29/06/2016, 05:43
A Kaido le hizo gracia que la morena se pensara como alguien capaz de enfrentar al buen número de papanatas reunidos allí en el galpón. La gracia, claro esta, venía del desconocimiento hacia el hecho de que la tozuda dama pertenecía, sin embargo; a una de las tres aldeas principales. Y lo supo por la confesión de Anzu: su kage no le había dejado participar en el torneo.
En el verdadero.
El tiburón le miro extrañado. Una kunoichi, pensó entonces; e intentó ubicar la insignia que la representaba. Pero no lo logro. No obstante, poco después la mujer admitirá sentir cierta vergüenza hacia la representación de los suyos en el torneo y sólo podía estar refiriéndose a una de ellas, y esa era Takigakure.
Nadie más había hecho el tonto. Sólo Datsue. Quien había dejado el nombre de la cascada por el sueño, tal y como anzu lo había admitido.
—Te entiendo perfectamente. La mía tampoco me ha inscrito, a saber por qué jodida razón. Aunque al menos puedo decir que uno de los míos está en la final... Pero tu —rió, divertido—. Tendrás que conformarte con que Datsue te compre algo bonito con lo del soborno.
Ella pronto intentaría cambiar el rumbo de la conversación e increpo, como todos lo hacían alguna vez, sobre su apariencia y procedencia.
—Amegakure, mujer. Y Joder, vamos; no seas como el resto de los idiotas que cuenta siempre el mismo chiste. Soy un puto humano, azul y con dientes muy afilados, pero humano al fin. Tal vez mis padres me concibieron en el mar y algún tiburón quiso unirse a la fiesta, quien sabe.
En el verdadero.
El tiburón le miro extrañado. Una kunoichi, pensó entonces; e intentó ubicar la insignia que la representaba. Pero no lo logro. No obstante, poco después la mujer admitirá sentir cierta vergüenza hacia la representación de los suyos en el torneo y sólo podía estar refiriéndose a una de ellas, y esa era Takigakure.
Nadie más había hecho el tonto. Sólo Datsue. Quien había dejado el nombre de la cascada por el sueño, tal y como anzu lo había admitido.
—Te entiendo perfectamente. La mía tampoco me ha inscrito, a saber por qué jodida razón. Aunque al menos puedo decir que uno de los míos está en la final... Pero tu —rió, divertido—. Tendrás que conformarte con que Datsue te compre algo bonito con lo del soborno.
Ella pronto intentaría cambiar el rumbo de la conversación e increpo, como todos lo hacían alguna vez, sobre su apariencia y procedencia.
—Amegakure, mujer. Y Joder, vamos; no seas como el resto de los idiotas que cuenta siempre el mismo chiste. Soy un puto humano, azul y con dientes muy afilados, pero humano al fin. Tal vez mis padres me concibieron en el mar y algún tiburón quiso unirse a la fiesta, quien sabe.