1/07/2016, 16:14
Si bien desde fuera era todo un ejemplo a seguir, visto día a día una rutina sin descanso nunca es buena. No paraba nunca, ni tan siquiera los días festivos, era una condena sin fechas. Bueno, sí que había una fecha, el día en que cumpliese su objetivo. Hasta que algo así sucediese, no lo quedaba mas que cerrar los puños y seguir hacia delante, por duro que fuese. Solo de esas formas nacen los guerreros.
Mogura quizás se lo había tomado a la ligera pensando en que debía hacer igual. Fuese como fuese, la chica respondió con su sonrisa.
Con la aparición de la mesera, ambos genin no tardaron en darle la felicitación para el cocinero. No era para menos, la comida había sido descaradamente buena. Los dos chicos habían pensado de igual manera, aunque hubiese sido la chica la primera en soltarlo. Por otro lado, la chica que les atendía mostró también una sonrisa, y aseguró que le trasmitiría las felicitaciones al ingeniero de tan elaborada comida.
La solicitud de la peliblanco no tardó en ser atendida. La camarera tenía al parecer una carta de postres justo encima, la cuál ofreció sin perder un segundo. Acto seguido, tomó los platos de los genin, y comentó que volvería en un rato para tomarles nota de nuevo, en ésta ocasión de los postres.
—Muchas gracias.
Katomi no perdió tampoco el tiempo. Había sido la primera en recepcionar la carta de postres, y seguidamente se puso a ojearla. Deslizó el dedo nombre por nombre, sin detenerse siquiera a ver los precios que venían justo al lado. La variedad no era demasiado extensa, pero sin duda habían algunos que destacaban, las tortas de frutilla entre ellas. —Mira, aquí aparece tu postre favorito.— Afirmó mientras señalaba el susodicho en la carta, girándola incluso un poco para que éste pudiese verlo. Siguió leyendo la carta, pero lamentablemente no estaba su postre deseado.
La chica adoptó una pequeña mueca de decepción, leve, pero seguramente distinguible. —Bueno, yo pediré un flan con nata y caramelo... algo es algo... menos da una piedra.
Cierto era. Una piedra como mucho da dolor, y a veces ni eso.
Mogura quizás se lo había tomado a la ligera pensando en que debía hacer igual. Fuese como fuese, la chica respondió con su sonrisa.
Con la aparición de la mesera, ambos genin no tardaron en darle la felicitación para el cocinero. No era para menos, la comida había sido descaradamente buena. Los dos chicos habían pensado de igual manera, aunque hubiese sido la chica la primera en soltarlo. Por otro lado, la chica que les atendía mostró también una sonrisa, y aseguró que le trasmitiría las felicitaciones al ingeniero de tan elaborada comida.
La solicitud de la peliblanco no tardó en ser atendida. La camarera tenía al parecer una carta de postres justo encima, la cuál ofreció sin perder un segundo. Acto seguido, tomó los platos de los genin, y comentó que volvería en un rato para tomarles nota de nuevo, en ésta ocasión de los postres.
—Muchas gracias.
Katomi no perdió tampoco el tiempo. Había sido la primera en recepcionar la carta de postres, y seguidamente se puso a ojearla. Deslizó el dedo nombre por nombre, sin detenerse siquiera a ver los precios que venían justo al lado. La variedad no era demasiado extensa, pero sin duda habían algunos que destacaban, las tortas de frutilla entre ellas. —Mira, aquí aparece tu postre favorito.— Afirmó mientras señalaba el susodicho en la carta, girándola incluso un poco para que éste pudiese verlo. Siguió leyendo la carta, pero lamentablemente no estaba su postre deseado.
La chica adoptó una pequeña mueca de decepción, leve, pero seguramente distinguible. —Bueno, yo pediré un flan con nata y caramelo... algo es algo... menos da una piedra.
Cierto era. Una piedra como mucho da dolor, y a veces ni eso.