Esos ojos rojos con esas extrañas marcas se le hacían familiares, pero no por ello menos incómodos, de hecho recordaba de algún lado que esa mirada ya le había incomodado antes, pero su etílico estado no le dejaba hacer memoria. De por sí la actitud de su interlocutor le resultaba fastidiosa y aunque estuviera sobrio tendría el mismo efecto en él. Para colmo el rubio le había cuestionado su dignidad como ninja, estaba acostumbrado a ello pero la forma en que lo dijo le irritaba.
—Cierra la boca, si no me conoces no me critiques— Clavó una mirada de rabia mezclada con frustación en él —No juzgues a simple vista— Lo dijo muy serio aunque su voz estaba quebrada.
En condiciones normales el sería quién estuviera hablando de patriotismo, civismo y demás cosas que terminan en ismo, pero por ironías de la vida ahora se encontraba sentado en el banquillo de los acusados y su crímen era uno de los pecados más arcaicos de la humanidad. Ya estaba harto de siempre ser el niño callado y bien portado que sólo obedece porque sí, nunca quizó ser ninja y la única razón que tenía para seguir adelante era su creencia de que al ser shinobi podría ayudar a los demás. Ahora no pensaba en nada, simplemente quería mandar todo al diablo, ser libre y buscar su propio camino lejos de la guerra que se les venía encima... Pero no lo iba a hacer.
—La única persona a quién recurrir es mi padre, ¿para que volver? ¿¡para que me golpee de nuevo!?— Una lágrima rodó en su mejilla mientras le enseñaba la sangre en su mano
No tenía carácter para rebelarse, el no era así. Ahora quería quitarse al rubio de encima e irse lo más lejos posible, no sabía a donde, simplemente quería estar sólo. Negó con la cabeza y se dió la vuelta, para golpear el muro. Estaba frustrado y debía idear la forma de escaparse, lo siguiente que haría sería intentar treparse por la pared y echarse a correr por encima de los tejados calle abajo, hasta que se cansara o hasta que el del sharingan lo agarrese, lo que pasara primero... O quizás ambas.
—Cierra la boca, si no me conoces no me critiques— Clavó una mirada de rabia mezclada con frustación en él —No juzgues a simple vista— Lo dijo muy serio aunque su voz estaba quebrada.
En condiciones normales el sería quién estuviera hablando de patriotismo, civismo y demás cosas que terminan en ismo, pero por ironías de la vida ahora se encontraba sentado en el banquillo de los acusados y su crímen era uno de los pecados más arcaicos de la humanidad. Ya estaba harto de siempre ser el niño callado y bien portado que sólo obedece porque sí, nunca quizó ser ninja y la única razón que tenía para seguir adelante era su creencia de que al ser shinobi podría ayudar a los demás. Ahora no pensaba en nada, simplemente quería mandar todo al diablo, ser libre y buscar su propio camino lejos de la guerra que se les venía encima... Pero no lo iba a hacer.
—La única persona a quién recurrir es mi padre, ¿para que volver? ¿¡para que me golpee de nuevo!?— Una lágrima rodó en su mejilla mientras le enseñaba la sangre en su mano
No tenía carácter para rebelarse, el no era así. Ahora quería quitarse al rubio de encima e irse lo más lejos posible, no sabía a donde, simplemente quería estar sólo. Negó con la cabeza y se dió la vuelta, para golpear el muro. Estaba frustrado y debía idear la forma de escaparse, lo siguiente que haría sería intentar treparse por la pared y echarse a correr por encima de los tejados calle abajo, hasta que se cansara o hasta que el del sharingan lo agarrese, lo que pasara primero... O quizás ambas.