3/07/2016, 17:56
(Última modificación: 4/07/2016, 01:17 por Sasagani Yota.)
Hacía apenas un par de días que había regresado a la Aldea tras haber dedicado los últimos casi cinco meses a entrenar con Sasaki Tensei, el extraño shinobi amigo del Sr Hayashi. En ese tiempo todo había cambiado, y no sólo físiciamente, eso Mitsuki lo sabía perfectamente.
La peliblanca se había levantado temprano para prepararse, había sido llamada al edificio del Uzukage para recibir el encargo de su primera misión oficial, quizás incluso se le entregase la propia Shiona-sama. Así que todo debía de estar perfecto, no quería dar una impresión peor que la que ya debía de tener o al menos eso era lo que pensaba la peliblanca.
Parada frente al espejo de pie que había al lado de la puerta de salida de su casa, la joven terminaba de ajustarse la Kodachi en la espalda, a la altura de la cintura para que quedara oculta bajo el montsuki negro que le cubría la parte superior. Se miró una vez más al espejo, tras terminar de atar el arma correctamente, y allí estaba ella.
Le costaba reconocerse así misma, ahora usaba incluso ropa distinta, incluso su mirada le decía que ya no era la misma Mitsuki que desembarco hacía casi dos años en la Costa de los Remolinos. Y le había llegado el momento de demostrarlo, de mostrarse a si misma que todo ese esfuerzo y sufrimiento a cargo de Sasaki había merecido la pena.
"No puedo permitirme fracasar, el Sr Hayashi... Sasaki-senpai... han puesto en mi muchas esperanzas, no puedo volver a fallar de esa manera" resuelta se dirigió hasta la puerta, agarró el pomo y la abrió con decisión.
Desde su pequeño apartamento, hasta la Torre de la Uzukage no había más de veinte minutos aunque se tomo su tiempo para llegar pues había salido bastante temprano, de hecho no se cruzó prácticamente con nadie hasta llegar al puente de madera sobre el riachuelo que daba acceso a la Torre. Atravesó el portón de bambú, para quedar en mitad de la recepción.
A su derecha, un mostrador ocupado por una señora mayor con cara de pocos amigos, al cual se acercó
—Buenos días— saludo educadamente la Hyuga, quie hizo una leve reverencia
—¿Misiones?— espetó la mujer sin ni siquiera levantar la mirada de lo que fuese que estaba haciendo
—Si— respondió con la misma sequedad que le preguntaron, aunque ni siquiera altero el rostro
—Llegas temprano, siéntate y espera. Ya te avisaré— ordenó sin ningún tacto la secretaria
—Está bien...— aceptó la peliblanca de mala gana, estaba impaciente por saber cual sería su primer encargo.
Aún así, acepto la orden y se apartó del mostrador, aunque decidió quedarse de pie junto a una ventana observando como la ciudad se iba despertando poco a poco. Así podría distraerse un poco, se cruzó de brazos y pego el hombro al borde la ventana mientras esperaba a que la amable secretaria la llamase
La peliblanca se había levantado temprano para prepararse, había sido llamada al edificio del Uzukage para recibir el encargo de su primera misión oficial, quizás incluso se le entregase la propia Shiona-sama. Así que todo debía de estar perfecto, no quería dar una impresión peor que la que ya debía de tener o al menos eso era lo que pensaba la peliblanca.
Parada frente al espejo de pie que había al lado de la puerta de salida de su casa, la joven terminaba de ajustarse la Kodachi en la espalda, a la altura de la cintura para que quedara oculta bajo el montsuki negro que le cubría la parte superior. Se miró una vez más al espejo, tras terminar de atar el arma correctamente, y allí estaba ella.
Le costaba reconocerse así misma, ahora usaba incluso ropa distinta, incluso su mirada le decía que ya no era la misma Mitsuki que desembarco hacía casi dos años en la Costa de los Remolinos. Y le había llegado el momento de demostrarlo, de mostrarse a si misma que todo ese esfuerzo y sufrimiento a cargo de Sasaki había merecido la pena.
"No puedo permitirme fracasar, el Sr Hayashi... Sasaki-senpai... han puesto en mi muchas esperanzas, no puedo volver a fallar de esa manera" resuelta se dirigió hasta la puerta, agarró el pomo y la abrió con decisión.
Desde su pequeño apartamento, hasta la Torre de la Uzukage no había más de veinte minutos aunque se tomo su tiempo para llegar pues había salido bastante temprano, de hecho no se cruzó prácticamente con nadie hasta llegar al puente de madera sobre el riachuelo que daba acceso a la Torre. Atravesó el portón de bambú, para quedar en mitad de la recepción.
A su derecha, un mostrador ocupado por una señora mayor con cara de pocos amigos, al cual se acercó
—Buenos días— saludo educadamente la Hyuga, quie hizo una leve reverencia
—¿Misiones?— espetó la mujer sin ni siquiera levantar la mirada de lo que fuese que estaba haciendo
—Si— respondió con la misma sequedad que le preguntaron, aunque ni siquiera altero el rostro
—Llegas temprano, siéntate y espera. Ya te avisaré— ordenó sin ningún tacto la secretaria
—Está bien...— aceptó la peliblanca de mala gana, estaba impaciente por saber cual sería su primer encargo.
Aún así, acepto la orden y se apartó del mostrador, aunque decidió quedarse de pie junto a una ventana observando como la ciudad se iba despertando poco a poco. Así podría distraerse un poco, se cruzó de brazos y pego el hombro al borde la ventana mientras esperaba a que la amable secretaria la llamase