3/07/2016, 00:09
—Mitsu...— El de ojos dispares escuchó cada palabra que salió de boca de la Hyuga, conmoviéndolo en el acto.
Por su parte el jounin se frenó sin mirar atrás. Quería escuchar lo que la kunoichi tenía que decir, simplemente respiró hondo, sin decir nada.
La anciana levantó la vista para ver a la peliblanca, mientras todos los aldeanos se miraban las caras entre sí, confusos, avergonzados.
—Niña, ¿crees que los dioses me perdonarán?— Preguntó triste.
Tatsuya estaba pendiente de la escena cuando se percató de la presencia de la madre de la pequeña Yuka, de hecho la niña estaba detrás de ella, escondiéndose tras la faldas de su progenitora. Las vió, unidas, una vez más. El espadachín entonces se acercó y colocó su mano en el hombro de la Hyuga.
—Mitsuki-chan...
Los aldeanos se fueron dispersando, en silencio, quién quita y quizás por fin sintieron algo de remordimiento en su interior, al final quedó sólo la sacerdotisa de rodillas.
—Vayánse, por favor— Dijo la anciana.
Por su parte el jounin se frenó sin mirar atrás. Quería escuchar lo que la kunoichi tenía que decir, simplemente respiró hondo, sin decir nada.
La anciana levantó la vista para ver a la peliblanca, mientras todos los aldeanos se miraban las caras entre sí, confusos, avergonzados.
—Niña, ¿crees que los dioses me perdonarán?— Preguntó triste.
Tatsuya estaba pendiente de la escena cuando se percató de la presencia de la madre de la pequeña Yuka, de hecho la niña estaba detrás de ella, escondiéndose tras la faldas de su progenitora. Las vió, unidas, una vez más. El espadachín entonces se acercó y colocó su mano en el hombro de la Hyuga.
—Mitsuki-chan...
Los aldeanos se fueron dispersando, en silencio, quién quita y quizás por fin sintieron algo de remordimiento en su interior, al final quedó sólo la sacerdotisa de rodillas.
—Vayánse, por favor— Dijo la anciana.