2/07/2016, 11:10
Anzu no pudo evitar sonrojarse de auténtica vergüenza cuando Kirizame —así había decidido llamarlo, porque 'Yoshikirizame' era demasiado largo— soltó una carcajada cómica al recordar la pésima actuación de Uchiha Datsue. «Incluso este tío tan rarito se ríe de nosotros... Me cago en... Ya verás cuando te coja, Datsue-san.» No obstante, la kunoichi se limitó a soltar un bufido molesto y a maldecir entre dientes.
—Eso, eso, ríete. Espero que en el próximo estés apuntado, porque ya me están entrando ganas de sacudirte.
Prefirió abandonar el tema; en aquel inhóspito lugar, un compañero ninja podía ser su único aliado si las cosas se ponían feas.
—Amegakure, mujer. Y joder, vamos, no seas como el resto de los idiotas que cuenta siempre el mismo chiste. Soy un puto humano, azul y con dientes muy afilados, pero humano al fin. Tal vez mis padres me concibieron en el mar y algún tiburón quiso unirse a la fiesta, quién sabe.
La kunoichi de Taki no pudo evitar reírse a carcajadas ante la —más que improbable— explicación de Kaido sobre su particular aspecto. «Me cae bien este colega, no parece tener complejos y sabe lo que se hace.»
Con la conversación, casi se había olvidado de que estaba en un turbio torneo de los bajos fondos, rodeada de criminales y —probablemente— siendo objeto de algún tipo de sistema de apuestas ilegales entre los participantes y la organización. Lo recordó al ver a un tipo muy grande, casi tanto como el hombre más grande que Anzu había visto en toda su vida —el mercenario Jin— que llevaba un pergamino desenrollado en una de sus manazas.
—¡A ver, putos maricones! Voy a empezar a llamar gente, si alguien se ha cagado encima y quiere retirarse, ¡ahora es el momento!
A las palabras del gorila le siguieron muchas carcajadas, pero nadie abandonó la carpa. Entonces el tipo empezó a hablar, y cuando nombró el tercer emparejamiento...
—... y Kaido!
Anzu no supo distinguir a quién pertenecía el primer nombre, pero estaba claro que el segundo se refería a su colega shinobi. La Yotsuki le dio una palmada en la espalda.
—A por ellos, Kirizame.
Kaido, no obstante, vería una figura más bien redonda y ancha que salía de la carpa en dirección al ring. Era el gordito con el que había reñido en la fila para entrar.