26/06/2016, 02:34
Un viento helado, de esos que cortaban la piel y atravesaban los huesos, recibió a Datsue nada más abrir la puerta. Se había olvidado de coger la túnica, que descansaba en algún rincón de su habitación original. Esa en la solo había entrado para dejar sus cosas, portaobjetos incluido. Incluso su mecanismo oculto de kunai, al igual que el propio kunai.
Pero si en verdad habían raptado a Noemi, la velocidad en la que actuase resultaba vital.
¿Cuánto había pasado desde que la había dejado sola en la habitación? Cinco minutos, como mucho. Y con tanta nieve… ¡Ajá! Había un hueco en la nieve bajo la ventana de la habitación de Noemi, y unas pisadas que conducían camino arriba. Datsue corrió hacia ellas. Pese a no ser muy ducho en rastreos, era obvio que pertenecían a una única persona. ¿Serían las de ella? ¿O las de un posible secuestrador?
No había tiempo para pensar.
—Yoshi, quédate aquí —dijo, al ver que el posadero ya estaba vistiéndose con torpeza una chaqueta y pretendía salir con ellos a la persecución—. Solo nos retrasarías. —Yoshi pareció balbucear algo, pero Datsue no dio tiempo a réplica. Sus ojos teñidos en sangre ya estaban fijos en Karamaru—. ¡Vamos!
Datsue siguió calle arriba, recorriendo el mismo camino que Karamaru y Noemi habían hecho la noche anterior, siguiendo las pisadas, ahora entremezcladas con muchas otras. Le ardían las orejas por el frío y la bandana que había dejado colgada al hombro estuvo a punto de caérsele por la inercia. Colocó la placa sobre el cuello e hizo un nudo rápido tras la nuca.
—¿Cuál es tu especialidad, Karamaru? —preguntó, a mitad de carrera—. ¿Eres más de distancias cortas o largas? —Si tenían que luchar, Datsue quería saber qué tipo de compañero tenía a su lado.
Mientras tanto, la conversación entre ambas mujeres seguía su curso, ajenas a todo el revuelo que se había montado por ellas. O por una de ellas, más bien.
Tras Noemi rechazar el ofrecimiento de té, Emiko se sentó al otro lado de la mesa, dando la espalda a la ventana, y empezó a jugar con el dedo con un mechón que tenía suelto, distraída. La pregunta de Noemi no se hizo esperar. Simple pero directa, como el cuchillo de un matarife.
Emiko pareció avergonzarse, desviando la mirada a la mesa.
—Ryoma era muy buen amigo mío… y también de mi marido. Me ayudaba mucho con el cultivo, los animales… El año en que la peste se cebó con nuestros cultivos, él siempre nos invitaba a cenar a su casa. Era un gran hombre… Yo le quería mucho. —Sus ojos se clavaron en los de Noemi—. ¿Quién querría matar a un hombre tan bueno?
Pero si en verdad habían raptado a Noemi, la velocidad en la que actuase resultaba vital.
¿Cuánto había pasado desde que la había dejado sola en la habitación? Cinco minutos, como mucho. Y con tanta nieve… ¡Ajá! Había un hueco en la nieve bajo la ventana de la habitación de Noemi, y unas pisadas que conducían camino arriba. Datsue corrió hacia ellas. Pese a no ser muy ducho en rastreos, era obvio que pertenecían a una única persona. ¿Serían las de ella? ¿O las de un posible secuestrador?
No había tiempo para pensar.
—Yoshi, quédate aquí —dijo, al ver que el posadero ya estaba vistiéndose con torpeza una chaqueta y pretendía salir con ellos a la persecución—. Solo nos retrasarías. —Yoshi pareció balbucear algo, pero Datsue no dio tiempo a réplica. Sus ojos teñidos en sangre ya estaban fijos en Karamaru—. ¡Vamos!
Datsue siguió calle arriba, recorriendo el mismo camino que Karamaru y Noemi habían hecho la noche anterior, siguiendo las pisadas, ahora entremezcladas con muchas otras. Le ardían las orejas por el frío y la bandana que había dejado colgada al hombro estuvo a punto de caérsele por la inercia. Colocó la placa sobre el cuello e hizo un nudo rápido tras la nuca.
—¿Cuál es tu especialidad, Karamaru? —preguntó, a mitad de carrera—. ¿Eres más de distancias cortas o largas? —Si tenían que luchar, Datsue quería saber qué tipo de compañero tenía a su lado.
Mientras tanto, la conversación entre ambas mujeres seguía su curso, ajenas a todo el revuelo que se había montado por ellas. O por una de ellas, más bien.
Tras Noemi rechazar el ofrecimiento de té, Emiko se sentó al otro lado de la mesa, dando la espalda a la ventana, y empezó a jugar con el dedo con un mechón que tenía suelto, distraída. La pregunta de Noemi no se hizo esperar. Simple pero directa, como el cuchillo de un matarife.
Emiko pareció avergonzarse, desviando la mirada a la mesa.
—Ryoma era muy buen amigo mío… y también de mi marido. Me ayudaba mucho con el cultivo, los animales… El año en que la peste se cebó con nuestros cultivos, él siempre nos invitaba a cenar a su casa. Era un gran hombre… Yo le quería mucho. —Sus ojos se clavaron en los de Noemi—. ¿Quién querría matar a un hombre tan bueno?
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado