6/06/2016, 19:06
Impasible, Jin se acercó al desquiciado noble y lo tomó suavemente por debajo de los brazos. Satoru ni siquiera se resistió; sabía que era un esfuerzo inútil. La imagen del enorme mercenario tomando en brazos a aquel muchacho, como si fuese una princesa desvalida que acababa de rescatar de las garras de un Oni, le arrancó una media sonrisa a Anzu. Luego recordó por qué estaban allí, y aquella mueca se borró de su rostro.
—Gracias, Hanaiko-kun, Kajiya-kun —el vozarrón de Jin la sacó de sus cavilaciones—. Probablemente hubiera tardado mucho más en dar con Satoru-sama de no haber sido por vuestra ayuda.
La Yotsuki no supo qué decir al sentir la mirada de tristeza y resentimiento del joven noble clavada en ella. Se limitó a asentir. «Somos shinobi... Esto es lo que hacemos. Era nuestro deber...» Retuvo aquel pensamiento en su cabeza y se aferró a él con tanta fuerza como fue capaz. ¿Y si Satoru tenía razón? ¿Y si Jin les había mentido? ¿Y si acababan de condenar a un hombre inocente? «Es nuestro deber.» Aquella frase le ayudó a mantener a raya tantas preguntas incómodas.
De repente, Anzu notó que algo raro le ocurría al chico de Amegakure. Mientras Jin subía al joven noble a la plancha de madera que habían usado para cruzar sin ponerse hasta arriba de mierda, la Yotsuki se acercó a Daruu.
—Eh, socio, ¿estás bien?
Su preocupación no era meramente cortés; le necesitaban para volver, navegando, en aquella plataforma.
—Gracias, Hanaiko-kun, Kajiya-kun —el vozarrón de Jin la sacó de sus cavilaciones—. Probablemente hubiera tardado mucho más en dar con Satoru-sama de no haber sido por vuestra ayuda.
La Yotsuki no supo qué decir al sentir la mirada de tristeza y resentimiento del joven noble clavada en ella. Se limitó a asentir. «Somos shinobi... Esto es lo que hacemos. Era nuestro deber...» Retuvo aquel pensamiento en su cabeza y se aferró a él con tanta fuerza como fue capaz. ¿Y si Satoru tenía razón? ¿Y si Jin les había mentido? ¿Y si acababan de condenar a un hombre inocente? «Es nuestro deber.» Aquella frase le ayudó a mantener a raya tantas preguntas incómodas.
De repente, Anzu notó que algo raro le ocurría al chico de Amegakure. Mientras Jin subía al joven noble a la plancha de madera que habían usado para cruzar sin ponerse hasta arriba de mierda, la Yotsuki se acercó a Daruu.
—Eh, socio, ¿estás bien?
Su preocupación no era meramente cortés; le necesitaban para volver, navegando, en aquella plataforma.