3/07/2016, 01:03
—Tú también me ayudaste mucho, no tengo forma de agradecerte, ojalá algún día el dios en el que crees sea capaz de recompersarte— Respondió un tanto triste.
El jounin se dió la vuelta y se acercó, su mirada era difícil de descifrar, los miró a ambos y tras un largo suspiró por fin habló.
—Antes de que nos marchemos quiero decirles algo a ambos: La compasión es una gran virtud de los humanos, pero un gran pecado para los ninjas... Debemos retirarnos ahora, con su permiso, kunoichi de Uzushiogakure— Actó seguido le dió la espalda y empezó a caminar.
—Yo también debo partir, a pesar de lo ocurrido, a sido un placer conocerte. Hay tantas cosas que quisiera decirte, quizás algún día podamos reencontrarnos o quizás no, sólo el tiempo lo dirá. Adiós, Mitsuki-chan— El de ojos dispares reverenció una última vez y entonces se fue siguiendo a su padre.
Las nubes que cubrían el sombrío pueblo se empezaron a disipar para dejar alguno que otro rayo de sol a la vista. La sacerdotisa se levantó con esfuerzo y se dió la vuelta también. Antes de marcharse dedicó unas fugaces palabras a la kunoichi.
—Una palabra puede edificar, una palabra puede destruir, ¿cómo usarás tus palabras?— La anciana entonces se fue con rumbo desconocido.
Muchas leyendas se cuentan alrededor del lago de los llantos, quizás esta historia se convierta en una más...
El jounin se dió la vuelta y se acercó, su mirada era difícil de descifrar, los miró a ambos y tras un largo suspiró por fin habló.
—Antes de que nos marchemos quiero decirles algo a ambos: La compasión es una gran virtud de los humanos, pero un gran pecado para los ninjas... Debemos retirarnos ahora, con su permiso, kunoichi de Uzushiogakure— Actó seguido le dió la espalda y empezó a caminar.
—Yo también debo partir, a pesar de lo ocurrido, a sido un placer conocerte. Hay tantas cosas que quisiera decirte, quizás algún día podamos reencontrarnos o quizás no, sólo el tiempo lo dirá. Adiós, Mitsuki-chan— El de ojos dispares reverenció una última vez y entonces se fue siguiendo a su padre.
Las nubes que cubrían el sombrío pueblo se empezaron a disipar para dejar alguno que otro rayo de sol a la vista. La sacerdotisa se levantó con esfuerzo y se dió la vuelta también. Antes de marcharse dedicó unas fugaces palabras a la kunoichi.
—Una palabra puede edificar, una palabra puede destruir, ¿cómo usarás tus palabras?— La anciana entonces se fue con rumbo desconocido.
Muchas leyendas se cuentan alrededor del lago de los llantos, quizás esta historia se convierta en una más...