5/07/2016, 00:20
De nuevo la chica de cabellera blanca como la nieve se encontraba viajando en uno de esos curioso cachivaches a los que habían terminado por llamar trenes. Ruidosos y molestos, llenos de gente de todo tipo, pero efectivamente rápidos y precisos en horarios. En fin, no todo se puede tener, pero éste maldito sistema ferroviario al menos tenía mas pros que contras. Ya se sabe lo que dicen, menos da una piedra.
La chica viajaba con su clásica indumentaria, clásica desde hacía no mas de un año. Algunos quedaban mirándola, a saber si era por cosa de que estaba fumando siendo apenas mayor de edad, o si era por su aspecto. También podría estar llamando la atención que estuviese viajando en un tren dirección al país del río portando una bandana shinobi en la cintura que hacía referencia a Amegakure. Aunque éste último detalle no corría demasiado la curiosidad, al menos no en éstos tiempos de paz y alianza global. Hoy día era algo casi habitual encontrarse a shinobis en el tren, lo raro era no toparse con uno.
El caballo de metal se paró en seco. La gente comenzó a levantarse y salir de los habitáculos, mientras que una especie de telecomunicador a gran escala daba el anuncio de que habían llegado a la estación de Kuroshiro. La chica se asomó levemente por la ventana del transporte, y lo confirmó. Tras ello, se dio la vuelta y comenzó a salir, como mucha otra gente había hecho desde hacía un instante. —Bueno, ya estamos aquí de nuevo.
A su lado, una chica que había sido mas que un apoyo para ella. Su compañera de equipo, de negocios concretamente. Se trataba de su socio, su mano derecha.
—Ni que fuese tu primera vez... jajajaja.— Contestó ante el comentario de Katomi.
—Ya sabes que nunca me ha gustado hacer éste papel... es algo que aunque pueda hacer bien, nunca me agrada.
—¿Pero de qué hablas, mi pequeña matona? Si eres un trocito de cielo con mas mala leche que mil demonios
—Ja-ja-ja— El sarcasmo en la risa fue mas que tangible. —Bueno, ¿nos vemos en el local mejor? Necesito tomarme un respiro...
—Está bien, pero no tardes... y deja ese vicio absurdo. Te estás estropeando la piel, y los pulmones.
Katomi miró de reojo a su amiga, la cuál marchó entre risas. Dios, cuanto sabía sacarle hasta el último ápice de odio. Casi parecía conocerla a la perfección, y eso que apenas llevaban conociéndose un año. Sin embargo, ésta pareja se había terminado llevando mas que bien.
La kunoichi observó su bolsillo, donde ella solía guardar la cajetilla de tabaco. No pudo evitar soltar un sopesado suspiro, entre que giraba la cabeza. No entendía porqué, pero por el momento le haría caso. Era demasiado pronto para volver a encenderse un cigarrillo. Con parsimonia, la genin de Amegakure tomó rumbo a la ciudad que se estaba convirtiendo en su segunda casa, Kuroshiro. La distancia tampoco era demasiado extensa, desde la estación ya casi se podían ver las casas.
La chica viajaba con su clásica indumentaria, clásica desde hacía no mas de un año. Algunos quedaban mirándola, a saber si era por cosa de que estaba fumando siendo apenas mayor de edad, o si era por su aspecto. También podría estar llamando la atención que estuviese viajando en un tren dirección al país del río portando una bandana shinobi en la cintura que hacía referencia a Amegakure. Aunque éste último detalle no corría demasiado la curiosidad, al menos no en éstos tiempos de paz y alianza global. Hoy día era algo casi habitual encontrarse a shinobis en el tren, lo raro era no toparse con uno.
El caballo de metal se paró en seco. La gente comenzó a levantarse y salir de los habitáculos, mientras que una especie de telecomunicador a gran escala daba el anuncio de que habían llegado a la estación de Kuroshiro. La chica se asomó levemente por la ventana del transporte, y lo confirmó. Tras ello, se dio la vuelta y comenzó a salir, como mucha otra gente había hecho desde hacía un instante. —Bueno, ya estamos aquí de nuevo.
A su lado, una chica que había sido mas que un apoyo para ella. Su compañera de equipo, de negocios concretamente. Se trataba de su socio, su mano derecha.
—Ni que fuese tu primera vez... jajajaja.— Contestó ante el comentario de Katomi.
—Ya sabes que nunca me ha gustado hacer éste papel... es algo que aunque pueda hacer bien, nunca me agrada.
—¿Pero de qué hablas, mi pequeña matona? Si eres un trocito de cielo con mas mala leche que mil demonios
—Ja-ja-ja— El sarcasmo en la risa fue mas que tangible. —Bueno, ¿nos vemos en el local mejor? Necesito tomarme un respiro...
—Está bien, pero no tardes... y deja ese vicio absurdo. Te estás estropeando la piel, y los pulmones.
Katomi miró de reojo a su amiga, la cuál marchó entre risas. Dios, cuanto sabía sacarle hasta el último ápice de odio. Casi parecía conocerla a la perfección, y eso que apenas llevaban conociéndose un año. Sin embargo, ésta pareja se había terminado llevando mas que bien.
La kunoichi observó su bolsillo, donde ella solía guardar la cajetilla de tabaco. No pudo evitar soltar un sopesado suspiro, entre que giraba la cabeza. No entendía porqué, pero por el momento le haría caso. Era demasiado pronto para volver a encenderse un cigarrillo. Con parsimonia, la genin de Amegakure tomó rumbo a la ciudad que se estaba convirtiendo en su segunda casa, Kuroshiro. La distancia tampoco era demasiado extensa, desde la estación ya casi se podían ver las casas.