9/06/2016, 08:27
Era tan simple como que siempre atraía miradas ajenas. No era fácil para los demás, de cualquier forma, ver a alguien con las características más visibles del tiburón: y eso que sus agallas probablemente aún se mantenían en secreto bajo su frondosa melena aguamarina. Y no esperaba algo distinto esa noche, menos en un lugar como en el que se encontraba en ese instante. El barrio de mala muerte, oscuro y lleno de malicia; donde los tratos más impuros se cocían a fuego lento. Como aquel torneo, probablemente prohibido por quienes resguardaban la seguridad de la ciudad.
Y a pesar de; había sido el tiburón quien comenzaría la disputa con un claro improperio. El "hijo de puta" había sido suficiente para que quien le veía con los ojos del desconocimiento llamara a su colega de un codazo y le increpara sobre quien le había insultado. Sardina, le llamó, y resaltó que podía hablar.
A Kaido le habían dicho de muchas formas. Escualo, sardina, gamba; etc. Acostumbrado estaba, por supuesto, y bajo otras circunstancias se hubiera ido de ostias con los dos tipos de no ser por la oportunidad que tenía ahora en frente. El torneo resultaba ser más importante, más lucrativo y ciertamente más divertido que darle una paliza a dos desconocidos en la fila.
El pez sonrió, mostrando la brillante hilera de navajas que tenía por dientes.
—Qué bicho más raro, Shibō-san. ¿Cuánto crees que pagarían los paletos de esta ciudad por verlo?
—Menos de lo que pagarán por ver como os pateo el culo en el torneo. Porque para eso habéis venido, ¿no? —el escualo sacó las manos de los bolsillos y alzó los hombros, alarmado y a la defensiva. Que los tipos se le acercasen con mirada maliciosa no era un buen augurio—. en fin, moved un sólo dedo y tendréis muchos pero muchos problemas.
El intercambio de palabras llamó la atención de ojos curiosos. De demasiados, quizás; y gran parte de la fila había volteado el cogote para echar un ojo a la discusión. Si bien había logrado pasar desapercibido hasta entonces, ya no era un secreto que el chico de color azul se encontraba en ese lugar: quien a pesar de sus extrañas características, vestía de una manera muy común; pantalones negros con corte a los tobillos, botas de shinobi y camiseta manga corta. Lo único destacado era el cinturón de lana marrón que se envolvía en su cintura y se extendía hasta la zona de los muslos, donde yacía plasmado el símbolo de su clan.
Su bandana, no obstante, no la llevaba consigo. Y por tanto, su larga cabellera azul caía como caudal sobre sus hombros, a diferencia de cuando la placa metálica cubría su frente y daba un buen acarre a la melena.
Y a pesar de; había sido el tiburón quien comenzaría la disputa con un claro improperio. El "hijo de puta" había sido suficiente para que quien le veía con los ojos del desconocimiento llamara a su colega de un codazo y le increpara sobre quien le había insultado. Sardina, le llamó, y resaltó que podía hablar.
A Kaido le habían dicho de muchas formas. Escualo, sardina, gamba; etc. Acostumbrado estaba, por supuesto, y bajo otras circunstancias se hubiera ido de ostias con los dos tipos de no ser por la oportunidad que tenía ahora en frente. El torneo resultaba ser más importante, más lucrativo y ciertamente más divertido que darle una paliza a dos desconocidos en la fila.
El pez sonrió, mostrando la brillante hilera de navajas que tenía por dientes.
—Qué bicho más raro, Shibō-san. ¿Cuánto crees que pagarían los paletos de esta ciudad por verlo?
—Menos de lo que pagarán por ver como os pateo el culo en el torneo. Porque para eso habéis venido, ¿no? —el escualo sacó las manos de los bolsillos y alzó los hombros, alarmado y a la defensiva. Que los tipos se le acercasen con mirada maliciosa no era un buen augurio—. en fin, moved un sólo dedo y tendréis muchos pero muchos problemas.
El intercambio de palabras llamó la atención de ojos curiosos. De demasiados, quizás; y gran parte de la fila había volteado el cogote para echar un ojo a la discusión. Si bien había logrado pasar desapercibido hasta entonces, ya no era un secreto que el chico de color azul se encontraba en ese lugar: quien a pesar de sus extrañas características, vestía de una manera muy común; pantalones negros con corte a los tobillos, botas de shinobi y camiseta manga corta. Lo único destacado era el cinturón de lana marrón que se envolvía en su cintura y se extendía hasta la zona de los muslos, donde yacía plasmado el símbolo de su clan.
Su bandana, no obstante, no la llevaba consigo. Y por tanto, su larga cabellera azul caía como caudal sobre sus hombros, a diferencia de cuando la placa metálica cubría su frente y daba un buen acarre a la melena.