20/05/2015, 16:00
—¡Oh! ¡Juro-san! Discúlpame —repitió, esbozando una sonrisa nerviosa y un ligero rubor adornando sus mejillas.
Por suerte no se tomó el descuido demasiado a pecho, cambió rápidamente de tema y aquella vez fue Ayame quien se sorprendió.
—¿Más mayor de lo que imaginabas? ¡Vaya! ¿Tan adulta parezco? —sonrió, hinchando el pecho con henchido orgullo. De hecho, aquello era toda una novedad. Normalmente le echaban incluso menos edad de la que tenía realmente, quizás por su redondeado rostro o sus ojos excesivamente grandes. Pero Juro no se quedó ahí, afirmó que era la primera vez que se encontraba con un shinobi de Amegakure y que pensaba que serían diferentes. Aquello terminó de descolocarla, y la muchacha parpadeó varias veces, confundida—. ¿Diferentes? ¿En qué sentido? Si te digo la verdad, yo tampoco me he cruzado nunca con otro ninja de otra aldea que no fuera la mía —volvió a echar un vistazo a su bandana, parcialmente oculta por sus mechones de cabello y Ayame torció el gesto, contrariada. Tendría que hacer uso de su intuición, y si no veía la curva figura del símbolo de Uzushiogakure, entonces...—. ¿Eres de Kusagakure?
Tras una breve pausa silenciosa, una nueva pregunta cayó sobre ella. Ayame sonrió y alzó la mirada hacia el cielo. Habían algunas nubes, pero ni rastro de lluvia.
—Sí, es cierto. Llueve día sí y día también. De hecho, me resulta algo... inquietante... no ver la lluvia ahora mismo. En Amegakure, si un día no llueve es señal de mal augurio, ¿sabes? —le comentó, devolviéndole la mirada—. ¿Y qué hay de vosotros? ¿Es cierto que vivís en el corazón de un denso bosque y construis vuestras casas sobre los árboles?
Por suerte no se tomó el descuido demasiado a pecho, cambió rápidamente de tema y aquella vez fue Ayame quien se sorprendió.
—¿Más mayor de lo que imaginabas? ¡Vaya! ¿Tan adulta parezco? —sonrió, hinchando el pecho con henchido orgullo. De hecho, aquello era toda una novedad. Normalmente le echaban incluso menos edad de la que tenía realmente, quizás por su redondeado rostro o sus ojos excesivamente grandes. Pero Juro no se quedó ahí, afirmó que era la primera vez que se encontraba con un shinobi de Amegakure y que pensaba que serían diferentes. Aquello terminó de descolocarla, y la muchacha parpadeó varias veces, confundida—. ¿Diferentes? ¿En qué sentido? Si te digo la verdad, yo tampoco me he cruzado nunca con otro ninja de otra aldea que no fuera la mía —volvió a echar un vistazo a su bandana, parcialmente oculta por sus mechones de cabello y Ayame torció el gesto, contrariada. Tendría que hacer uso de su intuición, y si no veía la curva figura del símbolo de Uzushiogakure, entonces...—. ¿Eres de Kusagakure?
Tras una breve pausa silenciosa, una nueva pregunta cayó sobre ella. Ayame sonrió y alzó la mirada hacia el cielo. Habían algunas nubes, pero ni rastro de lluvia.
—Sí, es cierto. Llueve día sí y día también. De hecho, me resulta algo... inquietante... no ver la lluvia ahora mismo. En Amegakure, si un día no llueve es señal de mal augurio, ¿sabes? —le comentó, devolviéndole la mirada—. ¿Y qué hay de vosotros? ¿Es cierto que vivís en el corazón de un denso bosque y construis vuestras casas sobre los árboles?