7/06/2016, 19:57
Durante la última semana, el tiburón había estado rondando los lugares más transitados de la ciudad, congeniando con los lugareños y recolectando además diversas opiniones sobre la impresión que tenían ellos sobre los resultados del famoso torneo de los Dojos. Estaba claro que Kaido no sólo buscaba con quien compartir su disconformidad y frustración por no haber podido participar, sino también transmitir a la gente una mala imagen de cada uno de los participantes, sobre todo de aquellos que se atrevieron incluso a amañar un combate sin siquiera haberse pegado un par de hostias primero.
Esa era la única forma que tenía de atacar. Porque de haber estado en la arena, probablemente le habría dado una paliza a todos y cada uno de ellos. Exceptuando, quizás, a Daruu; por razones evidentes —y es que la técnica que usó daba un poco de miedo, la verdad—. aunque estaba seguro de haber podido dar un mejor espectáculo a la ciudad.
De cualquier forma, pudo comprobar que sí existía cierto resquemor de una cúpula de ciudadanos hacia lo sucedido. Kaido encontró quienes pensaban que el nivel de las batallas preliminares había sido decepcionante, teniendo en cuenta que ellos se hacían llamar shinobi. Y si un par de simples ciudadanos pensaban que podían pelear mejor que los genin, ¿qué se podría pensar de ellos?...
Esto hubiera permanecido como simple palabreo lugareño de no ser por un hombre que vio la posibilidad de lucrarse a través de dicha disconformidad. Y es que, habiendo tantas apuestas, dinero de por medio y cabezas huecas creyéndose más capaces que los mismísimos participantes aún sin tener el chakra como su aliado, habría una forma sencilla de explotar todo ello y fue a través de un anuncio que recorrió los bajos fondos donde se clamaba la apertura del "Verdadero Torneo del Combatiente"
Se trató de una iniciativa clandestina para formar una arena de combate en la zona sur de la ciudad. El lugar era sabido sólo por malas lenguas, quienes se encargaron de convencer a los más tontos de la ciudad de que acudieran. No era más que un mini-evento para ganar dinero de las apuestas y nada más, donde muchos verían, quizás; mayor diversión que esperar sentados en casa por la final del verdadero torneo. Además de un premio final bastante gordo de unos quince mil ryos, incentivo suficiente para terminar de convencer a los menos asiduos de ese tipo de eventos ilegales.
Kaido acudió, como era de esperarse. Y llevó pasta, la de Yarou-dono; además de un par de inmensos cojones con la intención de participar. Tenía que redimirse de alguna forma, claro está. Y al llegar allí se encontró con una fluctuante fila de mayormente gorilas y gente de mala pinta. Era probablemente el único crío presente, y eso creaba una clara dicotomía entre los presentes. Muchos le vieron extrañados, aunque quizás su color tenía un poco de culpa.
—¿Y tu que coño ves, gordo hijo de puta? —comentó grosero a uno de los que no dejaba de observarle. Aunque a pesar de: continuó haciendo su fila para entrar al galpón donde se daban los combates.
Esa era la única forma que tenía de atacar. Porque de haber estado en la arena, probablemente le habría dado una paliza a todos y cada uno de ellos. Exceptuando, quizás, a Daruu; por razones evidentes —y es que la técnica que usó daba un poco de miedo, la verdad—. aunque estaba seguro de haber podido dar un mejor espectáculo a la ciudad.
De cualquier forma, pudo comprobar que sí existía cierto resquemor de una cúpula de ciudadanos hacia lo sucedido. Kaido encontró quienes pensaban que el nivel de las batallas preliminares había sido decepcionante, teniendo en cuenta que ellos se hacían llamar shinobi. Y si un par de simples ciudadanos pensaban que podían pelear mejor que los genin, ¿qué se podría pensar de ellos?...
Esto hubiera permanecido como simple palabreo lugareño de no ser por un hombre que vio la posibilidad de lucrarse a través de dicha disconformidad. Y es que, habiendo tantas apuestas, dinero de por medio y cabezas huecas creyéndose más capaces que los mismísimos participantes aún sin tener el chakra como su aliado, habría una forma sencilla de explotar todo ello y fue a través de un anuncio que recorrió los bajos fondos donde se clamaba la apertura del "Verdadero Torneo del Combatiente"
Se trató de una iniciativa clandestina para formar una arena de combate en la zona sur de la ciudad. El lugar era sabido sólo por malas lenguas, quienes se encargaron de convencer a los más tontos de la ciudad de que acudieran. No era más que un mini-evento para ganar dinero de las apuestas y nada más, donde muchos verían, quizás; mayor diversión que esperar sentados en casa por la final del verdadero torneo. Además de un premio final bastante gordo de unos quince mil ryos, incentivo suficiente para terminar de convencer a los menos asiduos de ese tipo de eventos ilegales.
Kaido acudió, como era de esperarse. Y llevó pasta, la de Yarou-dono; además de un par de inmensos cojones con la intención de participar. Tenía que redimirse de alguna forma, claro está. Y al llegar allí se encontró con una fluctuante fila de mayormente gorilas y gente de mala pinta. Era probablemente el único crío presente, y eso creaba una clara dicotomía entre los presentes. Muchos le vieron extrañados, aunque quizás su color tenía un poco de culpa.
—¿Y tu que coño ves, gordo hijo de puta? —comentó grosero a uno de los que no dejaba de observarle. Aunque a pesar de: continuó haciendo su fila para entrar al galpón donde se daban los combates.