25/06/2016, 22:31
La suerte de los chicos parecía ir en cambio a darles una sorpresa. Pese al desanimo que vivían, ambos tomaron rápidamente la compostura al ver que un par de guardias habían hecho acto de presencia. Según dijeron, el juicio iba a celebrarse en breves debido al revuelto que habían causado, cosa que tampoco era de extrañar. El primero de éstos, tomó a Riko de espaldas a la celda, y lo esposó cual rufián peligroso.
—¿P-pero... no era que confiaban en nosotros?— Se atrevió a preguntar a un tono casi mudo.
La siguiente fue ella. Con las mismas palabras y gesto, el guardia que estaba afuera de su celda actuó exactamente igual a su compañero de oficio. Ambos genin quedaron esposados, pero a la misma vez mas libres que hasta hacían escasos segundos. Las puertas de ambas celdas se abrieron, y el camino hacia el juicio daba comienzo.
—Bueno, al menos será rápido.
Los cuatro avanzaron por el pasillo que hacía poco habían pasado, dirección hacia la puerta por donde habían entrado. Poco antes de eso, giraron y comenzaron a pasillear un poco. El sitio realmente se veía grande, o al menos repleto de pasillos que no se sabía ni a donde daban. Sinceramente, desde el exterior parecía mucho menor.
Al final del recorrido, pararon ante una gran puerta de color carmesí. Sin mas, uno de los guardia abrió la puerta, y el destello de la luz de unos focos cegaron por un instante a los jóvenes. Para cuando la vista alcanzó a recuperarse, vieron una enorme sala que hasta la mitad de la misma estaba compuesta por un gran numero de banquetas. En el medio de la sala daba paso una gran alfombra del mismo tono que la puerta, la cual contrastaba mucho con los tonos blancos de la habitación. Grandes vidrieras adornaban la sala, pero no era de ellas de las que emanaba la luz, si no de unos enormes focos que se situaban en el techo. La claridad del habitáculo era realmente incómoda, casi parecían estar en el maldito cielo.
—El par de jóvenes genin, pasad.— Una imperativa y ronca voz les dio paso, acompañados de nuevo por los guardias.
Frente a ellos, un estrado con varios resaltes, y en el mas alto un señor con una ornamentada armadura dorada. Su cabellera grisácea resaltaba aún mas que el carmesí en el blanco de la sala. Justo a su lado, en un atril un tanto mas bajo, una señora con un enorme tocado rubio, que vestía un lujurioso vestido azul mostrando un escote casi perfecto.
La chica avanzó por el pasillo, predestinada a ser juzgada, al igual que su compañero. Pero había algo que llamaba su atención... ¿Dónde estaban los testigos, abogados y acusadores? Miró hacia todos lados, pero no halló en la sala a nadie salvo los ya mencionados.
—Siento mucho la demora. El dueño del bar donde sucedió todo ha hablado en vuestro favor, y afirmó que no fuisteis vosotros los causantes de todo el alboroto, si no que os defendisteis ante ese trío de maleantes. Se les liberará desde éste mismo momento, pero si vuelven a ser partícipes de algún problema en ésta ciudad, la ley no será para nada suave con vosotros. ¿Entendieron?
—S-si...— Contestó Katomi apresuradamente, seguido de una reverencia.
Sin demora alguna, los guardias liberaron a ambos genins, quitandoles las esposas.
—Bueno... Riko. Lo siento mucho, pero no creo que podamos tomar la merienda en éste momento... he perdido demasiado tiempo, y tenía cosas que hacer en la ciudad. Espero que nos volvamos a ver.
La chica apenas había sido liberada que ya se estaba dando el piro, vaya actitud... Pero tampoco mentía, tenía que investigar un poco mas acerca de los comercios, era la principal razón por la que había ido a esa maldita ciudad. Alzó su diestra hasta sus labios, besó sus dedos índice y corazón, y sopló en dirección a Riko haciendo como que le lanzaba el beso.
Poco mas tardó en tomar camino, evidentemente a un ritmo bastante rápido.
—¿P-pero... no era que confiaban en nosotros?— Se atrevió a preguntar a un tono casi mudo.
La siguiente fue ella. Con las mismas palabras y gesto, el guardia que estaba afuera de su celda actuó exactamente igual a su compañero de oficio. Ambos genin quedaron esposados, pero a la misma vez mas libres que hasta hacían escasos segundos. Las puertas de ambas celdas se abrieron, y el camino hacia el juicio daba comienzo.
—Bueno, al menos será rápido.
Los cuatro avanzaron por el pasillo que hacía poco habían pasado, dirección hacia la puerta por donde habían entrado. Poco antes de eso, giraron y comenzaron a pasillear un poco. El sitio realmente se veía grande, o al menos repleto de pasillos que no se sabía ni a donde daban. Sinceramente, desde el exterior parecía mucho menor.
Al final del recorrido, pararon ante una gran puerta de color carmesí. Sin mas, uno de los guardia abrió la puerta, y el destello de la luz de unos focos cegaron por un instante a los jóvenes. Para cuando la vista alcanzó a recuperarse, vieron una enorme sala que hasta la mitad de la misma estaba compuesta por un gran numero de banquetas. En el medio de la sala daba paso una gran alfombra del mismo tono que la puerta, la cual contrastaba mucho con los tonos blancos de la habitación. Grandes vidrieras adornaban la sala, pero no era de ellas de las que emanaba la luz, si no de unos enormes focos que se situaban en el techo. La claridad del habitáculo era realmente incómoda, casi parecían estar en el maldito cielo.
—El par de jóvenes genin, pasad.— Una imperativa y ronca voz les dio paso, acompañados de nuevo por los guardias.
Frente a ellos, un estrado con varios resaltes, y en el mas alto un señor con una ornamentada armadura dorada. Su cabellera grisácea resaltaba aún mas que el carmesí en el blanco de la sala. Justo a su lado, en un atril un tanto mas bajo, una señora con un enorme tocado rubio, que vestía un lujurioso vestido azul mostrando un escote casi perfecto.
La chica avanzó por el pasillo, predestinada a ser juzgada, al igual que su compañero. Pero había algo que llamaba su atención... ¿Dónde estaban los testigos, abogados y acusadores? Miró hacia todos lados, pero no halló en la sala a nadie salvo los ya mencionados.
—Siento mucho la demora. El dueño del bar donde sucedió todo ha hablado en vuestro favor, y afirmó que no fuisteis vosotros los causantes de todo el alboroto, si no que os defendisteis ante ese trío de maleantes. Se les liberará desde éste mismo momento, pero si vuelven a ser partícipes de algún problema en ésta ciudad, la ley no será para nada suave con vosotros. ¿Entendieron?
—S-si...— Contestó Katomi apresuradamente, seguido de una reverencia.
Sin demora alguna, los guardias liberaron a ambos genins, quitandoles las esposas.
—Bueno... Riko. Lo siento mucho, pero no creo que podamos tomar la merienda en éste momento... he perdido demasiado tiempo, y tenía cosas que hacer en la ciudad. Espero que nos volvamos a ver.
La chica apenas había sido liberada que ya se estaba dando el piro, vaya actitud... Pero tampoco mentía, tenía que investigar un poco mas acerca de los comercios, era la principal razón por la que había ido a esa maldita ciudad. Alzó su diestra hasta sus labios, besó sus dedos índice y corazón, y sopló en dirección a Riko haciendo como que le lanzaba el beso.
Poco mas tardó en tomar camino, evidentemente a un ritmo bastante rápido.