2/07/2016, 23:45
La situación estaba totalmente fuera de control, la anciana gritaba como una autentica loca y el pueblo se enfurecía aún más con cada palabra y en mitad de todo aquello: Tatsuya.
La masa, pronto entró en la locura y comenzaron a prepararse para quemar a la anciana viva. Ya no eran personas, lo que tenía frente así hacia tiempo que habían dejado de ser humanos, ahora no eran más que una panda de perros rabiosos.
Sobre el ensordecedor caos, se alzó la voz del padre de Tatsuya tratando de poner orden aunque de manera poco ortodoxa, sin embargo había de reconocer que resultó sorprendentemente efectivo. Todos se quedaron parados en el sitio, mirando en dirección al shinobi que se abría paso entre todos.
—Parecen animales... No, ni eso, los animales no matan por estupideces— Les dedicó una mirada reprobatoria a los aldeanos —Si quisieran arreglar las cosas podrían pedir ayuda a alguna autoridad del País del Fuego, si no pues síganse pudriendo en la miseria de este intento fallido de asentamiento humano— Se alejó de la viga y empezó a caminar a la entrada del pueblo. —Tatsuya, nos vamos— Mientras avanzaba se paró a la par de donde estaba la peliblanca —Imagino que tú también tienes cosas que hacer ¿no? Si vas al noroeste llegarás a Minori en el País de la Espiral, es el pueblo mas cercano a la frontera...
—Le agradezco nuevamente su ayuda— hizo una reverencia, antes de avanzar en la dirección contraria en la que caminaba el hombre, en dirección a la anciana —No permitiré que tomen la justicia por su cuenta— se detuvo a una distancia prudencial de la anciana, no confiaba en ella —Ustedes no son nadie para juzgar a esta mujer, no son mejores que ella y matarla no arreglará nada— clavó sus ojos en los de la anciana —Lo mismo le puedo decir a usted, matar a todos esos niños no les ha devuelto a los que perdió... ni siquiera una pizca de consuelo ¿a merecido la pena?— la joven no hablaba con dureza, si no con sinceridad, nadie en aquel pueblo estaba libre de pecado —Aún tiene tiempo de redimirse, abandone el pueblo y viva la vida que debe vivir una sacerdotisa...— se giró para observar al resto de los allí presentes —No sigan el camino que les ha llevado hasta aquí, por favor... no hay mayor castigo para esta mujer que seguir viviendo—
Mitsuki sabía que si mataban a esa mujer, tarde o temprano la historia se repetiría... otra Aki perecería y vuelta a empezar, había que romper aquel circulo... y ese era el momento
La masa, pronto entró en la locura y comenzaron a prepararse para quemar a la anciana viva. Ya no eran personas, lo que tenía frente así hacia tiempo que habían dejado de ser humanos, ahora no eran más que una panda de perros rabiosos.
Sobre el ensordecedor caos, se alzó la voz del padre de Tatsuya tratando de poner orden aunque de manera poco ortodoxa, sin embargo había de reconocer que resultó sorprendentemente efectivo. Todos se quedaron parados en el sitio, mirando en dirección al shinobi que se abría paso entre todos.
—Parecen animales... No, ni eso, los animales no matan por estupideces— Les dedicó una mirada reprobatoria a los aldeanos —Si quisieran arreglar las cosas podrían pedir ayuda a alguna autoridad del País del Fuego, si no pues síganse pudriendo en la miseria de este intento fallido de asentamiento humano— Se alejó de la viga y empezó a caminar a la entrada del pueblo. —Tatsuya, nos vamos— Mientras avanzaba se paró a la par de donde estaba la peliblanca —Imagino que tú también tienes cosas que hacer ¿no? Si vas al noroeste llegarás a Minori en el País de la Espiral, es el pueblo mas cercano a la frontera...
—Le agradezco nuevamente su ayuda— hizo una reverencia, antes de avanzar en la dirección contraria en la que caminaba el hombre, en dirección a la anciana —No permitiré que tomen la justicia por su cuenta— se detuvo a una distancia prudencial de la anciana, no confiaba en ella —Ustedes no son nadie para juzgar a esta mujer, no son mejores que ella y matarla no arreglará nada— clavó sus ojos en los de la anciana —Lo mismo le puedo decir a usted, matar a todos esos niños no les ha devuelto a los que perdió... ni siquiera una pizca de consuelo ¿a merecido la pena?— la joven no hablaba con dureza, si no con sinceridad, nadie en aquel pueblo estaba libre de pecado —Aún tiene tiempo de redimirse, abandone el pueblo y viva la vida que debe vivir una sacerdotisa...— se giró para observar al resto de los allí presentes —No sigan el camino que les ha llevado hasta aquí, por favor... no hay mayor castigo para esta mujer que seguir viviendo—
Mitsuki sabía que si mataban a esa mujer, tarde o temprano la historia se repetiría... otra Aki perecería y vuelta a empezar, había que romper aquel circulo... y ese era el momento