2/07/2016, 10:30
(Última modificación: 2/07/2016, 10:32 por Uchiha Akame.)
La Yotsuki asintió, resignada, y trató de ayudar a su compañero de profesión a levantarse. No sin esfuerzo Daruu se puso en pie, apretando los dientes; Anzu notaba cómo las piernas le temblaban al pobre muchacho. Sus heridas debían ser realmente graves... «Para un amegakureño, ¡ja!», pensó, henchida de orgullo. Ella había sufrido palizas terribles y lo único que le había hecho falta para recuperarse todas y cada una de las veces era un buen tazón de ramen y una cama mullida.
Sea como fuese, los shinobi caminaron por la calle de los puestos, abarrotada como estaba, ofreciendo una imagen un tanto singular —tanto por sus pintas de ninjas, como por el olor a alcantarilla que todavía los acompañaba—. Al poco rato se encontraron de nuevo en el punto de partida de aquella inesperada y breve aventura: la 'Plaza de la Estatua'. Anzu buscó con la mirada entre los bancos de piedra que estaban diseminados aquí y allá hasta que finalmente encontró uno libre.
—Venga, dale, vamos a sentarnos ahí, llorica —dijo sin pudor alguno, tirando de Daruu para arrastrarle en dirección al banco libre.
Una vez allí, la kunoichi dejó caer pesadamente el 'bulto' que transportaba, sin cuidado ninguno y olvidándose por completo de las sutilezas que heridas como las de Daruu requerían. Luego se sentó junto a él, respirando aliviada por la ausencia de carga sobre sus hombros.
—¿Quién crees que va a ganar la final? —preguntó tras unos instantes de silencio, quizás por curiosidad.
Sea como fuese, los shinobi caminaron por la calle de los puestos, abarrotada como estaba, ofreciendo una imagen un tanto singular —tanto por sus pintas de ninjas, como por el olor a alcantarilla que todavía los acompañaba—. Al poco rato se encontraron de nuevo en el punto de partida de aquella inesperada y breve aventura: la 'Plaza de la Estatua'. Anzu buscó con la mirada entre los bancos de piedra que estaban diseminados aquí y allá hasta que finalmente encontró uno libre.
—Venga, dale, vamos a sentarnos ahí, llorica —dijo sin pudor alguno, tirando de Daruu para arrastrarle en dirección al banco libre.
Una vez allí, la kunoichi dejó caer pesadamente el 'bulto' que transportaba, sin cuidado ninguno y olvidándose por completo de las sutilezas que heridas como las de Daruu requerían. Luego se sentó junto a él, respirando aliviada por la ausencia de carga sobre sus hombros.
—¿Quién crees que va a ganar la final? —preguntó tras unos instantes de silencio, quizás por curiosidad.