30/06/2016, 20:43
(Última modificación: 30/06/2016, 20:49 por Uchiha Datsue.)
—Cuerpo a cuerpo es en lo que trato de desarrollarme. Deja que te diga que estoy a tus ordenes, si hay combate puedes organizar los movimientos.
Un buen chico, Karamaru. Cierto era que había estado a punto de soltarle un Goukakyuu a bocajarro la anterior noche, pero tenía que reconocer que empezaba a caerle bien. ¡Un tipo que podía actuar de carnaza y que además se ofrecía a acatar sus órdenes! ¿Qué más se podía pedir?
Si además de eso no fuese tan inoportuno, sería su aspirante a amigo perfecto.
—Pero hay algo curioso... Esos ojos... los recordaba negros y profundos...
Los pasos de Datsue se ralentizaron.
—Dicen que los ojos de los tigres brillan de un color verde cuando quieren matar. —Probablemente fuese mentira. Por un instante, la mirada entre Datsue y Karamaru se cruzó, y el shinobi de Ame pudo atisbar un asomo de sonrisa en la boca del Uchiha—. Probablemente a mí me pase igual. —Como no estaba seguro que lo primero fuese mentira, Datsue se aseguró soltando otro embuste. Después de todo, tenía una reputación que mantener.
»Esa era la casa de Arashi, ¿no? De la esposa de Arashi, quiero decir —se corrigió rápidamente, recordando el mapa que le habían hecho. Efectivamente, Karamaru se encontraba en el mismo sitio que la noche pasada. A su diestra, la casa del difunto. A su izquierda, el hogar de Emiko—. Las pisadas llevan hasta ahí… No hay duda —cada vez el temor de que la hubiesen secuestrado era más bajo. Todo parecía indicar una huida por la ventana, por muy rocambolesco e inexplicable que sonase—. Voy a intentar verla a través de las ventanas, a ver si hay suerte y es todo un malentendido. Espérame aquí un segundo.
El Uchiha saltó la corta valla que cercaba la casa y rodeó el corral que había junto a ella, por la izquierda. Luego, y aunque no tuviese mucho sentido ponerse de puntillas en plena nieve, lo hizo, y dobló la esquina de la casa, desapareciendo de la vista de Karamaru…
—¡Chsst! ¡Chsst! —alguien hacía señas a Karamaru para que se le acercase. Una anciana, de cabellos blancos y arrebujada en abrigos de piel. Tenía la espalda encorvada y los ojos nublados, quizá por las cataratas. Una de sus manos reposaba en un simple palo, una vara que podría haber cogido de cualquier rama caída y que le servía de bastón. La otra, enguantada, le hacía gestos para que se le acercase.
Emiko pareció sonrojarse ante la pregunta directa y contundente formulada por Noemi, en la que se preguntaba por qué había tanta distancia entre marido y mujer. Aunque con las mejillas tan empolvadas, era difícil de asegurar.
—Pues… supongo que nos estamos dando un tiempo —respondió, con la mirada baja. Luego sonrió, como tratando de quitarle importancia—. Y no, que yo sepa no discutieron. Además, al vivir tan separados apenas nos veíamos últimamente. Y Ryoma era un hombre bastante solitario. Apenas bajaba al pueblo…
Fue entonces cuando, tras el hombro de Emiko, Noemi pudo ver a Datsue asomándose a la ventana…
... No podía creérselo. Estaba indignado. Él todo preocupado por si le había pasado algo y ella tan tranquila conversando con Emiko. Solo le faltaba el té y las pastas.
El Sharingan desapareció de sus ojos, y el vaho que producía su respiración le sirvió para empañar el cristal lo suficiente como para escribirle un mensaje a Noemi con el dedo, que, tras pensárselo un segundo, optó del cabreo a tirar por la ironía:
«¿Tan malo he sido anoche en la cama para escapar por la ventana?»
Un buen chico, Karamaru. Cierto era que había estado a punto de soltarle un Goukakyuu a bocajarro la anterior noche, pero tenía que reconocer que empezaba a caerle bien. ¡Un tipo que podía actuar de carnaza y que además se ofrecía a acatar sus órdenes! ¿Qué más se podía pedir?
Si además de eso no fuese tan inoportuno, sería su aspirante a amigo perfecto.
—Pero hay algo curioso... Esos ojos... los recordaba negros y profundos...
Los pasos de Datsue se ralentizaron.
—Dicen que los ojos de los tigres brillan de un color verde cuando quieren matar. —Probablemente fuese mentira. Por un instante, la mirada entre Datsue y Karamaru se cruzó, y el shinobi de Ame pudo atisbar un asomo de sonrisa en la boca del Uchiha—. Probablemente a mí me pase igual. —Como no estaba seguro que lo primero fuese mentira, Datsue se aseguró soltando otro embuste. Después de todo, tenía una reputación que mantener.
»Esa era la casa de Arashi, ¿no? De la esposa de Arashi, quiero decir —se corrigió rápidamente, recordando el mapa que le habían hecho. Efectivamente, Karamaru se encontraba en el mismo sitio que la noche pasada. A su diestra, la casa del difunto. A su izquierda, el hogar de Emiko—. Las pisadas llevan hasta ahí… No hay duda —cada vez el temor de que la hubiesen secuestrado era más bajo. Todo parecía indicar una huida por la ventana, por muy rocambolesco e inexplicable que sonase—. Voy a intentar verla a través de las ventanas, a ver si hay suerte y es todo un malentendido. Espérame aquí un segundo.
El Uchiha saltó la corta valla que cercaba la casa y rodeó el corral que había junto a ella, por la izquierda. Luego, y aunque no tuviese mucho sentido ponerse de puntillas en plena nieve, lo hizo, y dobló la esquina de la casa, desapareciendo de la vista de Karamaru…
—¡Chsst! ¡Chsst! —alguien hacía señas a Karamaru para que se le acercase. Una anciana, de cabellos blancos y arrebujada en abrigos de piel. Tenía la espalda encorvada y los ojos nublados, quizá por las cataratas. Una de sus manos reposaba en un simple palo, una vara que podría haber cogido de cualquier rama caída y que le servía de bastón. La otra, enguantada, le hacía gestos para que se le acercase.
Emiko pareció sonrojarse ante la pregunta directa y contundente formulada por Noemi, en la que se preguntaba por qué había tanta distancia entre marido y mujer. Aunque con las mejillas tan empolvadas, era difícil de asegurar.
—Pues… supongo que nos estamos dando un tiempo —respondió, con la mirada baja. Luego sonrió, como tratando de quitarle importancia—. Y no, que yo sepa no discutieron. Además, al vivir tan separados apenas nos veíamos últimamente. Y Ryoma era un hombre bastante solitario. Apenas bajaba al pueblo…
Fue entonces cuando, tras el hombro de Emiko, Noemi pudo ver a Datsue asomándose a la ventana…
... No podía creérselo. Estaba indignado. Él todo preocupado por si le había pasado algo y ella tan tranquila conversando con Emiko. Solo le faltaba el té y las pastas.
El Sharingan desapareció de sus ojos, y el vaho que producía su respiración le sirvió para empañar el cristal lo suficiente como para escribirle un mensaje a Noemi con el dedo, que, tras pensárselo un segundo, optó del cabreo a tirar por la ironía:
«¿Tan malo he sido anoche en la cama para escapar por la ventana?»
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado