22/06/2016, 17:53
(Última modificación: 22/06/2016, 17:57 por Uchiha Datsue.)
Los ojos de Datsue, empañados por el terror, estaban perdidos en la daga suspendida en el aire. ¿Por qué estaba pasando todo aquello? El pasillo interminable, el mensaje de la puerta… ¿Acaso era una trampa de Katame? ¿Una especie de fuuinjutsu para evitar que los enemigos escapasen? Y el pasillo… ¡El pasillo!
Datsue abrió los ojos, atónito. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? El pasillo era distinto. Cuando Anzu y él habían entrado por primera vez en el local, lo primero que había era una pequeña habitación, una especie de recibidor ocupado por un enorme grandullón. Luego, otra puerta, que conectaba al pasillo y a la sala principal. Pero lo que tenía ante sí estaba mal hecho. Entre el recibidor y el pasillo no había ninguna puerta, sino que ésta se encontraba al final del mismo.
¿Un Genjutsu, entonces? Los pasos de Anzu resonaron en el suelo hasta tomar la daga, mientras la mente del Uchiha seguía muy lejos de allí, perdida en sus elucubraciones. ¿Un Genjutsu de Katame? ¿O del gorila? ¿Pero entonces por qué está mal hecho el pasillo? Chasqueó la lengua. El quién no importaba, solo cómo librarse de la ilusión.
Sus ojos se tiñeron de sangre y dos aspas adornaron las pupilas. Nada pareció cambiar… hasta que sus orbes rojizos se posaron en el suelo. Había otro mensaje. Un mensaje que solo su Sharingan pudo leer:
Anzu se plantó frente a él y apuntó con la empuñadura al rostro del Uchiha, todavía de rodillas.
—Hazlo, es la única manera. Quien quiera que sea que nos está haciendo esto, no se contentará hasta que me mates.
Las palabras se aglomeraron en la garganta de Datsue y terminaron por no salir. Pese a que ella no se lo viese, la kunoichi tenía una cerradura de un rojo brillante tatuada en el pecho. El Uchiha tuvo que hacer de tripas corazón para no soltar una carcajada. El acertijo era tan obvio que hasta era insultante.
Su diestra, temblorosa, trazó un arco hacia la daga y la tomó.
—Un ninja debe tener un código.
Sus palabras rechinaron en los oídos de Datsue como el arañazo en una pizarra. Sintió una quemazón en la palma de la mano derecha. ¿Un efecto del Genjutsu? ¿O acaso eran remordimientos por haber tomado la daga sin siquiera dudar?
Frunció el ceño y entrecerró los ojos.
—¿Un código? Te tenía por alguien que no creía en esas chorradas —dijo con voz estridente, echando la cabeza hacia atrás y enseñando los dientes. Estaba harto de toda esa mierda que le habían inculcado desde niño. De toda esa basura que él había creído y hasta amado para que, un día, descubrir que todo era una farsa. Recordaba muy bien aquel día. Lo acababa de revivir con el omoide—. El código es un fardo con el que algunos ninjas deciden cargar. Y el honor, la mentira que se dicen para que les pese menos. —Se levantó.
»Deberías librarte de esa mierda, o vas a terminar con la espalda más encorvada que el jodido Kenzou. —Escupió a un lado al pronunciar aquel nombre.
Un líquido rojizo resbaló por sus labios. Era su sangre. Se acababa de morder la lengua.
¡Agh! ¡Mierda, tampoco! ¡Joder, PUTA MIERDA! Ni el Sharingan, ni el dolor. ¿Cómo cojones salgo de la ilusión? ¿En serio tengo que matarla? Pero, espera… Todavía queda otra opción. ¡El ejecutor del Genjutsu! Eso es. La otra forma es que él lo pare. Ya sea provocándole daño o que lo detenga de forma voluntaria… Pero, ¿cómo consigo eso? El objetivo del Genjutsu es que la mate, eso está claro. Eso, o que ella me mate a mí…
Casi como si el destino quisiese burlarse de él, tras aquellos últimos pensamientos un nuevo mensaje apareció tras su espalda, en la pequeña porción de pared que había sobre la puerta. Anzu pudo leerlo perfectamente:
—Entonces, ¿así de fácil? —preguntó Datsue, con los dientes empapados en sangre. Todavía le ardía la lengua por el mordisco—. ¿Serás la heroína de la historia y te sacrificarás por mí?
