12/06/2016, 15:22
La chica quedó atónita ante la reacción del grandullón. Normalmente cualquier persona ya habría mandado a freír espárragos al rubio, pero éste no lo había hecho... ni tan siquiera le había dado un puñetazito. Casi parecía que se conociesen, de lo contrario la situación era de lo mas inverosímil. Ya lo era, pero lo sería aún mas.
El guardia le daba paso al gorila, pero éste no avanzó sin antes anunciar que la chica y el renacuajo que colgaba de su espalda iban con él. El hombre no pudo mas que darles paso al grupo, cualquiera le decía que no. Entre tanto, Len se jactaba de que las apariencias engañaban, que la chica nunca veía el lado positivo de las cosas. ¿Qué lado positivo ni qué leches? Lo que acababa de hacer era una tontería del tamaño de una montaña, literalmente.
La chica dejó caer un suspiro mientras negaba con la cabeza, resignada ante la actitud del rubio. A todo ésto, el grandullón le cedió el paso a la peliblanco, con toda la gallardía del mundo.
—G-gracias...— Contestó la chica ante tal actitud. Sin demora, avanzó para no hacerle esperar.
Poco a poco avanzaron por un pasillo con numerosas cortinas y vidrios que le daban un estilo realmente pintoresco y hippie. De fondo, una música pegadiza y de vocalistas realmente drogados comenzaba a avasallar los oídos de la chica. Sin embargo, ésta no se detuvo hasta llegar al destino, un gran salón sacado de la más polémica película de policías. Evidentemente, el sitio era el de la redada donde pillaban a los matones mas buscados.
«¿Qué coño...? ¿No se supone que íbamos a cenar? En que momento se me ha ocurrido ésta genial idea...»
Katomi se volvió, con la intención de fulminar al rubio con la mirada. Para cuando lo hizo, del chico solo quedaba una pierna. La kunoichi quedó pálida, sin saber qué decir. Poco tiempo le hizo falta para darse cuenta de que no le había desmembrado al chico, tan solo se había caído por la espalda del mastodonte.
El hombre también había instado en que las apariencias engañaban, pero aquí solo parecía reinar el caos. ¿Quién diablos iba a cenar allí? La chica observó como el hombre avanzó con los rastrojos del rubio aún a la espalda hasta llegar a una barra. Cuando observó esa parte del lugar, cayó en cuenta. Éste sitio no parecía mas que un antro donde beber y bailar... los cálculos no podían fallar demasiado.
—Cuando lo pille... le voy a retorcer el cuello como a una gallina.
La genin soltó esas palabras para sí misma, castigando psicológicamente el recuerdo del maldito rubio. ¿En qué momento le había dicho que quería salir con él e ese sentido? Cerró los puños con fuerza, y se mantuvo allí en pie. ¿Qué debía hacer?
El guardia le daba paso al gorila, pero éste no avanzó sin antes anunciar que la chica y el renacuajo que colgaba de su espalda iban con él. El hombre no pudo mas que darles paso al grupo, cualquiera le decía que no. Entre tanto, Len se jactaba de que las apariencias engañaban, que la chica nunca veía el lado positivo de las cosas. ¿Qué lado positivo ni qué leches? Lo que acababa de hacer era una tontería del tamaño de una montaña, literalmente.
La chica dejó caer un suspiro mientras negaba con la cabeza, resignada ante la actitud del rubio. A todo ésto, el grandullón le cedió el paso a la peliblanco, con toda la gallardía del mundo.
—G-gracias...— Contestó la chica ante tal actitud. Sin demora, avanzó para no hacerle esperar.
Poco a poco avanzaron por un pasillo con numerosas cortinas y vidrios que le daban un estilo realmente pintoresco y hippie. De fondo, una música pegadiza y de vocalistas realmente drogados comenzaba a avasallar los oídos de la chica. Sin embargo, ésta no se detuvo hasta llegar al destino, un gran salón sacado de la más polémica película de policías. Evidentemente, el sitio era el de la redada donde pillaban a los matones mas buscados.
«¿Qué coño...? ¿No se supone que íbamos a cenar? En que momento se me ha ocurrido ésta genial idea...»
Katomi se volvió, con la intención de fulminar al rubio con la mirada. Para cuando lo hizo, del chico solo quedaba una pierna. La kunoichi quedó pálida, sin saber qué decir. Poco tiempo le hizo falta para darse cuenta de que no le había desmembrado al chico, tan solo se había caído por la espalda del mastodonte.
El hombre también había instado en que las apariencias engañaban, pero aquí solo parecía reinar el caos. ¿Quién diablos iba a cenar allí? La chica observó como el hombre avanzó con los rastrojos del rubio aún a la espalda hasta llegar a una barra. Cuando observó esa parte del lugar, cayó en cuenta. Éste sitio no parecía mas que un antro donde beber y bailar... los cálculos no podían fallar demasiado.
—Cuando lo pille... le voy a retorcer el cuello como a una gallina.
La genin soltó esas palabras para sí misma, castigando psicológicamente el recuerdo del maldito rubio. ¿En qué momento le había dicho que quería salir con él e ese sentido? Cerró los puños con fuerza, y se mantuvo allí en pie. ¿Qué debía hacer?