargo, aquello estaba dentro de las proyecciones su plan para contentarse con la Miyazaki, todo era parte de su perfecto plan.
—Dicho eso… —se levantó y acomodó la gorra en su sitio, donde al menos le protegía el rostro—. Si es de su agrado, ¿Qué le parece si le invitó a tomar algo refrescante? De camino divisé una especie de heladería con un ambiente muy agradable, ideal para descansar a gusto mientras continuamos conversando.
»¿Que dices? ¿Aceptas mi invitación? «Y por supuesto, ¿Ser parte mi plan también?»
—Gracias, pero estoy seguro de que si observas los combates restantes quedaras satisfecho, pues con toda seguridad serán un espectaculo mucho más complejo y vistoso que los presentados en la primera ronda.
Naomi pudo percibir como una fugaz ojeada inspecciono sus facciones, pero únicamente se limitó a desviar la mirada. No es algo que pudiera saberse a ciencia cierta, pues permanecía en silencio, pero de alguna manera parecía que su malestar había disminuido, al menos un poco. «Cielos… Parece que va estar con ese humor por un largo rato, será mejor que trate de contentarla un poco, pero, ¿Como hacerlo?»
Las personas seguían yendo y viniendo en un flujo lento pero constante, como un río cuando el invierno comienza formar hielo sobre su superficie. Pero aquel sitio estaba lejos de ser un lugar frío y fresco, el calor comenzaba a agobiar de nuevo a Kazuma, y podía sentir como frías gotas de sudor emanaban de su cabeza para luego correr por sus largos mechones antes de evaporarse. Se le hacía extraño que los días de primavera fueran tan calurosos en aquella ciudad, en su país solían ser mucho más templados y ventosos, pero el inclemente cielo de aquel día se negaba incluso a proporcionar unos minutos de aquella suave brisa estacional que tanto aliviaría a las personas que caminaban bajo el esplendor de Amaterasu.
«Que calor… —no le gustaba quejarse ni consigo mismo, pero su condición, sumada al clima, le impedía relajarse o abstraerse como lo hiciera usualmente—. No me sentía tan acalorado desde que Tatsuya y yo casi nos quemamos vivos con aquel sello ardiente, si me quedo en este banco terminare derritiéndome…»
De pronto algo llamó su atención; Un sonido metálico y tintineante, una campana para atraer a la gente, perteneciente a un pequeño puesto rodante que vendía raspados. Levantó la vista y entonces lo vio, aquel trozo de hielo translúcido y goteante, con aquella corriente helada y fresca a su alrededor. Más allá de que la mera imagen le pareciera idílica, despertó en él un recuerdo que le llevaría a lo que podría ser su mejor idea en todo el día.
—Quisiera seguir conversando contigo… Manase-dono —aseguro mientras se quitaba la gorra para sacudir el exceso de sudor—, pero mi salud actual no me permite estar tanto tiempo bajo un sol tan poco amigable. Además, parece que nos golpea a ambos con igual fuerza.
Por supuesto que quería largarse de aquel sitio antes que su cuerpo se “soldara” al banco debido al calor, pero con Naomi cerca no podría proceder con semejante descortesía. Sin embargo, aquello estaba dentro de las proyecciones su plan para contentarse con la Miyazaki, todo era parte de su perfecto plan.
—Dicho eso… —se levantó y acomodó la gorra en su sitio, donde al menos le protegía el rostro—. Si es de su agrado, ¿Qué le parece si le invitó a tomar algo refrescante? De camino divisé una especie de heladería con un ambiente muy agradable, ideal para descansar a gusto mientras continuamos conversando.
»¿Que dices? ¿Aceptas mi invitación? «Y por supuesto, ¿Ser parte mi plan también?»