21/06/2016, 19:04
Perdida como un gusano en una convención de pesca, la chica permaneció inmutable y firme. Hasta llegó a cruzar los brazos, signo de no estar para nada de acuerdo con el lugar al que el chico le había hecho ir. No contento con ello, hasta la miró mal cuando cayó al suelo.
«¿En serio...?» No podía creerlo. El chico le había mirado mal, después de ser él mismo culpable de todo lo que le pudiese pasar y mas. La chica alzó una ceja incluso, incrédula ante tal situación. Mas el joven pasaba de todo como 10 kilos y 350 gramos... aproximadamente.
Sin mas, se levantó y se dirigió hasta la barra, donde una vez allí llamó la atención de una camarera. La rechoncha señora se acercó a paso desacelerado hasta el rubio, y lo saludó como si lo conociera de toda la vida. «Al final va a ser cierto y todo que Len conoce éste lugar...» La mujer hizo hincapié en la compañía que se había buscado, pero Len cambió rápidamente de tema, anunciando lo que quería comer.
Katomi hizo una mueca, aún enfadada por la mirada del chico. Era ella quien debía estar enfadada, no él, ¿cómo se había atrevido? Aún no se sacaba eso de la cabeza. Se adelantó hasta la barra, pero dejó un par de sillas de distancia con el rubio, sentándose en uno de esos taburetes que parecían quedarle un telediario.
—A mi me pone un bollo de carne, y un zumo de naranja.— Anunció ella también. —Y no... éste rubio no haría caer a nadie en sus encantos si pasa mas de unos minutos con él... Está como una cabra.
Razón no le faltaba, aunque quizás había sido algo dura con el chico, de nuevo. Pero en fin, si Katomi tenía un gran fallo, sin duda alguna era su falta de tapar su sinceridad. Ea completamente incapaz de guardar las apariencias, si opinaba algo, solía soltarlo sin tapujos. Doliese o no, debía hacerlo.
«¿En serio...?» No podía creerlo. El chico le había mirado mal, después de ser él mismo culpable de todo lo que le pudiese pasar y mas. La chica alzó una ceja incluso, incrédula ante tal situación. Mas el joven pasaba de todo como 10 kilos y 350 gramos... aproximadamente.
Sin mas, se levantó y se dirigió hasta la barra, donde una vez allí llamó la atención de una camarera. La rechoncha señora se acercó a paso desacelerado hasta el rubio, y lo saludó como si lo conociera de toda la vida. «Al final va a ser cierto y todo que Len conoce éste lugar...» La mujer hizo hincapié en la compañía que se había buscado, pero Len cambió rápidamente de tema, anunciando lo que quería comer.
Katomi hizo una mueca, aún enfadada por la mirada del chico. Era ella quien debía estar enfadada, no él, ¿cómo se había atrevido? Aún no se sacaba eso de la cabeza. Se adelantó hasta la barra, pero dejó un par de sillas de distancia con el rubio, sentándose en uno de esos taburetes que parecían quedarle un telediario.
—A mi me pone un bollo de carne, y un zumo de naranja.— Anunció ella también. —Y no... éste rubio no haría caer a nadie en sus encantos si pasa mas de unos minutos con él... Está como una cabra.
Razón no le faltaba, aunque quizás había sido algo dura con el chico, de nuevo. Pero en fin, si Katomi tenía un gran fallo, sin duda alguna era su falta de tapar su sinceridad. Ea completamente incapaz de guardar las apariencias, si opinaba algo, solía soltarlo sin tapujos. Doliese o no, debía hacerlo.