3/07/2016, 20:49
Después del invierno llegó la primavera, no había nieve, no hacía tanto frío por las mañanas, el sol se asomaba más temprano y se acostaba más tarde... Aunque eso a la peliazul no le importaba tanto, ya que Eri seguía en su plan, buscando cualquier excusa para salir, ya haciendo frío o calor, si nevase o granizase, a ella le daba igual. Últimamente se sentía de mejor humor, quizás era por la primavera de verdad, o de la charla que tuvo con Toyo en una de sus tantas sesiones de entrenamiento. Ahora estaba un poco más feliz que de costumbre.
Hasta que un día por fin llegó lo esperado.
''Que se siga autodenominando a sí mismo ''sensei'' me hace sentir escalofríos... ¿Cómo que pequeñaja?'' Frunció el ceño al leer la nota, la hizo una bola y la tiró sobre su diario abierto y sin escribir. Salió a comprar unas cuantas cosas y cuando llegó, su curiosidad y su falta de memoria la obligaron a releer la nota que le había enviado Toyo, por fin se dándose cuenta de lo que decía la nota de verdad. ¡Yota había vuelto! ¿Se verían por fin? ¿Habría cambiado? La peliazul comenzó a dar pequeños botes de emoción. ¡Y le habían citado! ¿Su primera misión? ''Es demasiado triste pensar que llevo dos años graduada y esta sea mi primera misión oficial...'' Se lamentó mientras se desvestía y se echaba en la cama.
Aún con el corazón queriendo salir de su pecho.
Corría desde su casa hasta el puente que precedía a la magestuosa torre de la Uzukage, digna de una villa así. Más que correr parecía que volaba, pero estaba bastante nerviosa por su reencuentro con alguien en tanto tiempo que deseaba por todos los medios llegar lo más pronto posible. Su cara estaba roja por la carrera y sus manos, en puños, estaban ardiendo, pero a ella no le importaba, quería llegar, llegaría como fuese posible.
Y cuando llegó, ahí estaban.
Dos pelirrojos, uno claramente más alto y musculoso que el otro, pero los reconocía a la perfección: Yota y Toyo estaban ahí, en el puente. Se mordió el labio inferior por los nervios y sopesó si de verdad quería estar allí o huir. ¿Estaba preparada para eso? ¿Debía irse y olvidarse de lo que tenía que hacer allí? Se dio una bofetada mental ante aquellos pensamientos y dio otro paso, recobrando el aliento perdido por la carrera que se acababa de pegar. Su pecho bajaba y subía de forma rítmica, y su cara, enrojecida, no ayudaban a serenarse.
—S-siento llegar tarde... — Se pronunció, intentando llamar su atención. Su voz sonó más aguda de lo normal. —C-cuanto tiempo.
Hasta que un día por fin llegó lo esperado.
¡Hola pequeñaja!
¿Recuerdas lo que hablamos en invierno? ¡Yota ha vuelto! Es hora de ponerse manos a la obra. A él ya le he citado, así que no me falles, ¿Eh? Venga, nos vemos mañana a primera hora en el puente frente al edificio de la Uzukage Ni un minuto más tarde, ni un minuto antes.
Toyo-sensei.
¿Recuerdas lo que hablamos en invierno? ¡Yota ha vuelto! Es hora de ponerse manos a la obra. A él ya le he citado, así que no me falles, ¿Eh? Venga, nos vemos mañana a primera hora en el puente frente al edificio de la Uzukage Ni un minuto más tarde, ni un minuto antes.
Toyo-sensei.
''Que se siga autodenominando a sí mismo ''sensei'' me hace sentir escalofríos... ¿Cómo que pequeñaja?'' Frunció el ceño al leer la nota, la hizo una bola y la tiró sobre su diario abierto y sin escribir. Salió a comprar unas cuantas cosas y cuando llegó, su curiosidad y su falta de memoria la obligaron a releer la nota que le había enviado Toyo, por fin se dándose cuenta de lo que decía la nota de verdad. ¡Yota había vuelto! ¿Se verían por fin? ¿Habría cambiado? La peliazul comenzó a dar pequeños botes de emoción. ¡Y le habían citado! ¿Su primera misión? ''Es demasiado triste pensar que llevo dos años graduada y esta sea mi primera misión oficial...'' Se lamentó mientras se desvestía y se echaba en la cama.
Aún con el corazón queriendo salir de su pecho.
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Corría desde su casa hasta el puente que precedía a la magestuosa torre de la Uzukage, digna de una villa así. Más que correr parecía que volaba, pero estaba bastante nerviosa por su reencuentro con alguien en tanto tiempo que deseaba por todos los medios llegar lo más pronto posible. Su cara estaba roja por la carrera y sus manos, en puños, estaban ardiendo, pero a ella no le importaba, quería llegar, llegaría como fuese posible.
Y cuando llegó, ahí estaban.
Dos pelirrojos, uno claramente más alto y musculoso que el otro, pero los reconocía a la perfección: Yota y Toyo estaban ahí, en el puente. Se mordió el labio inferior por los nervios y sopesó si de verdad quería estar allí o huir. ¿Estaba preparada para eso? ¿Debía irse y olvidarse de lo que tenía que hacer allí? Se dio una bofetada mental ante aquellos pensamientos y dio otro paso, recobrando el aliento perdido por la carrera que se acababa de pegar. Su pecho bajaba y subía de forma rítmica, y su cara, enrojecida, no ayudaban a serenarse.
—S-siento llegar tarde... — Se pronunció, intentando llamar su atención. Su voz sonó más aguda de lo normal. —C-cuanto tiempo.