La lámpara que pendía bajo el techo empezó a balancearse…
Datsue abrió los ojos, atónito. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? El pasillo era distinto. Cuando Anzu y él habían entrado por primera vez en el local, lo primero que había era una pequeña habitación, una especie de recibidor ocupado por un enorme grandullón. Luego, otra puerta, que conectaba al pasillo y a la sala principal. Pero lo que tenía ante sí estaba mal hecho. Entre el recibidor y el pasillo no había ninguna puerta, sino que ésta se encontraba al final del mismo.
¿Un Genjutsu, entonces? Los pasos de Anzu resonaron en el suelo hasta tomar la daga, mientras la mente del Uchiha seguía muy lejos de allí, perdida en sus elucubraciones. ¿Un Genjutsu de Katame? ¿O del gorila? ¿Pero entonces por qué está mal hecho el pasillo? Chasqueó la lengua. El quién no importaba, solo cómo librarse de la ilusión.
Sus ojos se tiñeron de sangre y dos aspas adornaron las pupilas. Nada pareció cambiar… hasta que sus orbes rojizos se posaron en el suelo. Había otro mensaje. Un mensaje que solo su Sharingan pudo leer:
«Mi llave se usa como cualquier otra. Primero hacia adentro, luego hacia un lado. ¿La cerradura? Ya la estás viendo.»
Anzu se plantó frente a él y apuntó con la empuñadura al rostro del Uchiha, todavía de rodillas.
—Hazlo, es la única manera. Quien quiera que sea que nos está haciendo esto, no se contentará hasta que me mates.
Las palabras se aglomeraron en la garganta de Datsue y terminaron por no salir. Pese a que ella no se lo viese, la kunoichi tenía una cerradura de un rojo brillante tatuada en el pecho. El Uchiha tuvo que hacer de tripas corazón para no soltar una carcajada. El acertijo era tan obvio que hasta era insultante.
Su diestra, temblorosa, trazó un arco hacia la daga y la tomó.
—Un ninja debe tener un código.
Sus palabras rechinaron en los oídos de Datsue como el arañazo en una pizarra. Sintió una quemazón en la palma de la mano derecha. ¿Un efecto del Genjutsu? ¿O acaso eran remordimientos por haber tomado la daga sin siquiera dudar?
Frunció el ceño y entrecerró los ojos.
—¿Un código? Te tenía por alguien que no creía en esas chorradas —dijo con voz estridente, echando la cabeza hacia atrás y enseñando los dientes. Estaba harto de toda esa mierda que le habían inculcado desde niño. De toda esa basura que él había creído y hasta amado para que, un día, descubrir que todo era una farsa. Recordaba muy bien aquel día. Lo acababa de revivir con el omoide—. El código es un fardo con el que algunos ninjas deciden cargar. Y el honor, la mentira que se dicen para que les pese menos. —Se levantó.
»Deberías librarte de esa mierda, o vas a terminar con la espalda más encorvada que el jodido Kenzou. —Escupió a un lado al pronunciar aquel nombre.
Un líquido rojizo resbaló por sus labios. Era su sangre. Se acababa de morder la lengua.
¡Agh! ¡Mierda, tampoco! ¡Joder, PUTA MIERDA! Ni el Sharingan, ni el dolor. ¿Cómo cojones salgo de la ilusión? ¿En serio tengo que matarla? Pero, espera… Todavía queda otra opción. ¡El ejecutor del Genjutsu! Eso es. La otra forma es que él lo pare. Ya sea provocándole daño o que lo detenga de forma voluntaria… Pero, ¿cómo consigo eso? El objetivo del Genjutsu es que la mate, eso está claro. Eso, o que ella me mate a mí…
Casi como si el destino quisiese burlarse de él, tras aquellos últimos pensamientos un nuevo mensaje apareció tras su espalda, en la pequeña porción de pared que había sobre la puerta. Anzu pudo leerlo perfectamente:
«¿Vas a permitir que lo haga de nuevo?»
—Entonces, ¿así de fácil? —preguntó Datsue, con los dientes empapados en sangre. Todavía le ardía la lengua por el mordisco—. ¿Serás la heroína de la historia y te sacrificarás por mí?
La lámpara que pendía bajo el techo empezó a balancearse…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado