1/07/2016, 22:02
Mogura no quiso darse por vencido, aunque de manera pacífica en aquella guerra perdida. Si, podría considerarse una guerra perdida la búsqueda de profiteroles, pues a la chica tampoco es que le fuese la vida en ello. Era una lástima, si, pero seguro que podía vivir con esa pena sobre sus hombros.
—Está bien, está bien.— Confirmó la chica ante la propuesta del médico.
Seguidamente la chica dejó la carta de postres a disposición de Mogura, pero éste ya estaba mas que decidido. Si podía tomar su postre favorito, ¿Por qué habría de rebatirselo? Lo tomaría, obviamente, y no dudaría en ello.
El matasanos preguntó a la peliblanco si le apetecía un poco de té. Mientras tanto, comenzó a preparar una nueva dosis del mismo. Vertió la esencia de té verde en la pava, y lo removió lentamente mientras parecía esperar respuesta por parte de Katomi. La chica observó por un instante su taza, y vislumbró que realmente no le quedaba demasiado té en ella. —Si, si, por favor.— Inquirió mientras deslizaba la taza por la mesa. Arrastró la misma no demasiado, justo lo necesario para que Mogura alcanzase a servir el té sin desparramarlo por la mesa, o tener que ponerse en pié.
—Muchas gracias.— Agradeció a Mogura mientras sostenía una amplia sonrisa.
Por otro lado, la mesera casi parecía dirigirse hacia la mesa. Seguramente no tardaría en tomarles nota.
—Está bien, está bien.— Confirmó la chica ante la propuesta del médico.
Seguidamente la chica dejó la carta de postres a disposición de Mogura, pero éste ya estaba mas que decidido. Si podía tomar su postre favorito, ¿Por qué habría de rebatirselo? Lo tomaría, obviamente, y no dudaría en ello.
El matasanos preguntó a la peliblanco si le apetecía un poco de té. Mientras tanto, comenzó a preparar una nueva dosis del mismo. Vertió la esencia de té verde en la pava, y lo removió lentamente mientras parecía esperar respuesta por parte de Katomi. La chica observó por un instante su taza, y vislumbró que realmente no le quedaba demasiado té en ella. —Si, si, por favor.— Inquirió mientras deslizaba la taza por la mesa. Arrastró la misma no demasiado, justo lo necesario para que Mogura alcanzase a servir el té sin desparramarlo por la mesa, o tener que ponerse en pié.
—Muchas gracias.— Agradeció a Mogura mientras sostenía una amplia sonrisa.
Por otro lado, la mesera casi parecía dirigirse hacia la mesa. Seguramente no tardaría en tomarles nota.