8/06/2016, 20:40
(Última modificación: 8/06/2016, 20:45 por Uchiha Akame.)
Anzu tenía la mirada perdida en el infinito. Habían sido demasiadas emociones, demasiadas experiencias por digerir en una sola noche. Y, para más inri, todavía tenían que salir de allí. Embotada, confusa, era incapaz de ver más que sobrevivir; ni siquiera se detuvo a pensar en que casi le había destrozado la cara a su compañero de Aldea. Las sólidas enseñanzas de Hida habían salvado a Datsue de un Lariat a bocajarro, pero, ¿cómo afectaría eso a la joven Yotsuki? Era pronto para decirlo.
Sea como fuere, la voz del Uchiha la sacó de aquel ensimismamiento.
—Concuerdo.
Fue tan lacónico como preciso. De repente, un fuerte ruido sacudió el pasillo; Anzu giró la cabeza para clavar la vista en aquella puerta, que parecía a punto de venirse abajo. «¿Hay alguien ahí dentro?» El aterrado gemido que acababa de oír así lo atestiguaba, pero, ¿y si no era más que una trampa? Dentro de aquel local estaban pasando cosas a cada cual más extraña. «¿Y si alguien de verdad necesita ayuda? ¿No es ese nuestro deber?»
Deber o egoísmo. Astucia o bondad. Vida... o muerte.
Aquella dualidad partió en dos a la Yotsuki, que sentía como si tuviese dos fieras encabritadas peleando dentro de su cabeza.
—Voto por la otra puerta.
Datsue parecía tenerlo claro. La kunoichi dio un paso en la dirección opuesta a aquella puerta, lista para escapar y abandonar a quien quiera que fuese a su suerte... Pero, de repente, se volteó. Sin decir una palabra, corrió hacia el final del pasillo. Se detuvo junto a la puerta, con la espalda pegada a la pared. Giró el pomo con la mano diestra, y empujó suavemente la hoja para abrirla exponiéndose lo menos posible.
En su cabeza, las palabras de Hida resonaban con fuerza.
Sea como fuere, la voz del Uchiha la sacó de aquel ensimismamiento.
—Concuerdo.
Fue tan lacónico como preciso. De repente, un fuerte ruido sacudió el pasillo; Anzu giró la cabeza para clavar la vista en aquella puerta, que parecía a punto de venirse abajo. «¿Hay alguien ahí dentro?» El aterrado gemido que acababa de oír así lo atestiguaba, pero, ¿y si no era más que una trampa? Dentro de aquel local estaban pasando cosas a cada cual más extraña. «¿Y si alguien de verdad necesita ayuda? ¿No es ese nuestro deber?»
Deber o egoísmo. Astucia o bondad. Vida... o muerte.
Aquella dualidad partió en dos a la Yotsuki, que sentía como si tuviese dos fieras encabritadas peleando dentro de su cabeza.
—Voto por la otra puerta.
Datsue parecía tenerlo claro. La kunoichi dio un paso en la dirección opuesta a aquella puerta, lista para escapar y abandonar a quien quiera que fuese a su suerte... Pero, de repente, se volteó. Sin decir una palabra, corrió hacia el final del pasillo. Se detuvo junto a la puerta, con la espalda pegada a la pared. Giró el pomo con la mano diestra, y empujó suavemente la hoja para abrirla exponiéndose lo menos posible.
En su cabeza, las palabras de Hida resonaban con fuerza.
«Un ninja debe tener un código.»