2/07/2016, 12:29
Los dos ninjas cruzaron la angosta y abarrotada calle de los puestos. La gente se les quedaba mirando, no en vano debían mostrar un aspecto lamentable, pensó Daruu. Probablemente mucho peor de lo que él había pensado debía ser, porque no había tenido en cuenta la peste a cloaca que el ya no sentía al haberse acostumbrado a ella.
Allí estaban de nuevo, donde aquella estatua, donde el puesto de ramen de Los Ramones en el que habían conocido al fatídico Satoru.
«Joder, y pensar que se iba a armar tanto lío por un demente...»
—Venga, dale, vamos a sentarnos ahí, llorica —se burló Anzu, y tiró de él casi arrastrándole hacia el banco libre.
Le dolió en el orgullo, pero las piernas le dolían mucho más. Con dificultad, se arrastró hasta el banquito y se sentó de golpe. Ambos dejaron escapar un suspiro, ella de alivio por librarse de la carga, y él por estar sentado al fin tranquilamente.
Daruu dejó caer la cabeza hacia atrás y volvió a suspirar.
—¿Quién crees que va aganar la final? —dijo Anzu, después de unos segundos de descanso.
—Si te soy sincero... no lo sé. Quiero que gane Ayame —Con total sinceridad—. Pero es imposible saberlo a ciencia cierta. Todo el mundo puede guardarse un as en la manga, ¿no?
Se acarició la cicatriz de la cara.
Ambos estuvieron un rato así, en silencio. No fue mucho rato, pero a Daruu le pareció que los pocos minutos que estuvieron en el banco ayudaron a que los calmantes hicieran efecto. Extendió y replegó una rodilla, luego la otra. Parecía que le dolía menos.
Se levantó.
—En fin... Creo... que ya puedo moverme. —se sacudió los muslos con las palmas, como quitándose el polvo—. Va siendo hora de que me vaya a tomar una ducha, o algo. No debo de oler muy bien.
Se dio la vuelta para mirarla. Bajó la mirada un momento, y extendió la mano hacia adelante, ofreciéndosela.
—La próxima vez que nos veamos, ¿te apetece medir fuerzas?
Allí estaban de nuevo, donde aquella estatua, donde el puesto de ramen de Los Ramones en el que habían conocido al fatídico Satoru.
«Joder, y pensar que se iba a armar tanto lío por un demente...»
—Venga, dale, vamos a sentarnos ahí, llorica —se burló Anzu, y tiró de él casi arrastrándole hacia el banco libre.
Le dolió en el orgullo, pero las piernas le dolían mucho más. Con dificultad, se arrastró hasta el banquito y se sentó de golpe. Ambos dejaron escapar un suspiro, ella de alivio por librarse de la carga, y él por estar sentado al fin tranquilamente.
Daruu dejó caer la cabeza hacia atrás y volvió a suspirar.
—¿Quién crees que va aganar la final? —dijo Anzu, después de unos segundos de descanso.
—Si te soy sincero... no lo sé. Quiero que gane Ayame —Con total sinceridad—. Pero es imposible saberlo a ciencia cierta. Todo el mundo puede guardarse un as en la manga, ¿no?
Se acarició la cicatriz de la cara.
Ambos estuvieron un rato así, en silencio. No fue mucho rato, pero a Daruu le pareció que los pocos minutos que estuvieron en el banco ayudaron a que los calmantes hicieran efecto. Extendió y replegó una rodilla, luego la otra. Parecía que le dolía menos.
Se levantó.
—En fin... Creo... que ya puedo moverme. —se sacudió los muslos con las palmas, como quitándose el polvo—. Va siendo hora de que me vaya a tomar una ducha, o algo. No debo de oler muy bien.
Se dio la vuelta para mirarla. Bajó la mirada un momento, y extendió la mano hacia adelante, ofreciéndosela.
—La próxima vez que nos veamos, ¿te apetece medir fuerzas?