Reposaban la comida, y no parecían resaltar demasiado sobre el resto de comensales. Poco a poco casi todos llevaban un ritmo parecido, y la mayoría se hallaba casi en mismas condiciones, hablando un poco para reposar el suculento banquete, y hacer hueco para el postre. Aunque, cabe destacar que todo el mundo tiene una parte extra en el estómago reservada sola y exclusivamente para el postre, nadie escapa a esa gran verdad.
Entre palabras, Mogura se quedó con una entre dientes. El joven no tardó en soltar la pregunta, la duda le picaba. ¿Cuánto entrenaba una chica que afirmaba tener el objetivo de volverse fuerte en mente?
—Bueno... realmente entreno todos los días, sin excepción. Aunque hay muchas veces que el entrenamiento se hace muy ameno, como el de andar por el agua... y esos días suelo forzarlos a doble de entrenamiento. Yo diría que entreno una dos horas diarias, menos los días intensivos que son 4.
Para cuando la chica estaba terminando de hablar sobre su entrenamiento, obviamente sin entrar en demasiados detalles, la mesera estaba pasando a apenas un par de metros de la mesa. La peliblanco aprovechó el instante para alzar su diestra, llamando su atención. —¿Podría venir, por favor?
—SI, un momento por favor.— Respondió la mujer de seguida. Aunque aún tenía cosas entre manos, seguramente tardaría un instante en regresar a atenderlos.
Sin embargo, para antes de que se dieran cuenta, la chica había dejado los platos de una mesa cercana, y se había acercado hasta la mesa de Mogura y Katomi.
—¿Desean algo mas? ¿Ha sido todo de vuestro agrado?
—Si, la verdad es que todo estaba buenisimo. Mis felicitaciones al chef de ésta comida. Por cierto, ¿podría traernos unas cartas de postres, por favor?
Entre palabras, Mogura se quedó con una entre dientes. El joven no tardó en soltar la pregunta, la duda le picaba. ¿Cuánto entrenaba una chica que afirmaba tener el objetivo de volverse fuerte en mente?
—Bueno... realmente entreno todos los días, sin excepción. Aunque hay muchas veces que el entrenamiento se hace muy ameno, como el de andar por el agua... y esos días suelo forzarlos a doble de entrenamiento. Yo diría que entreno una dos horas diarias, menos los días intensivos que son 4.
Para cuando la chica estaba terminando de hablar sobre su entrenamiento, obviamente sin entrar en demasiados detalles, la mesera estaba pasando a apenas un par de metros de la mesa. La peliblanco aprovechó el instante para alzar su diestra, llamando su atención. —¿Podría venir, por favor?
—SI, un momento por favor.— Respondió la mujer de seguida. Aunque aún tenía cosas entre manos, seguramente tardaría un instante en regresar a atenderlos.
Sin embargo, para antes de que se dieran cuenta, la chica había dejado los platos de una mesa cercana, y se había acercado hasta la mesa de Mogura y Katomi.
—¿Desean algo mas? ¿Ha sido todo de vuestro agrado?
—Si, la verdad es que todo estaba buenisimo. Mis felicitaciones al chef de ésta comida. Por cierto, ¿podría traernos unas cartas de postres, por favor?