6/06/2016, 14:49
—¿Una broma? ¡Pero si fuiste tú quien me metió en todo esto! Una pequeña estafa, te dije. Algo sencillo y rápido. Limpio y seguro. Pero no… La niña quería jugársela al jodido capo de Shinogi-to. ¡Es tu culpa!
Cada una de las palabras de Datsue se le clavaron en los oídos como una ristra de cuchillos afilados. La chica empezó a temblar, ligeramente al principio y de forma más pronunciada después. Sus ojos, grises, estaban fijos en los del Uchiha; pero su expresión era ausente y no reflejaba nada de lo que ocurría en su interior, como si ella estuviese hueca. Parecían los cristales de una ventana que daba a una casa vacía.
Anzu seguía agarrando a su compañero por el cuello del yukata con tanta fuerza que los nudillos de las manos habían palidecido. «¿Mi culpa...?» La voz de Datsue seguía resonando dentro de su cabeza, pero esta vez era lejana como las palabras que enunciaba.
«¿Acaso piensa que soy estúpida? ¿Cree que puede engañarme así?» Apretó más las manos, acercándose inconscientemente al muchacho. «¿Así es como me ve? ¿Como una imbécil? ¿Así es como trata a sus compañeros de Aldea?»
Anzu estaba tan confusa, tan paralizada por el miedo que había sentido al ver a Haskoz y Katame medir sus fuerzas, que le costaba pensar. Era como si tuviera el cerebro sumergido en un barril de estofado. Poco a poco, una idea emergió a la superficie, luchando por imponerse al caos reinante.
—¿Crees... ¡que soy retrasada mental!? —gritó la Yotsuki.
Rápida como una centella soltó su mano diestra y retrajo el brazo, cerrándola en un puño duro y amenazador. Quería hacerlo. Quería estamparlo en el rostro de Datsue con el ímpetu de un martillo. «Ha sido él. Todo esto es por su culpa, era su plan. Ha sido él.» Con el rostro inexpresivo de una estatua, la kunoichi hizo acopio de todas las fuerzas que le quedaban. Empezaron a saltar chispas alrededor de su brazo, y una capa de chakra eléctrico, de color azul claro, envolvió su puño. Como una autómata, la chica lanzó aquel mortífero golpe directo a la cara del Uchiha. El chakra Raiton silbó al surcar el aire.
El oscuro puño de Anzu, envuelto por una capa de electricidad que crepitaba con furia, se detuvo a centímetros de su objetivo. Ella retrocedió, soltando a Datsue, y el chakra Raiton que rodeaba su mano derecha se deshizo como una gota de agua al hervir. Trató de mantenerse en pie, pero las fuerzas le fallaban, y tuvo que apoyarse en la pared más cercana para no caer al suelo.
—Tenemos que salir de aquí.
Fue todo cuanto pudo decir.
Cada una de las palabras de Datsue se le clavaron en los oídos como una ristra de cuchillos afilados. La chica empezó a temblar, ligeramente al principio y de forma más pronunciada después. Sus ojos, grises, estaban fijos en los del Uchiha; pero su expresión era ausente y no reflejaba nada de lo que ocurría en su interior, como si ella estuviese hueca. Parecían los cristales de una ventana que daba a una casa vacía.
Anzu seguía agarrando a su compañero por el cuello del yukata con tanta fuerza que los nudillos de las manos habían palidecido. «¿Mi culpa...?» La voz de Datsue seguía resonando dentro de su cabeza, pero esta vez era lejana como las palabras que enunciaba.
«... planeo darles el mayor golpe que han visto en sus puñeteras vidas...»
«¿Acaso piensa que soy estúpida? ¿Cree que puede engañarme así?» Apretó más las manos, acercándose inconscientemente al muchacho. «¿Así es como me ve? ¿Como una imbécil? ¿Así es como trata a sus compañeros de Aldea?»
Anzu estaba tan confusa, tan paralizada por el miedo que había sentido al ver a Haskoz y Katame medir sus fuerzas, que le costaba pensar. Era como si tuviera el cerebro sumergido en un barril de estofado. Poco a poco, una idea emergió a la superficie, luchando por imponerse al caos reinante.
—¿Crees... ¡que soy retrasada mental!? —gritó la Yotsuki.
Rápida como una centella soltó su mano diestra y retrajo el brazo, cerrándola en un puño duro y amenazador. Quería hacerlo. Quería estamparlo en el rostro de Datsue con el ímpetu de un martillo. «Ha sido él. Todo esto es por su culpa, era su plan. Ha sido él.» Con el rostro inexpresivo de una estatua, la kunoichi hizo acopio de todas las fuerzas que le quedaban. Empezaron a saltar chispas alrededor de su brazo, y una capa de chakra eléctrico, de color azul claro, envolvió su puño. Como una autómata, la chica lanzó aquel mortífero golpe directo a la cara del Uchiha. El chakra Raiton silbó al surcar el aire.
«Un ninja debe tener un código.»
El oscuro puño de Anzu, envuelto por una capa de electricidad que crepitaba con furia, se detuvo a centímetros de su objetivo. Ella retrocedió, soltando a Datsue, y el chakra Raiton que rodeaba su mano derecha se deshizo como una gota de agua al hervir. Trató de mantenerse en pie, pero las fuerzas le fallaban, y tuvo que apoyarse en la pared más cercana para no caer al suelo.
—Tenemos que salir de aquí.
Fue todo cuanto pudo decir.