9/06/2016, 02:58
—¡¿Qué?! —De pronto se mostraba confundido, como si no entendiera lo que el peliblanco le trataba de decir.
—Esto… —De pronto se detuvo, decidiendo no gritar.
Desde el local salió una pareja de jóvenes adultos que, además de parecer muy satisfechos, lucían bastante elegantes. El de cabellos blancos ya lo suponía; aquel era un sitio tradicional donde la etiqueta se tenía en muy alta estima. El aspecto y el porte de aquellos noviecitos fueron suficientes para que supiera a qué clase de lugar se disponían a entrar. No era el negocio más elegante de la ciudad, pero se hacía obvio que no les dejarían entrar si comenzaban a gritar.
Mientras Mogura se acercaba hacia él, se limitó a señalar, con la palma y no con el dedo, la entrada de la heladería. A la vez también fue un educado gesto que invitaba al joven de Amegakure a que se aventura a ingresar primero.
«No sé qué es lo más molesto sobre todo esto —debatió consigo mismo durante un instante—, si el tener que aplicar toda esta parafernalia conocida como modales o el que me acuerde de todos y cada uno de esos engorrosos pasos del protocolo burgués.»
—Adelante, Mogura-dono, después de usted —declaro en cuanto su acompañante estuvo lo suficientemente cerca—. Y en cuanto a ti, Naomi —luego de que el genin de la lluvia se dispusiera a pasar, se colocó diagonal a ella y llamó su atención—, Primero las damas y luego los caballeros, como se acostumbra.
Fue leve y efímero, pero por primera en vez en todo el día el moreno pudo ver una sonrisa en el rostro de su guardiana. «Los sacrificios que se hacen para alcanzar la paz.» La señorita se limitó a hacer una educada reverencia y cruzó la cortina-letrero que separaba el pasillo de recepción de la calle.
«Por ahora todo va según lo planeado… Solo espero que ninguno de los dos me de problemas.» Pensó en aquello mientras permanecía afuera, solo. Eran pensamiento irónicos los que se manifestaban en su mente, después de todo él era del tipo al que se podía llegar a considerar como "Chico problemas".
—Esto… —De pronto se detuvo, decidiendo no gritar.
Desde el local salió una pareja de jóvenes adultos que, además de parecer muy satisfechos, lucían bastante elegantes. El de cabellos blancos ya lo suponía; aquel era un sitio tradicional donde la etiqueta se tenía en muy alta estima. El aspecto y el porte de aquellos noviecitos fueron suficientes para que supiera a qué clase de lugar se disponían a entrar. No era el negocio más elegante de la ciudad, pero se hacía obvio que no les dejarían entrar si comenzaban a gritar.
Mientras Mogura se acercaba hacia él, se limitó a señalar, con la palma y no con el dedo, la entrada de la heladería. A la vez también fue un educado gesto que invitaba al joven de Amegakure a que se aventura a ingresar primero.
«No sé qué es lo más molesto sobre todo esto —debatió consigo mismo durante un instante—, si el tener que aplicar toda esta parafernalia conocida como modales o el que me acuerde de todos y cada uno de esos engorrosos pasos del protocolo burgués.»
—Adelante, Mogura-dono, después de usted —declaro en cuanto su acompañante estuvo lo suficientemente cerca—. Y en cuanto a ti, Naomi —luego de que el genin de la lluvia se dispusiera a pasar, se colocó diagonal a ella y llamó su atención—, Primero las damas y luego los caballeros, como se acostumbra.
Fue leve y efímero, pero por primera en vez en todo el día el moreno pudo ver una sonrisa en el rostro de su guardiana. «Los sacrificios que se hacen para alcanzar la paz.» La señorita se limitó a hacer una educada reverencia y cruzó la cortina-letrero que separaba el pasillo de recepción de la calle.
«Por ahora todo va según lo planeado… Solo espero que ninguno de los dos me de problemas.» Pensó en aquello mientras permanecía afuera, solo. Eran pensamiento irónicos los que se manifestaban en su mente, después de todo él era del tipo al que se podía llegar a considerar como "Chico problemas".