11/06/2016, 14:49
Ante la respuesta de la Sarutobi, el chico no quiso añadir argumento alguno, o confirmar lo que ésta había dicho. Simplemente quedó en silencio, pareciendo que ni fu ni fa. Quizás ni le había interesado la respuesta, pues no hacía gesto siquiera que diese a entender que le había escuchado al menos. Pero lejos de enfadarla, a la chica le dio exactamente igual. Tenía bien claro sus prioridades, y caerle bien a alguien no era uno de sus mas importantes objetivos.
«En fin...»
No tardó en dar el primer paso para la despedida, la cual quedaba con una deuda saldada. Karamaru intentó al menos dejar la despedida en paz, añadiendo que si en algún momento tenía necesidad de una mano extra, él podía ayudar. La verdad, la oferta no era del todo interesante... pero oye, menos da una piedra. Al menos ahí tenía una persona que arrimaría supuestamente el hombro en caso de ser necesario.
Lo único malo, es que no se puede confiar en todo el mundo para el tipo de negocio que la chica tenía en mente montar. Aún no lo tenía claro, pero comerciar con opio era uno de los negocios que más beneficios podía darle en poco tiempo. No era uno de los negocios mas sencillos, y mucho menos relajado.
La chica imitó a su antagonista, doblando levemente su compostura en una disimulada reverencia. —Muchas gracias por la oferta, lo tendré en cuenta. Aunque aún falta bastante para que pueda hacerlo... en fin. Un placer.
Y al igual que Karamaru había comenzado a hacer, la chica tomó la calle, en dirección opuesta a la del calvo. No porque no quisiera seguirlo en una incómoda situación de despedida falsa, si no porque su camino iba mejor por ese otro lado. Se dirigía hacia el torreón, quizás a entrenar un poco mas, y esa era la dirección mas acorde a su destino. Eso, y porque en realidad tampoco le hacía ilusión compartir demasiado tiempo con ese tipo tan raro llamado Karamaru...
«En fin...»
No tardó en dar el primer paso para la despedida, la cual quedaba con una deuda saldada. Karamaru intentó al menos dejar la despedida en paz, añadiendo que si en algún momento tenía necesidad de una mano extra, él podía ayudar. La verdad, la oferta no era del todo interesante... pero oye, menos da una piedra. Al menos ahí tenía una persona que arrimaría supuestamente el hombro en caso de ser necesario.
Lo único malo, es que no se puede confiar en todo el mundo para el tipo de negocio que la chica tenía en mente montar. Aún no lo tenía claro, pero comerciar con opio era uno de los negocios que más beneficios podía darle en poco tiempo. No era uno de los negocios mas sencillos, y mucho menos relajado.
La chica imitó a su antagonista, doblando levemente su compostura en una disimulada reverencia. —Muchas gracias por la oferta, lo tendré en cuenta. Aunque aún falta bastante para que pueda hacerlo... en fin. Un placer.
Y al igual que Karamaru había comenzado a hacer, la chica tomó la calle, en dirección opuesta a la del calvo. No porque no quisiera seguirlo en una incómoda situación de despedida falsa, si no porque su camino iba mejor por ese otro lado. Se dirigía hacia el torreón, quizás a entrenar un poco mas, y esa era la dirección mas acorde a su destino. Eso, y porque en realidad tampoco le hacía ilusión compartir demasiado tiempo con ese tipo tan raro llamado Karamaru...